La gente que nunca está postrada
Sinaloa se fortalece por cada caída

OBSERVATORIO
    Allí mismo deberían andar todos los políticos que desempeñan puestos públicos: empujando para que el Gobierno federal le meta velocidad a la ayuda que le urge a Sinaloa, pisando el lodo junto a la población que a como sea intenta regresar a la normalidad, armando fondos emergentes para atender el contexto de crisis sobre crisis en la planta productiva, y acopiando los bienes de consumo que se necesitan, ya, en las zonas más devastadas por ‘Nora’.

    Porque será larga la espera a que se defina y despliegue la ayuda federal para familias y sectores de Sinaloa afectados por las lluvias torrenciales que trajo el Huracán Nora, una primera evaluación permite reconocer la oportuna movilización y respuesta del Gobierno del Estado que pese al comportamiento zigzagueante del fenómeno meteorológico previno la pérdida de vidas humanas y la mayor afectación a los servicios esenciales. La labor de recuperación llevará tiempo, pero en algo tranquiliza el hecho de que el aparato público local se eficientizó ante embates climáticos incontenibles.

    En la primera línea del sistema de emergencias que atiende la contingencia está el Gobernador Quirino Ordaz Coppel, así como el plan DN-III de la Secretaría de la Defensa Nacional, Instituto Estatal de Protección Civil y cuerpos de rescate como Cruz Roja y Bomberos. A diferencia de desastres naturales anteriores, el mecanismo operó dinámico y sincronizado enfocado a salvar vidas y brindar abrigo a los que quedaron en estado de vulnerabilidad.

    Si se le pone atención al rostro de Quirino Ordaz durante su participación en las mesas de anticipación de daños, ya sea en el establecimiento de las alertas tempranas y durante la sesión en que solicitó declarar zona de emergencia en seis municipios sinaloenses, se le detecta un rictus de preocupación. Por supuesto que a cualquier servidor público le abatiría que en medio de la pandemia de coronavirus sobrevengan otros escenarios de dificultad que signifiquen figurativamente que llueva sobre mojado.

    Más si a las golpeadas actividades económicas se le añade la devastación, por ejemplo, de las granjas acuícolas en 8 mil hectáreas que pierden la producción de alrededor de 4 mil toneladas de camarón de granja, con un valor estimado en 400 millones de pesos. Están pendientes de evaluar los daños al campo, ganadería, pesca, la inversión pública que requerirá reparar las vías de comunicación y redes hidráulicas, lo que se necesitará destinar a la reconstrucción de viviendas y todo aquello que lleva años arruinado, aunque el problema resurgió con las lluvias. Los socavones que resurgieron en el Eje Federalismo en Culiacán y los hundimientos latentes por la vialidad Pedro Infante refrendan la necesidad de etiquetar recursos por el orden de los 300 millones de pesos para eliminar esas franjas de peligro.

    Se trata de dos regiones, centro y sur, que a duras penas se restablecen de las consecuencias de la emergencia sanitaria que lleva año y medio. De aproximadamente 30 mil personas que de alguna u otra manera se encuentran en condición de damnificados, de una cantidad indeterminada de viviendas que deberán ser reedificadas desde los cimientos, de pérdidas tan sencillas como los animales de crianza doméstica que para en los hogares marginados se traduce en escasez de alimentos. ¿Quién no se entristece por eso?

    Pero también está la tarea de mayor apremio. La obra humanitaria en la cual a Quirino Ordaz se le ha visto muy activo, yendo con las familias damnificadas y ofreciéndoles el primer aliento de la solidaridad del gobierno. En situación de desesperación cuenta bastante el hecho de que el funcionario deje la cómoda oficina y se meta al agua que a los afectados les llega a la cintura, pero sienten que está a punto de llegarles al cuello.

    Recordemos que en las inundaciones de años recientes, el Gobernador acudió a las zonas anegadas, anduvo entre lagunas y aquello que parecía pose para la foto se convirtió esta semana en el ejemplo de sensibilidad que la población necesita para esos momentos difíciles. Pudo convencer que no es fingimiento; que es la empatía que cualquier sinaloense siente con el prójimo caído en infortunios. Y claro que lo impostergable, y más tangible además, es que se ponga al frente de las gestiones para que junto al gesto humanitario fluya el apoyo para atender las necesidades de víveres, reconstrucción, rescate de actividades productivas y restablecimiento de servicios públicos y comunicación terrestre.

    Allí mismo deberían andar todos los políticos que desempeñan puestos públicos: empujando para que el Gobierno federal le meta velocidad a la ayuda que le urge a Sinaloa, pisando el lodo junto a la población que a como sea intenta regresar a la normalidad, armando fondos emergentes para atender el contexto de crisis sobre crisis en la planta productiva, y acopiando los bienes de consumo que se necesitan, ya, en las zonas más devastadas por “Nora”.

    Ya se sabe que Andrés Manuel López Obrador vendrá a Sinaloa en gira de trabajo el próximo 12 de septiembre. Antes deberá llegar la solidaridad del régimen de la Cuarta Transformación, en apuntalamiento de la tarea de reconstrucción iniciada por los sinaloenses en cuanto cayó la última gota de la lluvia torrencial. Si el Gobernador y el Presidente empujan en el mismo sentido, muy pronto la tierra de los once ríos se declarará lista para continuar librando los tantos desafíos que se le presentan empalmados.

    Reverso

    Venga pues esa mano amiga,

    La solidaridad que siempre fue,

    Para hacer menor la fatiga,

    Al poner a Sinaloa de pie.

    Lección de esperanza

    Al concretarse ayer el modelo escolar mixto de clases presenciales y a distancia, hubo la buena señal de que padres de familia y maestros toman confianza para regresar a los niños a las escuelas. Ese 24 por ciento de la matrícula escolar, que representa unos 139 mil alumnos, supera los cálculos de presencialidad que se hicieron y poco a poco los planteles irán normalizando sus actividades. A todos nos involucra y conviene que la buena salud prevalezca para que la calidad de la educación vuelva a estar por encima de miedos, politización y semáforos desatinados.

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