La literatura: un magnavoz y una trinchera

EL OCTAVO DÍA

    ¿Cómo conciliar la literatura con la asfixiante vida moderna?

    La verdad es imposible. Así que hay que darlo todo, vivir inmerso en el inmenso mar de la literatura.

    Es la mejor forma de vivir la vida, cual cuerda en tensión sobre un laúd, donde la pasión por los libros es la clavija que la tensa, afina y hace vibrar. Toda alma es una melodía y la vida un instrumento.

    ¿Cómo surgen las ideas y las tramas?

    Uno ve o lee una historia y, flechazo, ya sabe uno qué hacer con ella, adonde te pueda llevar y empiezas a escribirla o llevarla en la mente, lo cual es otra forma válida de vivir la literatura.

    Es hacer y rehacer en cierta manera el trabajo que otros hicieron o vivieron y volver a reconstruir esos edificios interiores edificados, solo con otras vidas y el poder de la mente.

    La literatura es un magnavoz y una trinchera... cuando no es un barril para ocultarse.

    Una disciplina invisible, capaz de arrugar la terca superficie de la materia.

    Hay algo insuperablemente hermoso y puro en el lenguaje: nos pertenece a todos. El lenguaje es la representación más interna de la realidad y nos posee y arroba a todos.

    El mundo no es lo que vemos. La realidad es diferente y el arte nos ayuda a entrever lo verdadero.

    “" Soy un producto de todo lo que he admirado"”, decía el filósofo Søren Kierkegaard.

    Hoy, que se huye de las teocracias, el arte escultórico es la principal baja.

    Hay una larga frase memorable en la movie, Tren nocturno a Lisboa, que habla de ese dilema: “No quiero vivir en un mundo sin catedrales. Necesito el brillo de sus ventanas. Su silencio fresco. Su silencio imponente. Necesito la santidad de sus palabras, la grandeza de la poesía. Pero tanto como esto, necesito la libertad de rebelarme, contra todo lo que es cruel en este mundo. Pues una cosa es nada sin la otra. Y nadie puede obligarme a elegir”.

    Fin de la cita, principio de un reencuentro.

    No solo somos seres sociales o criaturas de costumbre. Necesitamos la bujía del arte.

    (En lengua francesa, de donde surgió en esa palabra, bujía significa vela).

    No se puede vivir sin dejar de experimentar, al menos cada cierto tiempo, una verdadera conmoción estética. Si no llega por sí misma, hay que salir a buscarla.

    Y si no llega, hay que provocar que ocurra en nuestra mente con la química natural de nuestras células.

    El arte es el medio más seguro de aislarse del mundo así como de penetrar en él.

    Pero cada vez cuesta más sostener y retener esa vocación.

    “Impón tu suerte, abraza tu felicidad y ve hacia el riesgo. Al verte, se acostumbrarán”, René Char.

    Uno es tan solo el pasajero de un Titanic al que no conocemos ni de vista y al menos sabemos hundirnos con gracias y música de violines.

    “¿Cómo conciliar la literatura con la asfixiante vida moderna? La verdad es imposible. Así que hay que darlo todo, vivir inmerso en el inmenso mar de la literatura. Es la mejor forma de vivir la vida, cual cuerda en tensión sobre un laúd, donde la pasión por los libros es la clavija que la tensa, afina y hace vibrar. Toda alma es una melodía y la vida un instrumento”.
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