La meritocracia en el servicio público

ALDEA 21
    En México, como sucede también en otros países, cuando la meritocracia se evalúa con criterios políticos, en las instituciones públicas predomina el desarrollo de capacidades que tienen que ver más con valores adscriptivos, de lealtad hacia un grupo o proyecto político y no el interés y propósito de la institución pública a la que representan...

    El concepto meritocracia tiene sus orígenes en Gran Bretaña en una época posterior a la Segunda Guerra Mundial, creado por el sociólogo, Michael Young, quien ponderaba la meritocracia como el sistema político en el cual los bienes económicos y del poder se otorgan a los individuos sobre la base del talento, el esfuerzo y los logros. Una idea bastante seductora desde el punto vista del sentido común, sin embargo, la idea de Young del ascenso por el mérito, ha generado una polémica muy diversa, sobre todo en sociedades democráticas en las que se pregonan la igualdad y la equidad en los derechos y oportunidades de la población.

    Aunque de principio la idea del mérito sugiera algo justo y conveniente, en la realidad social no lo es tanto, debido a que en la práctica ha desvirtuado su función social de acuerdo a la circunstancia y el entendimiento que se le otorga como valor general en una sociedad.

    Para algunos, una sociedad meritocrática es la que se organiza alrededor de los principios del logro, las capacidades, talentos y esfuerzo de los individuos, pero para otros una sociedad meritocrática es excluyente, pues no todas las personas tienen las mismas oportunidades para desarrollar sus talentos y capacidades, ya que no es lo mismo nacer en una familia pobre que en una de clase media, como no lo es tampoco para quien nace en familia de clase media frente a los de una de clase alta, puesto que los méritos siempre estarán en función de las oportunidades que la propia circunstancia les ofrece para poder demostrarlos.

    Ahora bien, otros estudios sobre el tema de la meritocracia, han demostrado que no sólo la idea del mérito tiene un juicio selectivo que fomenta desigualdad, sino que en los gobiernos, las instituciones se vuelven presas de una meritocracia que se considera como un logro en lo personal y en aquella basada en criterios de filiación política.

    En México, como sucede también en otros países, cuando la meritocracia se evalúa con criterios políticos, en las instituciones públicas predomina el desarrollo de capacidades que tienen que ver más con valores adscriptivos, de lealtad hacia un grupo o proyecto político y no el interés y propósito de la institución pública a la que representan, en tanto que siempre estará en primer plano la búsqueda de ascenso en la escala política, sin importar el daño a la función pública. En estos casos, los méritos reconocidos son los relacionados con la lealtad, rectitud y talento para potenciar intereses de una clase política al interior de las instituciones públicas y no para con el cumplimiento de la responsabilidad pública de la institución.

    Por otra parte, la meritocracia basada en las oportunidades obtenidas por circunstancias de privilegios, es decir, de aquellos que por pertenecer a cierta élite económica o de poder, tienen acceso a cargos públicos por el tráfico de influencias o porque sus méritos se valoran por haber estudiado en universidades privadas muy costosas, han generado en el servicio público un desencuentro entre la responsabilidad social y la indiferencia individualista del mérito.

    Para el politólogo harvariano, Micheal J. Sandel, en una sociedad desigual, quienes aterrizan en la cima quieren creer que su éxito tiene una justificación moral. En una sociedad meritocrática, eso significa que los ganadores deben creer que se han “ganado” el éxito gracias a su propio talento y esfuerzo, les han hecho creer que sus logros son sólo obra suya y de nadie más, y que quienes no logran ascender es por culpa propia.

    Esta es una carga muy pesada para los jóvenes, nos dice Sandel, y tiene un efecto corrosivo en la sensibilidad cívica, puesto que, cuando más nos concebimos como seres hechos a sí mismos y autosuficientes, más difícil nos resulta aprender y desarrollar la gratitud y humildad, sentimientos sin los cuales cuesta mucho preocuparse por el bien común.

    Estos efectos nocivos de la meritocracia, han estado presentes en mayor o menor medida en los últimos años en México, egresados de universidades de élite, desempeñaron un papel protagónico que llevó al fracaso las políticas sociales de los gobiernos neoliberales, como resultado de la indolencia moral de los llamados, “juniors” de la política.

    Sandel explica que ante el ideal meritocrático, se ignora, desde el punto de vista político, una cuestión moral importante: por un lado fomenta en los que acceden como ganadores del mérito, una soberbia generacional que se vuelve un contrasentido en el servicio público; y por otro lado, en los que son excluidos, produce humillación y resentimiento. Estos sentimientos de exclusión y humillación producto de la desigualdad social en el País, se reflejaron en los resultados de la elección del 6 de junio.

    Todo un reto para los nuevos gobiernos de Morena, que ofrecen cumplir los propósitos de la 4T, más allá de proyectos y propuestas en materia económica, política, social y educativa para generar políticas que rompan la inercia de bajo crecimiento económico, incremento de la desigualdad y pérdida de bienestar para las familias, pues se requiere también romper con las inercias de la meritocracia del privilegio neoliberal y los intereses mezquinos de la clase política.

    Hasta aquí mi análisis, los espero en este espacio el próximo viernes.

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