Muchos autores han dicho que la ansiedad es el más grande de los males de nuestro tiempo. Debemos conceder que, efectivamente, ha aumentado considerablemente la experiencia de la angustia; sin embargo, no podemos decir que sea privativa de nuestra época.
Evidentemente, es más fácil vivir angustiados en este momento signado por el recurso continuo a la exposición de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Empero, habrá que reconocer que, aunque se ha exacerbado su dominio, la ansiedad atenaza al ser humano desde siempre, como testimonió Séneca al recomendar: “Lo que aconsejo es que no seas infeliz antes de la crisis; ya que puede ser que los peligros ante los que palideces... nunca te alcanzarán; ciertamente aún no han llegado... Tenemos el hábito de exagerar, o de imaginar, o de anticipar el dolor”.
Era claro para el filósofo cordobés que la ansiedad se padece desde antes de estar inmerso en los problemas; es decir, la persona se angustia esperando lo peor cuando todavía no sabe si llegará ese instante fatal. Se incurre en la ansiedad que consiste en precipitarse en la angustia, o sea, en angostar y estrechar el alma.
El filósofo colombiano, Roberto Palacio, escribió un libro titulado “La era de la ansiedad”, donde afirmó que este fenómeno se ha disparado a velocidades inimaginables en época actual. Señaló que la tecnología ha influido enormemente en esta situación, ya que vivimos pendientes de los “like” que pueden proporcionarnos nuestros seguidores, o de los mensajes y retroalimentación que nos envían.
A quienes nos tocó vivir sin teléfono celular, sin correo electrónico y todas las demás facilidades tecnológicas con que contamos hoy, recordaremos que sí nos angustiaba no recibir una carta o una llamada telefónica, pero sabíamos esperar el tiempo oportuno.
¿Vivo en constante ansiedad?