El amor es uno de los temas recurrentes en cualquier conversación, tratado y relación. Sin embargo, no siempre se habla del mismo tipo, grandeza y calidad. Hay amores (si se les puede llamar así) interesados, ficticios y aparentes, que son carnavalescos egoísmos disfrazados.
A través de las redes sociales también se manejan amistades y amores de acarameladas sonrisas y emoticones, pero no de auténticos sentimientos y emociones.
El filósofo Gonzalo Gamio precisó: “Ahora, por lo general, la amistad se asocia a la cantidad de contactos que tenemos más que a la calidad del vínculo que se puede tener con las personas. Pero si no hay una presencia real de estas personas en nuestras vidas, ¿qué sentido tendría hablar de amistad o de amor?”
En efecto, el amor no se puede reducir a esas precarias y defectuosas manifestaciones. El amor es siempre puro, sagrado y sublime, como plasmó Amado Nervo, en su poesía Tanto amor:
“Hay tanto amor en mi alma que no queda ni el rincón más estrecho para el odio. ¿Dónde quieres que ponga los rencores que tus vilezas engendrar podrían?”
Cuando el amor llena el corazón, escribió el bardo nayarita, no tienen cabida el rencor, egoísmo, venganza, odio y cualquier otra bajeza humana. El amor es siempre deseo de bienestar y promoción, nunca abriga rastreras intenciones:
“Impasible no soy: todo lo siento, lo sufro todo...Pero como el niño a quien hacen llorar, en cuanto mira un juguete delante de sus ojos se consuela, sonríe, y las ávidas manos tiende hacia él sin recordar la pena, así yo..., ante lo inenarrable de mi amor infinito, no siento ni el maligno alfilerazo ni la cruel afilada ironía, ni escucho la sarcástica risa. Todo lo olvido, porque soy sólo corazón”, expresó.