La riqueza poética

    En este mes dedicado a la poesía conviene detenernos a considerar la profunda riqueza de la palabra. La filósofa española María Zambrano reflexionó en la diferencia existente entre la palabra de la poesía y la palabra de la poesía.

    Comenzó por aclarar que ninguna de las dos disciplinas tenía el monopolio sobre la palabra, puesto que las dos la alcanzaban desde distinto prisma: “No se encuentra el hombre entero en la filosofía; no se encuentra la totalidad de lo humano en la poesía. En la poesía encontramos directamente al hombre concreto, individual. En la filosofía al hombre en su historia universal, en su querer ser. La poesía es encuentro, don, hallazgo por gracia. La filosofía busca, requerimiento guiado por un método”.

    Especificó que tanto el filósofo como el poeta buscan anidar en la realidad, pero desde diverso acercamiento: el filósofo, “quiere la realidad, pero la realidad poética no es sólo la que hay, la que es; sino la que no es; abarca el ser y el no ser en admirable justicia caritativa, pues todo, todo tiene derecho a ser hasta lo que no ha podido ser jamás. El poeta saca de la humillación del no ser a lo que en él gime, saca de la nada a la nada misma y le da nombre y rostro. El poeta no se afana para que de las cosas que hay, unas sean, y otras no lleguen a este privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lo que no hay, llegue a ser. El poeta no teme a la nada”.

    Para Zambrano, la palabra del poeta es maleable y cercana, es instrumento que no dispersa, sino que hermana; es ardiente tizón que no teme ser devorado ni consumido.

    ¿Descubro y disfruto la riqueza poética?

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