La dimensión social (injusta) de la salud

ENTRE COLUMNAS
    En un sistema capitalista como en el que vivimos, la desigualdad social tiene una correlación directa con la salud, pues no es lo mismo tener un desahogo económico a la hora de enfrentar un accidente o una enfermedad, que cuando se tienen recursos económicos limitados

    Como profesor universitario, soy uno de los poco más de 22 millones afortunados derechohabientes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Y digo afortunado porque casi la mitad de la población del País no tiene acceso a éste, u otro servicio de salud pública. Lo que los deja en la completa desprotección.

    Desde un punto de vista personal, he normalizado la experiencia de acudir a consultas y cirugías en esta institución. Conozco en carne propia los consultorios y sus quirófanos, y también conozco las largas estancias en sus salas de espera. Sé que para cualquier trámite de incapacidad, o para lograr tener una consulta médica, se pierde todo el día. Pero eso usted seguramente ya lo sabe, no habrá mucho que contarle.

    Lo que es absolutamente nuevo para mí es la experiencia en un hospital privado. Sucede que, en días recientes, mi esposa tuvo una cirugía en la cual le extirparon la glándula tiroides. Se trata de una cirugía de alto costo, por lo que no hubiéramos podido pagarla con los ahorros familiares. En este caso, pudimos costearla mediante un seguro de gastos médicos mayores.

    Tengo que reconocer que, en lo personal, me parecía innecesario pagar esa prima mensual hace más de un año; me parecía una inversión absurda y poco rentable. Pero la experiencia ante un siniestro, como el familiar que tuvimos, es totalmente distinta.

    Estoy seguro de que los médicos especialistas del IMSS están entre los mejores de todo el País, pero la atención en el sector privado es mucho más eficiente y personalizada. Los tiempos de espera son más cortos, las instalaciones en mejor estado, no hay que hacer muchos trámites administrativos, cuentan con amenidades en las habitaciones, y muchas cosas más.

    Lamentablemente sólo el 2 por ciento de la población en México tiene acceso a servicios médicos privados; lo cual me hizo sentir bastante privilegiado, pero a la vez me pongo a pensar en los millones de personas que andan por ahí sin acceso a servicios sanitarios, con posibles enfermedades graves, sin ser diagnosticados y, mucho menos, tratados.

    En un sistema capitalista como en el que vivimos, la desigualdad social tiene una correlación directa con la salud, pues no es lo mismo tener un desahogo económico a la hora de enfrentar un accidente o una enfermedad, que cuando se tienen recursos económicos limitados. Estas diferencias las redujo, en buena parte, el Estado de bienestar en el siglo 19, pero aún queda mucho por hacer.

    La condición económica también está relacionada con la salud en otros sentidos más de fondo. Por ejemplo, ante la escasez de recursos, se recurre a una dieta alta en azúcares, basada en unos pocos alimentos, y a la comida “chatarra”.

    Un estudio reciente dirigido por el especialista español Manuel Franco, denominado “Barrios Saludables” (Heart Healthy Hoods) estableció que la diferencia en la esperanza de vida entre un barrio rico y un barrio pobre, puede llegar a ser de siete años.

    En la investigación de Franco se ha constatado que cuanto menor es el nivel socioeconómico de un barrio, peores son las viviendas y las condiciones laborales. Hay mayor densidad de tiendas de “alimentos basura” por ser los más baratos, también hay más falta de instalaciones deportivas, y hay mayor consumo de tabaco y alcohol.

    Como en muchos otros aspectos, el acceso a la salud en México es bastante injusto.

    Es cuanto....

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