La 'misión' de transformar Sinaloa (I)

    Planes de Desarrollo han ido y venido, la conformación de un Consejo para el Desarrollo Económico (Codesin), empresarios metidos a políticos porque ellos ‘no roban y sí le entienden’, secretarías que nacen y secretarías que mueren, coordinaciones varias en Pesca, proyectos estratégicos, innovación, desarrollo sustentable, etc; elefantes blancos vendidos como panaceas, millones de pesos repartidos en apoyos al emprendimiento; pero nada de esa imaginación ha sido suficiente para sacar a Sinaloa de sus dos grandes inercias: la media tabla económica y la prevalencia de la inseguridad.

    Sinaloa lleva 20 años siendo el 2% del PIB nacional. Los gobernadores más recientes del PRI y el PAN, desde Aguilar Padilla, López Valdez y Ordaz Coppel, fueron incapaces de romper esa mediocridad. El adjetivo no es mío sino del plan estatal del actual Gobernador, Rubén Rocha Moya, quien fuera jefe de asesores de dos de ellos.

    En 2005, 17 años atrás, el PIB per cápita de los sinaloenses era de 109 mil 532 pesos y el estado ocupaba la posición 16 de 32. Al 2020 el PIB per cápita de un sinaloense ascendía a 122 mil 170 pesos, lo que nos ubicaba en el lugar 15 del país. Un crecimiento de 11.5% a pesos constantes en tres lustros.

    En esos últimos 20 años también, Sinaloa acumuló poco más de 20 mil homicidios, 5 mil desaparecidos oficiales y algunos hechos lamentables para el imaginario narco del país como las marcha pro-Chapo y el Jueves Negro. Atrocidades que ya hemos normalizado.

    Planes de Desarrollo han ido y venido, la conformación de un Consejo para el Desarrollo Económico (Codesin), empresarios metidos a políticos porque ellos “no roban y sí le entienden”, secretarías que nacen y secretarías que mueren, coordinaciones varias en Pesca, proyectos estratégicos, innovación, desarrollo sustentable, etc; elefantes blancos vendidos como panaceas, millones de pesos repartidos en apoyos al emprendimiento; pero nada de esa imaginación ha sido suficiente para sacar a Sinaloa de sus dos grandes inercias: la media tabla económica y la prevalencia de la inseguridad.

    Seguimos siendo el granero de México en tiempos de sequía, cambio climático y post pandemia. Y nos reconocemos en los nuevos villanos del cine hollywoodense: narcos latinos que hablan como sinaloenses.

    Acaso el único cambio estructural relevante y reciente en nuestra economía estatal sucedió por una gran obra de infraestructura hecha con recursos públicos: una carretera que en 2013 conectó a Mazatlán con La Laguna y que es la razón del boom inmobiliario y turístico que vive el puerto. Gracias a ese conjunto de túneles y puentes, los de Durango tienen playa y a los mazatlecos el éxito les cayó encima.

    Pero a pesar de la inversión en vialidades y áreas turísticas de la ciudad, ese éxito empieza a mostrar inconvenientes: Mazatlán es el municipio del estado con el mayor número de personas desaparecidas, su policía municipal ha sido acusada de abusos y desaparición forzada, el drenaje revienta a cada rato, sectores completos de la ciudad se inundan, el abasto de agua es insuficiente y la zona rural sufre de escasez con frecuencia, el caos y la saturación vial ya son motivo de demora, la falta de regulación en zonas turísticas provoca quejas y conflictos y una de sus principales islas sufre los estragos de la contaminación. Mientras, el Alcalde actual vive inmerso en la frivolidad al tiempo que dispendia recursos públicos en adjudicaciones directas millonarias y viajes superfluos. La lección es que el desarrollo, si no es planeado e inclusivo, no es sostenible.

    Ante ese escenario, la pregunta es: ¿podrá el Gobernador Rocha Moya transformar Sinaloa o seguirá administrando la inercia?

    Uso las cursivas en el verbo que más repite la narrativa lopezobradorista y a la que el Gobernador oriundo de Badiraguato se adhiere para reiterar su fidelidad al movimiento que lo llevó al máximo poder del estado: transformar.

    Antes de intentar responder, habría que establecer una premisa temporal: 6 años son insuficientes para transformar un estado, pero son más que suficientes para definir una visión ambiciosa de largo plazo y sentar las bases (instituciones, normas y proyectos) para conseguirla. Rocha, como el primer Gobernador de Sinaloa emanado de la izquierda, tiene la oportunidad de gobernar con esa altura de miras y generosidad política.

    El reto es enorme. En primer lugar, el estigma narco y la violencia se encuentran profundamente arraigados en la cultura local y son, tristemente, la marca de la casa hacia afuera. Si usted escribe Sinaloa en Netflix, la plataforma de streaming de mayor penetración de mercado en México, encontrará 27 resultados de películas y series relacionados con narcos, drogas y violencia. Acaso la única distinta es la producción de “Maradona en Sinaloa”, pero cuya sinopsis explota el estigma: “Docuserie sobre la llegada del gran Diego Maradona a Culiacán para dirigir a los Dorados en el corazón del Cártel de Sinaloa”.

    La narrativa narco pop se exagera por lucrativa pero abreva de una realidad dolorosa: el poder violento que las familias del Cártel de Sinaloa despliegan en el estado y el resto del país. Ahí están las balaceras, los desaparecidos, la corrupción, el lavado de dinero, la narcopolítica, el miedo instaurado por décadas, con tal de mantener la hegemonía sobre los territorios donde operan sus negocios ilegales. Una situación imposible de esconder tras el ingenuo discurso del “somos más los buenos”.

    Por otro lado, al inicio de un nuevo gobierno de alternancia, sirve repensar el modelo económico del estado y hasta dónde el “sentido social” que el Gobernador Rocha Moya apuntala como el sello de su gestión será suficiente para generar condiciones de prosperidad que arranquen a los jóvenes de Sinaloa de la nómina del crimen organizado y permitan que nuestro talento no emigre del estado.

    Porque por más que se repita desde la mañanera, los programas sociales son insuficientes para disputarle al crimen organizado la cooptación que hace de jóvenes como punteros, halcones, puchadores, sicarios. A abril de 2022, el padrón de Jóvenes Construyendo el Futuro en Sinaloa ascendía apenas a 5,473 beneficiarios.

    Sinaloa no es una isla y a pesar de que la trayectoria del Gobernador Rocha ha sido la de un político moderado capaz de trabajar para los gobiernos en turno, es un hecho que la confianza para la inversión a nivel nacional no es la mejor. El discurso de López Obrador dinamita a diario la relación público-privada, al tiempo que los pactos con la otrora “mafia del poder” se mantienen intactos. Ahí están los datos que demuestran cómo desde 2018 la inversión nacional se vino abajo y la pandemia acentuó esa caída de la que todavía no nos recuperamos. Solo la inversión extranjera directa muestra resultados positivos.

    En suma, el contexto mundial es complejo: calentamiento global, cadenas de suministro bajo presión, altas tasas de inflación, la guerra de Rusia-Ucrania, la instalación de las 3 P´s que señala Moisés Naím en su libro más reciente: populismo, polarización y pos-verdad; del que no escapa México y al que se suman otros problemas nacionales de “siglo pasado”: una crisis humanitaria en materia de homicidios y desaparecidos, una impunidad cuasi absoluta y el dominio del crimen organizado en amplios territorios del país ahora con variantes de narco-terrorismo.

    Misiones

    La economista Mariana Mazzucato propone en su libro Misión Economía (2021) que la manera de resolver problemas “perversos” (complejos, enormes e inmunes a soluciones simples) como los que enfrenta Sinaloa ahora es con un enfoque “orientado por misiones”.

    ¿Y qué son las misiones? Son asociaciones entre los sectores público y privado que buscan responder a la pregunta: ¿qué es necesario hacer y cómo podemos organizar los presupuestos para lograr esos objetivos?

    Basada en la experiencia de la misión que llevó al hombre a la luna, Mazzucato nos explica que las misiones implican repensar el gobierno para repensar el capitalismo. Cito: “los gobiernos se han creído la ideología de que su papel es simplemente arreglar los problemas, no alcanzar objetivos audaces”. Pero el gobierno “puede y debe guiar la dirección de la economía como “inversor de primer recurso” y asumir riesgos” (pag. 21).

    El verdadero problema, nos dice Mazzucato, es socializar los riesgos y privatizar los beneficios. Pensar solo en la redistribución y dejar de lado una lógica más previsora: la predistribución; ésta desde un punto de vista de la conformación de los mercados y no solo de su ajuste. Las misiones consisten en crear mercados, no en corregir sus fallos.

    Mazzucato otra vez: “abordar los grandes retos si reimaginamos el Gobierno como un prerrequisito para reestructurar el capitalismo de una manera inclusiva, sostenible e impulsada por la innovación” [...] Implica cambiar la relación entre los sectores público y privado, y entre ellos y la sociedad civil, de modo que trabajen de manera simbiótica en pos de un objetivo común. La razón por la que hay que repensar el Gobierno es sencilla: solo este tiene la capacidad de llevar a cabo una transformación a la escala necesaria”. (pag. 160).

    Un gobierno así requiere de una nueva economía política basada en siete pilares para pasar de una buena teoría a una buena práctica y que explicaré en una próxima entrega junto con el análisis del Plan Estatal de Desarrollo propuesto por Rocha Moya, pero antes que eso hay un asunto clave a resolver: ¿de quién debe ser esa visión que determina cuáles misiones perseguir?

    En el caso de las misiones sociales, aquellas que van más allá de lo técnico, resulta esencial interactuar con los ciudadanos; es decir, la visión debe surgir de manera intersectorial y fluir de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Es un trabajo colectivo que concierne al Gobierno, al sector privado, a la sociedad civil y a los medios de comunicación. Hay método para eso.

    Hoy, Sinaloa tiene por primera vez en mucho tiempo una tasa de homicidio (21) inferior a la media nacional (28) -sin contar a los desaparecidos que son más que los homicidios- y más cercana a los tiempos previos a la “guerra contra el narco”, hay un gasoducto funcional, se construye importante infraestructura hidráulica en el sur, la carretera que viene de Durango seguirá trayendo turismo a Mazatlán, donde además avanza un parque aeroespacial y un acuario de primer mundo y se planea una fuerte inversión logístico-portuaria de gran calado en Dimas, San Ignacio, entre otros proyectos trascendentes.

    Viene entonces la pregunta más difícil para políticos, empresarios, medios y ciudadanos: ¿Qué tenemos que hacer para responder al reto que tenemos enfrente si queremos construir un estado próspero y pacífico para nuestros hijos?

    Sobre eso la siguiente entrega.

    Mazzucato, Mariana. Misión Economía: una guía para cambiar el capitalismo. Taurus, 2021.

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