La presidenta número 29

    @LaClau / Animal Politico / @Pajaropolitico
    La llegada de una mujer al Ejecutivo en México representa un paso importantísimo en la lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres en el país y en el mundo (como lo ha representado la llegada de cada mandataria en sus respectivos países), y representa un paso vital para el país porque abre la posibilidad de construir una nueva manera de interactuar y hacer política en la democracia mexicana. Pero el cambio de fondo tenemos que hacerlo todas y todos deconstruyendo la visión patriarcal y machista que ha caracterizado la política mexicana y nos toca generar conciencia y sumar esfuerzos en ese sentido.

    ¿Quién será la número 29?, nos preguntamos en México. Al 15 de septiembre del 2023 existen en el mundo, de acuerdo con ONU Mujeres, 28 Jefas de Estado y/o de Gobierno.

    Habrá elecciones en diferentes países este año y el próximo, y habrá presencia de mujeres candidatas participantes, lo que podría modificar esta cifra. Lo que sigue quedando en evidencia es que existe a nivel mundial un rezago en la presencia y participación de mujeres mandatarias.

    Han existido avances, por supuesto, pero aún así la representación de las mujeres en la toma de decisiones del mundo sigue siendo bajísima y la igualdad de género se alcanzará en 130 años.

    El organismo internacional también señala:

    Que las mujeres representan el 22.8 por ciento de miembros de Gabinete dirigiendo Ministerios que lideran un área política.

    Que sólo hay 13 países en los que las mujeres ocupan el 50 por ciento o más de los puestos de ministras del Gabinete que dirigen áreas políticas.

    Que las cinco carteras más ocupadas por ministras son Mujer e igualdad de género, Familia e infancia, Inclusión social y desarrollo, Protección social y seguridad social, y Asuntos indígenas y minorías.

    En las elecciones del 2 de junio del 2024 se elegirá a la persona que ocupará la presidencia mexicana por 66ava vez en el país y hasta el momento -por primera ocasión en la historia- las contendientes son dos mujeres: Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum. De seguir esta tendencia, podríamos tener la certeza de que será una mujer a quien digamos “señora presidenta” en el futuro cercano y si las cifras no cambian, será la Jefa de Estado y Gobierno número 29 en el mundo.

    La participación de las mujeres en la posición política más alta de un país genera todo tipo de expectativas y preguntas que van desde “¿realmente una mujer puede hacer una diferencia?” a “faltan mujeres preparadas para dirigir un país o participar en política o lo que sea”.

    Pareciera que la única pregunta que puede hacerse es si una mujer es capaz de tomar decisiones y gobernar, cambiar el rumbo de la política, así como el fondo y la forma de la misma y la premisa de este supuesto es que tiene que demostrarlo. Llevamos doscientos años y pico de vida independiente en el país y nadie ha cuestionado si los hombres que han estado al mando podían hacerlo. Ni qué decir de la historia de la humanidad. La premisa histórica ha sido que son hombres y se asume que pueden. Sus resultados han demostrado que muchos eran y son incompetentes y otros no, pero no se ha puesto en duda que por ser hombres pudieran ocupar los cargos que han ocupado. ¿Por qué se tiene que cuestionar que por tener cromosomas XX las capacidades políticas de las mujeres son limitadas?

    Habría que empezar por deconstruir la cultura política heteropatriarcal que existe y predomina. Si bien han habido cambios en las últimas décadas y América Latina es una de las regiones que lleva la vanguardia en materia de cambios y reforma de leyes en igualdad y participación política de las mujeres, la cultura predominante sigue caracterizándose por los sesgos y el predominio de estereotipos y el sexismo de sociedades que demeritan lo femenino y le dan valor prioritario a lo masculino.

    Un ejemplo clarísimo es el uso del lenguaje que define a un hombre público como “hombre que tiene presencia e influjo en la vida social” y a una mujer pública como “prostituta” y a una mujer de gobierno como “Criada que tenía a su cargo el gobierno económico de la casa”.

    Existen asuntos que son de fondo y que nos invitan a reconsiderar las preguntas que deberíamos hacernos respecto a este cambio de estafeta de mano:

    ¿Cómo es que las mujeres representando el 50 por ciento de la población del mundo y hasta el 52 por ciento en algunos países como México, tienen una presencia limitada en la toma de decisiones y en la definición del futuro de los países?

    ¿Qué hace falta para deconstruir instituciones, leyes y políticas patriarcales que en la forma tratan a las personas por igual pero que de facto excluyen o tratan de manera desigual a las mujeres?

    ¿Cómo deconstruir una cultura sexista, machista que estereotipa y objetiviza a las mujeres?

    Si no nos hacemos otro tipo de preguntas seguiremos fortaleciendo una narrativa que exige de las mujeres lo que no exige de los hombres. Cuando Xóchitl o Claudia lleguen al poder se les juzgará y evaluará por ser mujeres y se espera -como se espera siempre del Tlatoani que en nuestra historia ha ocupado la silla presidencial- sea omnipresente y haga uso de las facultades metaconstitucionales que su posición le posibilita y se les mirará a través del lente de la política, los modos y formas heteropatriarcales. ¿Será porque seguimos negando e invisibilizando la posible existencia de Atotoztli en nuestra historia política? Será una de ellas quién gobierne al país, pero será necesario como nunca ampliar la participación de facto de las mujeres en los otros poderes y en todos los órdenes de gobierno y también será necesario construir una narrativa incluyente, diversa e igualitaria sobre la participación política de las mujeres.

    La llegada de una mujer al Ejecutivo en México representa un paso importantísimo en la lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres en el país y en el mundo (como lo ha representado la llegada de cada mandataria en sus respectivos países), y representa un paso vital para el país porque abre la posibilidad de construir una nueva manera de interactuar y hacer política en la democracia mexicana. Pero el cambio de fondo tenemos que hacerlo todas y todos deconstruyendo la visión patriarcal y machista que ha caracterizado la política mexicana y nos toca generar conciencia y sumar esfuerzos en ese sentido.

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!