La influencia histórica de los peluqueros en la medicina

    alberto.kousuke@uas.edu.mx
    En lugar de estudiar anatomía en libros de texto, los barbero-cirujanos se formaban a través de largos aprendizajes. A menudo combinaban el conocimiento de la anatomía con la astrología, teniendo en cuenta tanto los síntomas del paciente como los eventos astrológicos correspondientes, como las fases lunares, al decidir el tratamiento. Al igual que muchas personas de la época, consideraban que la posición del sol, la luna y las estrellas era altamente significativa.

    En el vasto escenario de la historia, algunas figuras aparentemente insospechadas emergen como protagonistas inesperados. Durante siglos, los barberos (peluqueros; no de alguien que adula a una persona) de Europa occidental y septentrional no solo cortaban el cabello, sino que también realizaban una variedad de cirugías, desde extracciones dentales hasta suturas e incluso amputaciones se encontraban dentro de su repertorio.

    Hubo dos factores principales que llevaron a los barberos a ocupar esta posición. Antes de esto, estas intervenciones quirúrgicas eran realizadas principalmente por monjes. A los clérigos se les exigía por la Iglesia Católica llevar un corte de pelo muy específico llamado tonsura y eliminar todo vello facial, por lo que los monasterios generalmente tenían al menos un barbero. Dada su proximidad y habilidad para trabajar con cuchillas afiladas, estos barberos a menudo asistían en cirugías.

    En 1215, la iglesia emitió un edicto que prohibía a los monjes participar en cualquier acto que derramara sangre de manera deliberada. Al mismo tiempo, las universidades con escuelas de medicina estaban abriendo en toda Europa. Sin embargo, estos médicos se veían a sí mismos como académicos que nunca ensuciarían sus manos tocando sangre o usando cuchillos. La medicina y la cirugía se convirtieron en disciplinas separadas pero complementarias. Así que las operaciones quedaron en manos y tijeras de los barbero-cirujanos.

    En lugar de estudiar anatomía en libros de texto, los barbero-cirujanos se formaban a través de largos aprendizajes. A menudo combinaban el conocimiento de la anatomía con la astrología, teniendo en cuenta tanto los síntomas del paciente como los eventos astrológicos correspondientes, como las fases lunares, al decidir el tratamiento. Al igual que muchas personas de la época, consideraban que la posición del sol, la luna y las estrellas era altamente significativa.

    Alrededor del año 1300 d.C., el clima impredecible en el Atlántico Norte causado por lo que ahora se conoce como la Pequeña Edad de Hielo, provocó hambrunas regulares. A menudo, las personas tenían que elegir entre morir de hambre o comer harina de centeno contaminada con el hongo ergot. Esto llevó a enfermedades generalizadas, que en casos extremos causaban gangrena o la putrefacción del tejido corporal. Cuando se producía la gangrena, la única esperanza de salvar al paciente era mediante la amputación. Los barberos cortaban los miembros infectados, cubriendo los muñones con vejigas de vaca o cerdo mientras sanaban.

    Su trabajo no se limitaba solo a tiendas y monasterios. Los ejércitos necesitaban tanto peluquería como cuidado de heridas, y los barbero-cirujanos los acompañaban en campañas cerca y lejos. A lo largo de los siglos, los barbero-cirujanos contribuyeron con conocimientos importantes al establecimiento médico. Uno de los más famosos, Ambroise Paré, difuminó las líneas entre médico y barbero-cirujano al publicar libros de texto médicos y enseñar en la primera escuela de cirugía de Francia. En el Siglo 16, se hizo famoso como cirujano militar, en parte por abogar en contra de la práctica dolorosa y médicamente inútil de verter aceite hirviendo en heridas de bala. En su lugar, aplicaba un ungüento antiséptico de yemas de huevo, agua de rosas y trementina, que pronto se convirtió en el tratamiento estándar en los campos de batalla de toda Europa.

    Este singular enfoque también se manifestaba en la relación entre el barbero-cirujano y sus pacientes. A diferencia de los médicos académicos, los cuales a menudo se mantenían en una esfera distante, los barberos trabajaban en estrecha proximidad con sus comunidades locales. Conocían no solo los síntomas físicos de sus pacientes, sino también aspectos más amplios de sus vidas, integrando una comprensión holística de la salud.

    Para el Siglo 18, el conocimiento médico comenzó a avanzar rápidamente. Surgieron nuevas técnicas quirúrgicas para cerrar heridas, controlar la pérdida de sangre y realizar procedimientos complejos, como la extirpación de tejido canceroso. La cirugía se volvió más especializada, y bajo la presión del establecimiento médico, los barberos y los cirujanos pronto se separaron en ocupaciones claramente definidas. Los cirujanos y dentistas ingresaron a las filas de los profesionales médicos capacitados en universidades, mientras que los barberos permanecieron artesanos que aprendieron su oficio a través de aprendizajes.

    Aunque el concepto de que tu peluquero pueda realizar una cirugía pueda parecer hoy en día descabellado, la historia nos recuerda que estos hábiles barberos desempeñaron un papel vital en la evolución de la medicina. Sus métodos poco convencionales y su conexión única con la sociedad de su tiempo dejaron una marca indeleble en la historia médica. No se limitaron a ser meros practicantes de la cirugía, sino que fueron guardianes de conocimientos que abrazaban tanto la ciencia como la intuición.

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