La campaña de Raymundo, Joaquín y Beatriz

    El planteamiento de Riva Palacio dio donde quería: la dimensión emocional del Presidente. Y obtuvo lo que quería. Que se le viera molesto y preocupado. Y ya tenía la siguiente colaboración que publicó al día siguiente: Cómo descarrilar a Xóchitl, donde el analista da un paso atrás, o mejor al lado, y recomienda al residente de Palacio: ‘El gatillo de López Obrador debe ser político y jurídico, donde tiene todas las de ganar’.

    jehernandezn@hotmail.com


    Raymundo Riva Palacio el pasado 24 de julio publicó un artículo en El Financiero bajo el título: No queremos otro Colosio, donde se destaca el siguiente párrafo: “Si Xóchitl Gálvez es vista como una enemiga y una amenaza para López Obrador, también lo es para los cárteles de las drogas, bajo la máxima de tus enemigos son los míos”; y luego sentenciaría: “López Obrador está creando las condiciones objetivas para que asesinen a su inesperada adversaria” y eso, a la vista, descontroló, sacó de sí, al Presidente.

    Y sacó su mejor arsenal de calificativos cuando acusó: “Estoy, por ejemplo, constatando una campaña que acaban de echar a andar; muy irresponsable, perversa, de malas entrañas y riesgosísima. Están difundiendo que, si le pasa algo a un periodista, a un aspirante a la Presidencia, va a ser culpa mía”... “cómo se les está cayendo [Xóchitl Gálvez], pues ahora estoy viendo, estoy sintiendo una campaña muy sucia, muy perversa, muy inhumana, muy autoritaria, fascista, de mucha maldad”.

    El planteamiento de Riva Palacio dio donde quería: la dimensión emocional del Presidente. Y obtuvo lo que quería. Que se le viera molesto y preocupado. Y ya tenía la siguiente colaboración que publicó al día siguiente: Cómo descarrilar a Xóchitl, donde el analista da un paso atrás, o mejor al lado, y recomienda al residente de Palacio: “El gatillo de López Obrador debe ser político y jurídico, donde tiene todas las de ganar”.

    Es decir, el periodista dejó la pega, si le pasa algo a Xóchitl Gálvez será a tu cuenta política, aunque digas que no, que no hay manera de que no se te achaque.

    Sin embargo, una cosa es lo que diga el Presidente, como en su momento lo hizo el ex Presidente Carlos Salinas ante el asesinato de Luis Donaldo Colosio, al que nunca le valieron sus auto exculpaciones y, otra, la percepción de la gente luego de su andanada brutal contra la Senadora Gálvez.

    Nuevamente el Presidente, al salir al paso a esa “campaña”, provocó que la gente se interese en el tema y el personaje aludido. Y que recuerde con malestar lo ocurrido aquel 23 de marzo de 1994 cuando se dio el magnicidio en contra del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.

    Le molestó porque le preocupa el ascenso de Xóchitl en las preferencias electorales, por lo que podría significar para su proyecto político y la seguridad para él y los suyos: ¿Cuál será la ruta que siga el Presidente ante una Xóchitl impetuosa, respondona, dispuesta a defenderse de cada uno de los ataques por su aspiración legítima?

    ¿Seguirá la línea de ataque personal contra la aspirante a través de la variante “No lo digo yo” o ¿privilegiará el descarrilamiento por la vía del desafuero para que la Senadora Gálvez enfrente denuncias en su contra por corrupción?

    El desafuero de la Senadora traería a la memoria el intento fallido del ex Presidente Vicente Fox en contra del mismo López Obrador.

    Es decir, la palabra desafuero político no tiene buena prensa. Remite a un acto vergonzoso, autoritario, vil, antidemocrático, de utilización de las instituciones para descarrilar a un candidato y allanar el de otro u otra.

    ¿Habrá hecho el Presidente el cálculo político de lo que esto podría significar? ¿Tener sujeta a proceso penal a la principal figura de la oposición y, eventualmente, a la candidata presidencial opositora? ¿No será que con ello se reforzaría la campaña de visibilidad que puso en movimiento la candidatura presidencial de Xóchitl Gálvez para finalmente sea la candidata opositora? Incluso, lo que significaría esa mancha en la legitimidad de su sucesor.

    No es un momento fácil. Ambos bandos están revisando y afilando sus estrategias. Xóchitl anuncia que ya superó las 150 mil firmas que requiere para estar en la terna del Frente Amplio por México. Recorre por goteo algunas regiones del País, especialmente aquellas con población indígena, como una manera de ratificar simbólicamente el origen de su candidatura.

    Ahora la blinda aquello de que si le pasa algo en sus recorridos será culpa del Presidente, aunque él diga que no una y otra vez. No de ella, no de su carácter empresarial, no de sus presuntos cochupos como delegada en la Ciudad de México.

    Hay observadores políticos, como Héctor Aguilar Camín, que ya ven en marcha una estrategia de desafuero iniciada en la conferencia mañanera cuando el Presidente, utilizando información fiscal reservada, habló de mil 400 millones de ingresos en nueve años en las dos empresas de la Senadora.

    Y continúa con la denuncia ante la Fiscalía de un Diputado morenista. Luego las denuncias de un ex delegado de Miguel Hidalgo. Y luego vendría, si los juzgan pertinente, la “investigación” de la Fiscalía. Más lo que se necesite para descarrilar esa candidatura presidencial.

    Aquí el tiempo será determinante para los dos bandos. El plan del Presidente López Obrador reclama celeridad de la Fiscalía y capacidad de resolver el asunto lo más pronto posible, lo que significa que si no se cuidan las formas será insumo para la candidatura de Xóchitl.

    Igual, puede ocurrir, que los partidos del Frente decidan lanzar una fuerte campaña en contra del plan del Presidente López Obrador y, como último recurso, ante la embestida resolver ipso facto que Xóchitl sea su coordinadora nacional y así ya no se trataría de descarrilar a una de las aspirantes, sino a la candidata presidencial de la oposición. Y ya se estaría hablando de otra cosa.

    El desenlace de estos golpes suaves en América Latina es abundante con un final no feliz sino ilegítimo. Y ese es ya otro tema, lo que tenemos hoy es que López Obrador al final de su mandato se encuentre con los fantasmas del pasado, aquellos que le quitaron la calma, que juró nunca practicar en contra de un adversario político y que en la soledad de Palacio Nacional deberá valorar el uso recurso del desafuero para el paso a la historia.

    En definitiva, el Presidente López Obrador esta semana mostró no la preocupación por los argumentos duros de Riva Palacio, y los comentarios igualmente duros de Joaquín López-Dóriga y Beatriz Pagés, sino probablemente por el subsuelo del crimen organizado que se manda solo y está presente mirando la dinámica y calculando sus pasos, y es que no se necesita ser muy perspicaz para concluir rápidamente que a sus líderes no les gustan los cambios de mando cuando el existente, como lo fue antes con el PRI, es funcional a sus intereses.

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