"La revocación de mandato y la democracia"

“México no debe volver atrás; no se cambia de caballo a la mitad del río”, dijo Vicente Fox en marzo del 2006. Utilizaría expresiones similares durante la campaña electoral en que se disputaban la presidencia Calderón y AMLO, las cuales fueron razón para que AMLO y el PRD alegaran que la elección había sido manipulada. El Tribunal Electoral estuvo cerca de cancelarla por esos comentarios.

 

Ahora, AMLO quiere una elección intermedia donde la pregunta central sea si el Presidente continúa o no con su trabajo. De esto se trata la llamada revocación de mandato. Esto le permitiría hacer campaña defendiendo sus logros. Implicaría una intervención directa del Presidente en una elección federal. Ni en los años de la hegemonía del PRI había algo así.

 

Es el cambio más profundo a nuestro sistema presidencial y a la lógica con la que se construyó un sistema electoral con una razonable equidad. Es la clásica estrategia de mover con suficiente rapidez un tema controversial para que la sociedad no se dé cuenta de lo hecho hasta que sea demasiado tarde. En 24 horas, la Cámara de Diputados planchó la reforma constitucional.

 

No estoy de acuerdo con la revocación de mandato. Llevaría a un ciclo político aún más corto al actual. Pero si está en el programa del actual gobierno, hagámosla bien. Si su objetivo no fuera manipular el proceso electoral del 2021, que incluirá 13 elecciones a gobernador, podrían disipar esa crítica simplemente haciendo la consulta de la revocación seis meses después. 

 

Decir que no se desea hacer así para ahorrar dinero es cínico, dado que la reforma incluye la posibilidad de hacer consultas populares en cualquier momento, aunque no coincidan con la elección federal.

 

AMLO vivió condiciones adversas en casi todas las elecciones en las que compitió. El caso extremo fue el desafuero impulsado por Fox para tratar de quitarlo de la boleta en el 2006. Al final, fue su mejor plataforma de arranque de campaña, pero ello no quita que fue un esfuerzo tramposo para sacarlo de la competencia. 

 

El año pasado fue la excepción. Entonces AMLO contó con el apoyo de Peña Nieto, en particular de su acusación de lavado de dinero contra Anaya. Por cierto, acusación que AMLO nunca criticó. 

 

Yo creo que AMLO realmente busca la justicia y la equidad social. No creo que pretenda reelegirse, como lo firmó el martes. Sin embargo, ahora con todo su poder, ¿se volverá un político vulgar, deseoso de imponerse en los procesos electorales a partir de una posición de privilegio? ¿Por qué no deja al ciudadano decidir en libertad si se queda o se va, en una elección cuyo único objetivo sea ése?

 

El día del desafuero, AMLO les dijo a los diputados presentes en el Congreso: “No soy ingenuo. Ustedes ya recibieron la orden de los jefes de sus partidos y van a actuar por consigna, aunque se hagan llamar representantes populares”. Hoy, su partido se comporta igual. Todos votan siguiendo sus instrucciones, aunque en el pasado hayan defendido la necesidad de asegurar elecciones equitativas. Si aún fueran oposición, por mucho menos que una propuesta como la de la revocación de mandato, tomarían la tribuna y paralizarían con marchas y plantones a la Ciudad de México.

 

Para la oposición de Morena en el Senado, cómo frenar o modificar esta reforma constitucional es crucial para su futuro político. PAN, PRI, PRD y MC representan el 43.4 por ciento del voto emitido el año pasado para esta cámara. Es una parte importante del electorado que votó por ellos porque deseaba un contrapeso a AMLO.

 

Si AMLO está en la boleta en la elección intermedia del 2021, la fragmentación de la oposición puede aumentar. El PRI incluso corre el riesgo de desaparecer. ¿En qué contexto un senador de la oposición podría votar a favor de esta reforma constitucional? Sólo bajo una presión muy fuerte o una promesa muy jugosa. Pronto veremos quién es quién.

 

@carloselizondom  

Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey