En poco menos de una semana, el actual Papa, León XIV, ha insistido en los ejes que considera importantes para vertebrar y modificar la faz del mundo: amor, fraternidad, comunión, colegialidad y un rotundo no a la guerra.
Desde su primer saludo como Papa, el jueves 8 de mayo, expresó: “Ésta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente”.
Agregó que Dios nos ama y ésta es la garantía de que el mal no prevalecerá: “Todos estamos en las manos de Dios. Por eso, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, ¡sigamos adelante!”. Exhortó a construir puentes a través del diálogo y encuentros, para ser un pueblo siempre en paz.
Asimismo, recordó su carisma de misionero agustino y citó humildemente las palabras del fundador de su Orden: “Con ustedes soy cristiano y para ustedes soy obispo”. Por eso, se pronunció por una Iglesia misionera, que construye puentes, que privilegia el diálogo y permanece siempre abierta para acoger a todos con los brazos abiertos, al igual que la inmensa plaza de San Pedro, para brindar caridad a quien lo necesita, con una presencia dialogante y amorosa.
Subrayó que la Iglesia tiene una tarea sinodal, es decir, de servicio; una Iglesia en camino que busca siempre la paz, que busca el amor y estar siempre muy cerca de los que sufren.
El domingo 11, después de la plegaria mariana conocida como “Regina Coeli” (Reina del cielo), expresó: “la gran tragedia de la Segunda Guerra Mundial, terminó hace 80 años, el 8 de mayo, después de haber causado 60 millones de víctimas”. Y rubricó: “¡Nunca más la guerra!”.
¿Fomento paz o guerra? ¿Amor u odio?