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Columna

La semana de todas las cosas

EL OCTAVO DÍA

    Vaya caos vial con La Semana de la Troca, evento heredado del desaforado alcalde anterior, que se apoderó de nuestras calles y un poquito de nuestra paciencia.

    Bienvenidos sean siempre los turistas, pero como que ya hay que cambiar el concepto: estos eventos que solo son de ruido, problemas de tráfico y donde solo se quema gasolina y veneran marcas deberían quedarse allá en los años 80.

    El conflicto: Mis amigos del fraccionamiento Antiguo Aeropuerto no podían salir ayer y tuvieron que rebelarse, además de que el tráfico desquiciado tuvo efecto en zonas aledañas.

    Fuera esto el Maratón Pacífico, que es una justa comunión deportiva, o una tradición centenaria como el carnaval, podría entenderlo, aceptarlo, de mejor manera.

    No veo gran sentido en promover una cultura de arrancones o “tunear” las naves por pura vanidad impura.

    Esto no es amargura o envidia mía a esos niños crecidos. Yo tuve dos poderosos vehículos como los que aparecen en el anuncio. Una Willys 52 y una Grand Wagoner Limited 86. Ahora traigo una Cherokee y el único lujo que le he dado en ocho años son sus llantas All Terrain -para no poncharme en carretera- y pintarla de blanco y negro -cuando ya fue necesario- porque mi hijo quería que pareciese de Stormtropper.

    Lo bueno: Ahora bien, hay que reconocer lo positivo de una derrama económica amplia en la ciudad. Aunque lleguen a hogares particulares o renta vacacional, siempre hay un consumo que se multiplica en los habitantes del puerto.

    También es el hecho de que exista una organización y se coordinen con las autoridades y todo no sea tierra sin ley es algo agradecible. Hay pueblos en que llegan hordas motorizadas sin previo aviso y se arma la de San Quintín.

    Debo reconocer que estuve yo en la glorieta Valentinos de pie cuando el tráfico se detuvo la tarde del sábado, en gran medida porque la gente se atravesaba para tomarse selfies con los vehículos, pero vi llegar a tiempo a los esforzados y siempre criticados agentes de tránsito a poner orden y fluidez. Bravo.

    En los últimos años previos a la construcción del puente a Durango y el regreso de los cruceros, sólo en la semana de la moto revivía un poco la economía durante la semana de Pascua. No olvidemos esa inicial bendición en donde no se veía como remontar al destino turístico.

    Ahora tenemos que aprender a vivir con el ruido y el turismo vandálico que a veces olvida que existen leyes y los derechos de ellos terminan donde comienzan los de los demás ciudadanos.

    Vivimos el costo de un progreso. Botes de basura rebosados, fallas en drenaje, autobuses foráneos obstruyendo el paso, vecinos escandalosos en la casa vecina que hoy es de renta, aurigas aún más escandalosas. Todo eso ocurre en la semana en que nos suceden todas las cosas.

    Nos tocó vivir el final de una época y no sólo fue por la pandemia.

    En fin, la semana de la troca ojalá encuentre su sitio, y saludo la noticia de que la semana motociclista se llevará a cabo en el área vecina al centro de convenciones un espacio donde no afectará tanto a esta ciudad asfixiada por sus vialidades tan peculiares. Mazatlán es una península que se está extendiendo en forma triangular, sin posibilidades de un anillo periférico.

    Además los mazatlecos no decimos “troca”... aquí son camionetas, a la manera francesa, como elegante diminutivo de camión: camionette.

    “Trocas”, “troques” y “Trucks” son de tierras bárbaras de más arriba, así que mejor allá que se queden esos estruendos tribales motorizados y serán siempre bienvenidos cuando se les dé un espacio que no interfiera con los que somos de a pie y placeres sencillos y tranquilos.

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