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"Opinión"

"La economía con AMLO: señales de alerta"

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    Hagamos memoria: Peña Nieto llegó a la presidencia con buena popularidad (61 por ciento) y en unos meses se había ganado la reputación internacional como el gran reformador de México. ¿La razón? El Pacto por México que permitió aprobar las reformas estructurales pendientes: trabajo, energía y educación.
     
    Pero al tiempo que empujaba las grandes reformas económicas, el Presidente de Atlacomulco decidió ningunear las que tenían que ver con la seguridad, la justicia y el Estado de Derecho. A la larga pagó el precio: su sexenio se convirtió en sinónimo de la violencia (superando a Calderón), la corrupción, el dispendio y la soberbia.
     
    Al final del sexenio anterior, la mancha de la corrupción cubrió por completo el impulso reformista del “nuevo PRI” y abrió la puerta para que el histórico candidato opositor de izquierda ganara con 30 millones de votos en 2018. Gracias al desprecio de Peña Nieto por el Estado de Derecho, López Obrador es Presidente.
     
    La lección es que la política moderna debe asumir que el mundo se ha vuelto complejo y que la toma de decisiones de los gobernantes no admite vacíos ni omisiones. Y si el Estado de Derecho fue la gran pata coja del sexenio de Peña Nieto, hasta ahora parece que la de López Obrador será la economía.
     
    Tengo serias dudas respecto de la viabilidad y la funcionalidad del proyecto de la Guardia Nacional (con todo y mando civil), pero me preocupa mucho más el manejo económico del nuevo gobierno. Pueden seguir diciendo misa en “la mañanera”: ya hay números que sirven para encender las alertas en materia económica para 2019.
     
    Empiezo por el más reciente: Standard and Poors (S&P) mantuvo la calificación crediticia de México en BBB+ pero redujo la perspectiva a negativa como reacción al ajuste que hizo el Banco de México (Banxico) para 2019, al reducir el pronóstico de crecimiento de un rango de 1.7-2.7 a 1.1-2.1 por ciento del PIB. Lo que quiere decir que si nos va muy bien este año, nos irá apenas como el anterior. Plano, muy planito.
     
    El drástico ajuste a la baja se explica en dos cosas: la caída de la inversión y la terrible situación financiera de Pemex. 
     
    En materia de inversión, el dato es que la IED cayó 12 por ciento al cierre de 2018 con respecto a 2017. Pero la inversión que más importa es la interna, y si bien es cierto que estamos ante un cambio de gobierno y hace falta recorrer la curva de aprendizaje, es innegable que la desconfianza de los inversionistas existe y preocupa.
     
    Enrique Quintana, director de El Financiero, lo explicó muy bien en su más reciente columna: el indicador de opinión empresarial elaborado por el INEGI/Banxico en específico sobre la pregunta de “si es un momento adecuado para invertir” refleja una caída de 17 por ciento respecto de enero de 2012.
     
    También esta semana Petróleos Mexicanos (Pemex) hizo público que perdió 148 mil MDP en 2018 y su deuda asciende a más de 2 billones de pesos. Por eso el plan de rescate presentado por el gobierno hace unas semanas se consideró insuficiente. Si el gobierno actual no salva a Pemex inyectándole dinero propio (que no tiene) o ajeno (que no quiere), será arrastrado por él.
     
    En suma, los ajustes a la baja en los principales indicadores económicos se acumulan. La buena noticia es que la solidez de las finanzas públicas y un presupuesto responsable sirven para mantener un clima de estabilidad... por ahora. 
     
    Pero la estabilidad no es crecimiento y lo que México necesita es crecer porque en economía no hay fórmulas mágicas: la mejor manera de reducir la pobreza es generando y distribuyendo riqueza de manera sostenida.
     
    Escucho a menudo opiniones en el sentido de que el aumento en el consumo gracias a los programas sociales de López Obrador dará un impulso a nuestra economía. No lo creo. Los programas de jóvenes, adultos mayores y personas con discapacidad servirán para paliar ciertos males pero hasta ahí. Además, todavía falta ver la efectividad y transparencia de dichos de programas para evitar caer en la tentación clientelar. 
     
    Generar empleos es política económica, repartir dinero es política social. No confundamos una con la otra. El gobierno de Andrés Manuel debe sentar este 2019 las bases para el crecimiento económico del resto de su sexenio. Si no lo hace, su credibilidad y poder se verán seriamente menguados. Porque cuando la recesión entra por la puerta, la esperanza sale por la ventana.
     

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