La dulce soledad

ÉTHOS
04/12/2025 04:00
    La soledad buscada, no la impuesta, es una inmejorable oportunidad para interiorizarse y profundizar en el sentido de la propia vida.

    Tal vez suene raro elogiar la soledad, porque para algunas personas que mendigan una pizca de compañía es una carga difícil de sobrellevar; sin embargo, la soledad buscada, no la impuesta, es una inmejorable oportunidad para interiorizarse y profundizar en el sentido de la propia vida.

    En alguna otra ocasión, hemos hecho alusión a la frase de Ramón de Campoamor: “Sin el amor que encanta, la soledad del ermitaño espanta. ¡Pero es más espantosa todavía, la soledad de dos en compañía”.

    En efecto, la soledad puede ser una excelente medida para intimar y crecer, siempre y cuando sea elegida y asumida; de lo contrario, se convierte en una pesada roca y en una situación tortuosa difícil de sobrellevar.

    Stavros J. Baloyannis, neurólogo griego, expresó: ”Para la mayoría de los seres humanos, la soledad es una experiencia dolorosa que genera tristeza, ansiedad y miedo; sin embargo, para otros es una oportunidad de elevación espiritual, autoconocimiento, paz interior y serenidad.

    En efecto, como asentó William Hazzlit, prosista y ensayista del romanticismo inglés: “Una de las cosas más placenteras del mundo es irse de paseo, pero a mí me gusta ir solo. Sé disfrutar de la compañía en una habitación, pero al aire libre me basta la naturaleza. Nunca estoy menos solo que cuando estoy a solas”.

    Añadió: “salgo de la ciudad para olvidarme de la ciudad y todo lo que contiene. Hay quienes, con este propósito, van a estaciones balnearias y llevan consigo la metrópolis. Yo prefiero más libertad de acción y menos estorbos: me gusta la soledad, cuando me entrego a ella por sí misma tampoco pido un amigo en mi retiro, a quien pueda susurrar: la soledad es dulce”.

    ¿Bendigo mis momentos de soledad? ¿Vivo una soledad no deseada?

    ¿Agradezco los momentos de intensa intimidad?