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"Opinión"

"La subjetividad del trópico"

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21/09/2018

    Arturo Santamaría Gómez

    “En Tabasco la naturaleza tiene un papel relevante en el ejercicio del poder público. En consonancia con nuestro medio, los tabasqueños no sabemos disimular. Aquí todo aflora y se sale de cauce. En esta porción del territorio nacional, la más tropical de México, los ríos se desbordan, el cielo es proclive a la tempestad, los verdes se amotinan y el calor de la primavera o la ardiente canícula enciende las pasiones y brota con facilidad la ruda franqueza”.
     
    En Sinaloa se podría suscribir casi íntegro este párrafo que escribió AMLO en uno de sus primeros libros. La tierra de los 11 ríos no presume la exuberancia tropical de Tabasco ni llueve tanto, ¡pero vaya que sí hay calor y humedad! Donde las similitudes son muy grandes entre sinaloenses y tabasqueños es que, ambos no saben disimular, son apasionados y francos. En Sinaloa como en Tabasco todo aflora y se sale de cauce.
     
    Quizá por lo anterior, Sinaloa fue el estado norteño que más votó por el Peje. Y quizá por eso Quirino le cayó bien a Andrés Manuel. Es posible que de Culiacán para arriba la franqueza y la “bronqueza” sean mayores, pero de Mazatlán a Escuinapa la bullanguería, el lenguaje altisonante, la calidez personal y el rápido tuteo son insuperables y parece que esto último imperó en el encuentro del Presidente electo y el Gobernador.
     
    No sé si a Quirino le gusta que todos lo tuteen pero a él sí le gusta tutear con todo y palabrotas. Desconozco cómo le habla el Peje a otros, pero todos, al menos en los mítines, le hablan de tú y él no utiliza palabras non sanctas.
     
    Lo anterior son simples comentarios a la subjetividad de dos políticos y de dos personalidades colectivas. Lo realmente importante es saber si la química que se estableció entre los dos políticos va a contribuir que a Sinaloa le vaya bien, y que en esta región amloista del País vaya a imperar la gobernabilidad, lo que implicaría una necesaria y urgente reducción de la violencia, la impunidad y la corrupción, así como un más alto desarrollo económico y social.
     
    En su gira por Tepic y Mazatlán, AMLO hizo gala de su estilo político a tal grado que se desbordó y provocó tempestades con lo que declaró en la capital nayarita. Ahí dijo que el País estaba en bancarrota y al otro día esas palabras se convirtieron en la primera plana de los principales diarios y noticieros de México. A lo largo de la semana sería el tema político dominante.
     
    Según las coordenadas del pensamiento económico dominante, aquel que evalúa el desenvolvimiento de la economía a partir del crecimiento del PIB y más particularmente de las ganancias del capital y no de los logros del trabajo asalariado, no hay, por supuesto, una bancarrota aunque haya bajo crecimiento. Pero, si la situación económica se ve desde la perspectiva de los trabajadores, los cuales han visto disminuir sus salarios reales de manera significativa desde los años ochenta, y si se toman en cuenta indicadores sociales, como violencia, inseguridad, mala educación y mala atención médica, sin tomar en cuenta otros factores, pues sin duda que este sector de la sociedad sí que experimenta una larga y penosa bancarrota.
     
    Sin embargo, tienen razón quienes dicen que ese término se utiliza tradicionalmente para hablar de una situación financiera en quiebra, lo cual, sin ser nada buena en México, y más bien es crecientemente mala si hablamos de deuda pública, no exhibe, a final de cuentas, números rojos.
     
    En efecto, López Obrador tiene a la vez la virtud y el pecado de decir las cosas con un lenguaje directo, sencillo, pero que no siempre es el más preciso, y cuando no es así, se sale de cauce.
    Pero también es muy cierto que numerosos comentaristas se desbocaron en sus opiniones, llegando a decir, sin fundamento alguno, que esa declaración podría provocar fuga de capitales, inestabilidad financiera y demás cosas por el estilo. Nada de eso sucedió, la bolsa de valores no se inquietó, ni se devaluó el peso, ni salieron corriendo los inversionistas porque el capital es bastante más objetivo y frío que las mentes de gran parte de la comentocracia mexicana.
     
    En el País todos necesitamos tomar un poco de té de tila para serenarnos. Es cierto que AMLO está sometido a enormes y diarias presiones, pero él también, con su temperamento tabasqueño, suele levantar olas innecesarias, aunque esto no parece importarle mucho mientras su popularidad no descienda. Según Parametría, su índice de aprobación sigue arriba del 70 por ciento, así que se enoja por las críticas pero no se acongoja ni se apachurra.
     
    Posdata
    Justo cuando escribía que en Sinaloa no llovía como en Tabasco, la naturaleza me desmintió y las aguas nos desbordaron por todos lados. Mi solidaridad con todos los afectados.
     

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