La rebelión escobarista: página olvidada de un general mazatleco

EL OCTAVO DÍA
    domicilioconocido@icloud.com
    La última batalla fue en Nogales, Sonora y no concluyó en masacre total por la intervención negociadora de los militares estadounidenses, listos en su lado de la frontera, en espera de los acontecimientos. Escobar también supo ser prudente y no llevó a los suyos a un sacrificio inútil.

    No aparecieron ni mencionados de manera general en nuestros libros de texto, pero luego de la Revolución Maderista, se dieron varios intentos de golpes de estado en diversos puntos del país.

    La última conjura fue todavía en los años 60, cuando el General Celestino Gasca fraguó levantarse fallidamente contra López Mateos... y aun no entiendo por qué se llama como él una población cercana a La Cruz de Elota, hoy convertida en spa y centro turístico playero.

    El levantamiento del General Gonzalo Escobar duró alrededor de tres meses y en él participaron un número aproximado de 50 mil personas con un saldo de 2 mil muertos al final de la contienda, dato menor si revisamos la cantidad e impacto de los involucrados. Al comienzo de las hostilidades, Escobar estaba al mando de casi 30,000 hombres, incluido un gran contingente de indios yaquis

    La rebelión inició el 4 de marzo de 1929, día de la toma de posesión del Presidente Herbert Hoover y eso no fue coincidencia.

    Escobar esperaba que, de ganar algunas batallas y tomar rápidamente el control del gobierno, recibiría el reconocimiento de la administración de Hoover por defecto, ya que sus políticas exteriores aún no estaban definidas; pero Hoover respaldó a Portes Gil y la constitución establecida.

    Esto tuvo un impacto significativo en el resultado de la rebelión, según el columnista Drew Pearson, quien dijo que muchas de las guarniciones que desertaron para unirse a la revuelta pronto regresaron al gobierno federal al enterarse de la decisión de Hoover.

    A pesar de que en ese momento se daba la Guerra Cristera y a Escobar le hubiera sido útil una alianza con ellos, en ningún momento cayó en ese oportunismo. De cierta forma, respetó a sus compañeros de armas. (Otros dicen que jamás se pusieron de acuerdo).

    Plutarco Elías Calles, Secretario de Guerra y Marina pero dueño del poder político y con apoyo gringo, aniquiló al movimiento en un tiempo breve. Los rebeldes formaron dos zonas de ataque, una en el noreste encabezada por el General Escobar y la otra en el noroeste, por el General Francisco R. Manzo.

    Por el lado federal, Elías Calles designó a dos grandes columnas de defensa, la del noreste al mando de Juan Andrew Almazán y la del noroeste a cargo del General Lázaro Cárdenas.

    Una vez sofocado el levantamiento, la mayoría de los generales sublevados emigraron a los Estados Unidos, aunque otros fueron fusilados en caliente, al modo de don Porfirio.

    La última batalla fue en Nogales, Sonora y no concluyó en masacre total por la intervención negociadora de los militares estadounidenses, listos en su lado de la frontera, en espera de los acontecimientos. Escobar también supo ser prudente y no llevó a los suyos a un sacrificio inútil.

    Cárdenas indultaría años después a todos los fugitivos y con eso terminaría por un tiempo esa orgía de generales buscando el poder en México a punta de cuartelazos, aunque en 1938, Saturnino Cedillo intentaría lo propio con Lázaro Cárdenas, ya Presidente.

    Gonzalo Escobar nació en Mazatlán. Trabajó durante varios años en la casa comercial de la firma Wohler Bartining, que estuvo ubicada en la calle Belisario Domínguez y Constitución, según informa el cronista Roberto Tirado Castelo.

    No era cualquier militar: al momento de la asonada era uno de los oficiales más populares del ejército mexicano, destacado por su papel en la derrota de Pancho Villa en la batalla de Ciudad Juárez; el logro de aplastar la rebelión Delahuertista en 1923 y la de Eliseo Gómez Serrano en el 27. También fue uno de los miembros del polémico Consejo de Guerra que condenó a muerte a Felipe Ángeles por instrucciones de Carranza. Al recibir el indulto, hay que destacarlo, su grado le fue restablecido en el Ejército.

    Ustedes pueden encontrar en la red información general sobre el movimiento en general, hay hasta una novela importante escrita en clave y en tono de farsa que ya es un clásico: “Los relámpagos de agosto”, de Jorge Ibargüengoitia.

    Al ocurrir el Movimiento Renovador, en Mazatlán era jefe de la zona militar el general de Brigada Jaime Carrillo, a quien los mazatlecos apodaron “El general Varita de Nardo” porque su canción favorita era justamente “Varita de nardo”.

    La semana próxima detallaremos aspectos poco conocidos de estos combates en Mazatlán y el resto de Sinaloa.

    Periodismo ético, profesional y útil para ti.

    Suscríbete y ayudanos a seguir
    formando ciudadanos.


    Suscríbete
    Regístrate para leer nuestro artículo
    Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


    ¡Regístrate gratis!