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"Opinión"

"La fabricación de la subjetividad electoral"

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15/06/2018

    Arturo Santamaría Gómez

    Es entendible que un candidato aun yendo muy rezagado en la contienda electoral declare que pueda ganarla, tal cual sucede con Anaya, Meade e incluso El Bronco; y no es que necesariamente lo crea sino que está obligado a decirlo porque así lo exige una competencia política, de no hacerlo demuestra ausencia de vocación de poder.
     
    Pero que un analista o comentarista político sostenga que a poco más de dos semanas de llevar el voto a las urnas todo puede pasar, que nada está definido, oculta bajo esa idea sus deseos de que el candidato de sus preferencias, pero con casi nulas posibilidades de triunfo, sea competitivo, o abiertamente asume una posición política a favor de un candidato de sus preferencias ideológicas (o de sus vulgares favores monetarios).
     
    Sin embargo, no puede negarse que medios muy influyentes, así como la intensa guerra propagandística en las redes sociales, han fabricado la idea de que todas las encuestas son inciertas y por lo tanto totalmente subjetivas o que, la cantidad de votantes indecisos es tan ancha que impiden decir a estas alturas quién tiene mayores probabilidades de ganar.
     
    Es muy cierto que ninguna encuesta ni ningún analista, por más experimentado y sabio que sea, puede afirmar que un candidato que encabeza la contienda electoral, aun con un margen de ventaja de 30 por ciento, como sucede ahora con López Obrador, tiene cien por ciento asegurado el triunfo. No obstante, pensar e incluso asegurar que todos los candidatos tienen las mismas posibilidades de triunfo no es más que ingenuidad, o fanatismo ideológico.
     
    El militante o simpatizante de un partido tiene todo el derecho de seguirlo creyendo o  deseando, pero cuando el que se pretende analista o columnista político sostiene la misma opinión se distancia totalmente de un mínimo de objetividad.
     
    Habrá que esperar las encuestas posteriores al encuentro de Mérida, pero las más recientes, incluyendo la que dio a conocer la Coparmex el mismo día del tercer debate, hablan de una enorme ventaja de Andrés Manuel López Obrador. El organismo empresarial, del que supongo nadie va a acusar de pro morenista, encontró en su muestra que el Peje lleva un 39.5 por ciento de las preferencias, por 18.6 de Anaya, 12.1 de Meade, 2.0 del Bronco y 27.8 que no sabe por quién va a votar o no respondió.
     
    Y si, como normalmente sucede, los llamados “indecisos” distribuyen proporcionalmente su voto entre los diferentes candidatos y más particularmente entre los punteros, pues la balanza ya está muy inclinada hacia AMLO.
     
    En el análisis inmediatamente posterior al pos debate predominó, entre los comentaristas y no, por supuesto, entre los representantes de los candidatos, la tesis de que muy poco va a cambiar en las preferencias electorales. Así es; López Obrador no brilló, en ninguno de los tres lo ha hecho, Meade estuvo elocuente y conocedor pero sin emoción, como siempre, Anaya fue más agresivo que en las dos veces anteriores y muy articulado en su discurso, como por norma lo es, el Bronco ocurrente tal cual es; pero el Peje sólo necesitó nadar de parguito para administrar su enorme ventaja y muy seguramente seguir de líder indiscutible.
     
    Ahora bien, no sorprendería que tal y como ha sucedido después de los anteriores debates, a pesar de lo poco destacado de sus intervenciones, que AMLO acreciente su ventaja.
     
    Aunque no fuera así, lo más importante de las siguientes encuestas es ver dónde sitúan a Meade. Si nos guiamos por la encuesta de la Coparmex y las de Reforma, Parametría y Oraculus, que es un concentrado de varias, Meade ya no tiene chance alguno de alcanzar a Anaya; pero si, sorpresivamente, lo colocan en el segundo sitio, Peña Nieto y el PRI van a agarrar aire para intentar el fraude. Su operativo ya está en marcha desde hace semanas, más, no sería ni mínimamente creíble un triunfo de Meade si en las próximas encuestas continúa en tercer lugar; necesitan colocarlo en segundo para lanzarse a fondo.
     
    El fraude priista tendría que ser el más grande de la historia para desconocer un muy posible triunfo de Morena. El Peje aventaja con aproximadamente 20 millones de votos a Meade, es una cifra gigantesca y ni siquiera los más experimentados magos de la alquimia tricolor, como René Juárez, podrían modificarla; pero Peña Nieto y sus operadores no dejan de soñar ni de abandonar sus atávicas costumbres políticas. El PRI siempre será el mismo. Nunca cambiará.
     

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