La naturaleza es muy sabia en el transcurrir del tiempo en nuestra vida, aunque a veces nos fastidie o incomode el peso de la edad y la rapidez con que la vejez engulle la frescura y lozanía de nuestro cuerpo.
Sí, la eterna tentación humana ha sido cómo frenar el proceso del envejecimiento, tal como lo planteó Óscar Wilde en “El retrato de Dorian Gray”. Sin embargo, como él mismo constató, quien no envejezca tampoco gozará realmente de la vida, ni disfrutará la compañía y convivencia de su familia, amigos y compañeros.
En efecto, quien no envejece se vuelve ególatra, soberbio, ávaro, ruin y malvado. El mismo Wilde, expresó: “Haría cualquier cosa por recuperar la juventud... excepto hacer ejercicio, madrugar, o ser un miembro útil de la comunidad”. Solamente quien envejece valora el tiempo que regala y comparte con los demás, porque es un tiempo que generosamente ofrenda de la vida que se escapa entre sus dedos.
Por eso, no se comprende el afán con que se gastan millones de pesos en cirugías, tratamientos y en la permanente búsqueda de postergar lo más posible los signos de la edad. Cada etapa de la vida tiene su encanto, dulzura y candor, siempre y cuando se viva con gozo, plenitud y amor.
En otra ocasión, citamos también la lúcida expresión del escritor, economista y profesor español, José Luis Sampedro: “Para mí es un poco el final y agradezco que todo haya sido tan hermoso... el arte de la vejez es arreglárselas para acabar como los grandes ríos, serena, sabiamente, en un estuario que se dilata y donde las aguas dulces empiezan a sentir la sal y las saladas, un poco de dulzura. Y cuando te das cuenta ya no eres río sino océano”.
¿Disfruto cada etapa?