Con este título no queremos hacer referencia a la ópera de Giuseppe Verdi, sino continuar abordando el tema del destino, que es el argumento principal de la cuarta sinfonía de Tchaikovsky, que interpretó ayer la OSSLA y volverá a ejecutar este domingo, a las 12:30 horas, en el Teatro Pablo de Villavicencio.
El mismo Tchaikovsky explicó cada movimiento: “La introducción constituye el germen de la sinfonía toda, la idea de la que depende todo lo demás -el Destino inalcanzable, ineludible-. La desesperación y el desencanto se agigantan... al fin nos vence un dulce y tierno sueño que, poco a poco, se adueña del alma; pero era solo un sueño, y el Destino no hace despertar. De suerte que la vida es una alternancia persistente de la dura realidad con sueños que se desvanecen, y un aferrarse a la felicidad.
“El segundo movimiento expresa una nueva fase del sufrimiento: la melancolía que nos embarga cuando los recuerdos se agolpan en nosotros. A pesar de los momentos felices, uno se lamenta del ayer y se siente demasiado cansado para empezar a vivir otra vez; es más fácil permanecer pasivo y mirar hacia atrás; es triste y dulce hundirse en el pasado.
“El tercer movimiento es una sucesión de arabescos caprichosos que se suceden cuando la mente está vacía y la imaginación empieza a crear ideas intangibles: un campesino beodo, una breve canción callejera, un desfile militar. Las representaciones son inconexas, irreales, atropelladas y extrañas.
“El cuarto movimiento describe una fiesta campestre. Ante la alegría de los demás se olvida uno de sí mismo, pero el Destino inmisericorde reaparece para recordarnos quiénes somos. Los otros permanecen indiferentes a nuestra soledad y tristeza. La vida será soportable participando de estas hondas y sencillas alegrías”.
¿Soy marioneta del destino?