La generación de cristal

ENTRE COLUMNAS
    Creo que la verdadera generación de cristal era la nuestra. No teníamos el valor para protestar por las injusticias que veíamos todos los días. Por creernos ‘duros’, soportábamos y soportábamos estoicamente los abusos del Gobierno, de las instituciones; de la sociedad en general... Hoy, en un contexto de violencia e indolencia como nunca antes vista en México, necesitamos de estas y estos jóvenes mal llamados de ‘cristal’. Hoy más que nunca necesitamos de ellas y ellos para hacer cambios sociales, como todos esos grandes cambios que han logrado.

    Peyorativamente se le acostumbra llamar así a la generación de jóvenes que actualmente tienen entre 18 y 25 años de edad. El término fue acuñado por la filósofa española Monserrat Nebrera, y se refiere al comportamiento de los adolescentes de ahora que, “por todo se quejan y lloran”. Los relaciona con el cristal debido a la “fragilidad” emocional que se les acusa.

    Los integrantes de generaciones más antiguas, como la mía, afirman que, en nuestra infancia y adolescencia las cosas eran distintas. Por ejemplo, en el seno familiar se nos corregía a “cintarazos” o “nalgadas”. A los niños de ahora no se les puede gritar sin que se depriman. Mucho menos se les puede corregir a golpes.

    En la escuela primaria, si platicabas en clase, la maestra te jalaba las orejas o te daba un reglazo frente a todo el grupo. Si no contestabas acertadamente alguna pregunta, te mandaba al rincón del aula con las orejas de burro para humillarte frente a tus compañeros. Y pobre de ti si llorabas porque la burla era mayor. Ahora, ya no se puede un niño burlar de otro porque lo acusan de “bullying”.

    El uniforme escolar tenía que portarse a la perfección. Ahora las niñas quieren usar pantalón y los niños quieren usar falda. Qué esperanzas de ir a la escuela como lo hacen ahora, con el cabello azul o rojo. Con piercings en la nariz y tatuajes en los antebrazos. ¡Habrase visto!

    En mis tiempos, si un niño era homosexual se le “corregía” a golpes, tanto en casa como en la calle, hasta que se comportaba como todo un hombrecito. Curiosamente ahora la comunidad LGBTQ+ es más numerosa; están por todas partes. Ahora sin tapujos las parejas del mismo sexo se pasean de la mano frente a todo el mundo sin pensar en “qué dirán”. Las niñas y niños de ahora no conocen siquiera el concepto de “closet”.

    Para conseguir un trabajo, tenías que sufrirle primero. Empezar con un salario bajo y ganarte un aumento a los años. En muchos lugares te pedían que llevaras tus propias herramientas y/o medios de trabajo. Las jornadas de trabajo eran duras y extensas. Ahora, los jóvenes no quieren trabajar si no es en aire acondicionado, con un salario alto y jornadas de ocho horas o menos. Otros, sólo quieren trabajar desde casa.

    Ahora las chicas protestan por todo. Ya no las puedes golpear o someter porque te meten a la cárcel. Ni siquiera si es tu esposa tienes derecho a darle una cachetada. En la calle ya no les puedes decir nada a las muchachas porque te mandan un policía.

    En el Gobierno siempre teníamos al mismo partido y nadie decía nada. Simplemente así era y no pasaba nada. Ahora, en cualquier ciudad salen a marchar para exigir sus derechos políticos y en contra de los abusos de autoridad.

    Los viejos de hoy dirán: “así crecí y no necesité de terapia psicológica”. Ojalá eso fuera cierto.

    Por si usted, estimado lector, no ha percibido mi ironía en este texto, creo que la verdadera generación de cristal era la nuestra. No teníamos el valor para protestar por las injusticias que veíamos todos los días. Por creernos “duros”, soportábamos y soportábamos estoicamente los abusos del Gobierno, de las instituciones; de la sociedad en general.

    Hoy, en un contexto de violencia e indolencia como nunca antes vista en México, necesitamos de estas y estos jóvenes mal llamados de “cristal”. Hoy más que nunca necesitamos de ellas y ellos para hacer cambios sociales, como todos esos grandes cambios que han logrado.

    Gracias por ser de cristal y no de piedra. Gracias por no callarse y conformarse. Gracias por construir una mejor sociedad, no solo para ustedes, sino también para sus padres y abuelos.

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