En las últimas décadas, Culiacán, capital del estado de Sinaloa, ha experimentado un crecimiento urbano acelerado, acompañado por un aumento notable de infraestructura publicitaria, particularmente de anuncios espectaculares en zonas de alta circulación vehicular y peatonal. Aunque estos elementos cumplen una función comercial, su proliferación desmedida ha dado lugar a una forma de polución poco considerada en la agenda ambiental: la contaminación visual. Esta forma de contaminación, al igual que la sonora o atmosférica, tiene efectos fisiológicos y psicológicos comprobables.
La contaminación visual ocurre cuando el entorno presenta una sobrecarga de estímulos visuales artificiales que interrumpen la percepción natural o armónica del espacio. En Culiacán, las principales avenidas (como el bulevar Pedro Infante) presentan conglomerados de anuncios espectaculares con luces LED, imágenes en movimiento, y mensajes visuales saturados. Esta estimulación constante activa de forma repetida los circuitos cerebrales de atención exógena, aquellos que responden automáticamente a estímulos llamativos, como lo describen Corbetta y Shulman (2002) en su modelo de redes atencionales. La sobrecarga de este sistema puede inducir fatiga mental, disminución en la capacidad de concentración sostenida y menor eficiencia en la toma de decisiones, especialmente en contextos como la conducción vehicular.
Desde el punto de vista neurobiológico, el sistema visual humano está diseñado para filtrar información relevante del entorno y priorizar estímulos novedosos o amenazantes. Sin embargo, en entornos urbanos saturados, como ocurre en ciertas zonas de Culiacán, el sistema retinotópico y las vías de procesamiento visual rápido (como el colículo superior y la corteza visual primaria) reciben más información de la que pueden procesar eficientemente. Estudios en neurociencia ambiental indican que la exposición crónica a entornos urbanos densamente estimulantes incrementa los niveles de cortisol (hormona del estrés) y activa con mayor frecuencia la amígdala, región cerebral asociada a la respuesta emocional y al estrés (Lederbogen et al., 2011). Esto puede traducirse en una mayor reactividad emocional, ansiedad urbana y dificultades en la autorregulación emocional.
Además, la exposición continua a estímulos publicitarios artificiales puede afectar la consolidación de la memoria operativa y a corto plazo. De acuerdo con investigaciones de Lavie et al. (2004), la distracción visual reduce significativamente la capacidad de mantener información en la memoria de trabajo, particularmente cuando los estímulos externos compiten con tareas cognitivas importantes. En la vida cotidiana en Culiacán, esto se manifiesta cuando conductores y peatones son constantemente expuestos a estímulos visuales distractores que compiten con la atención que deberían dedicar a la seguridad vial o a la navegación del entorno urbano.
Más allá del impacto individual, la contaminación visual tiene efectos colectivos sobre el bienestar urbano. La alteración estética del paisaje urbano puede inducir una percepción de desorden, descuido y sobreestimulación. Desde la psicología ambiental, se sabe que los entornos visualmente caóticos reducen la percepción de control personal y promueven estados de ánimo negativos, lo cual puede influir en la cohesión social y en el deseo de permanecer o transitar por ciertos espacios. En barrios de Culiacán donde los anuncios espectaculares invaden incluso zonas residenciales, esto podría estar relacionado con una disminución en la calidad de vida percibida y un aumento en síntomas de fatiga mental crónica.
La experiencia de ciudades como Guadalajara y Ciudad de México debe servir de advertencia para Culiacán. En estas metrópolis, la falta histórica de regulación visual ha llevado a un entorno urbano saturado, donde los anuncios espectaculares dominan el horizonte visual y afectan tanto la seguridad como la salud mental. En Ciudad de México, por ejemplo, estudios locales han documentado cómo la proliferación de publicidad exterior afecta negativamente la percepción del entorno y la calidad de vida urbana. Además, ha sido necesario implementar programas de “rescate visual” que implican el retiro masivo de anuncios debido a su interferencia con el entorno, el patrimonio y la movilidad. Guadalajara también ha enfrentado conflictos legales y urbanísticos por la colocación indiscriminada de anuncios, generando tensiones entre el desarrollo comercial y el derecho al paisaje limpio. Culiacán aún tiene margen de acción para evitar que su entorno urbano se transforme en un escenario visualmente caótico e invasivo, como ha ocurrido en estas grandes ciudades.
Dado este panorama, se vuelve imprescindible establecer una regulación legislativa clara y con base científica que limite la proliferación descontrolada de anuncios espectaculares en Culiacán. Actualmente, las normativas municipales y estatales en Sinaloa permiten un margen amplio para la colocación de este tipo de publicidad, muchas veces sin una evaluación del impacto visual y cognitivo que genera. Es necesario reformar los reglamentos urbanos para establecer zonas libres de publicidad visual, límites en la intensidad lumínica, horarios de funcionamiento y restricciones en zonas escolares, hospitalarias y residenciales. La legislación debe basarse no solo en criterios urbanísticos o de seguridad vial, sino también en evidencia neurocientífica que proteja la salud mental de la ciudadanía. Además, se debería incluir una evaluación del impacto cognitivo como parte de los estudios de impacto ambiental antes de autorizar nuevos permisos publicitarios.
Los anuncios espectaculares, aunque cumplen una función económica importante, deben considerarse también como un factor de riesgo ambiental cuando se presentan en exceso y sin regulación adecuada. La evidencia neurocientífica respalda la noción de que la contaminación visual afecta procesos cognitivos básicos, induce estrés y deteriora la salud mental. En el contexto de Culiacán, es urgente que las autoridades municipales y urbanistas consideren políticas públicas integradas con la neurociencia y la psicología ambiental. Regular legislativamente estos elementos no solo embellecería el entorno urbano, sino que contribuiría a la construcción de una ciudad mentalmente saludable y visualmente sostenible.
- Corbetta, M., & Shulman, G. L. (2002). Control of goal-directed and stimulus-driven attention in the brain. Nature Reviews Neuroscience, 3(3), 201–215. https://doi.org/10.1038/nrn755
- Lavie, N., Hirst, A., de Fockert, J. W., & Viding, E. (2004). Load theory of selective attention and cognitive control. Journal of Experimental Psychology: General, 133(3), 339–354. https://doi.org/10.1037/0096-3445.133.3.339
- Lederbogen, F., Kirsch, P., Haddad, L., Streit, F., Tost, H., Schuch, P., ... & Meyer-Lindenberg, A. (2011). City living and urban upbringing affect neural social stress processing in humans. Nature, 474(7352), 498–501. https://doi.org/10.1038/nature10190