La tentación por silenciar a periodistas. UAS y prensa son aliados no enemigos

OBSERVATORIO
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    El micrófono, el pódium y las redes sociales son como armas que tantos quisieran colocar en la sien de los trabajadores de la información. Con facilidad se piensa que nada resulta alterado si se le apunta con índice de fuego al periodismo, sin embargo, en la incitación va implícita la posibilidad de que alguien, por órdenes o motu proprio, decida consumar el ataque creyendo que tal arrojo le será reconocido por los sujetos que están bajo el escrutinio de la ley.

    Horas antes de que el periodismo y la familia recordaran el ataque criminal que en 2011 le quitó la vida a Humberto Millán, fundador del medio Adiscusión, al cual le siguió la muerte de la justicia para beneplácito de la impunidad, según expuso su hijo César Millán, se volvió a escuchar la arenga de aquellos que insatisfechos por la sangre ya derramada en la prensa sinaloense quisieran nuevas víctimas para impedir lo que, según ven ellos desde el fanatismo iracundo, son noticias tergiversadas por reporteros y medios respecto al litigio en curso entre la Fiscalía General del Estado y la Universidad Autónoma de Sinaloa.

    La instigación contra periodistas, posiblemente lanzada para provocar que alguno de los exaltados se anime a consumar la agresión, lacera más por el hecho de surgir desde las entrañas de la gloriosa alma máter que constituye el único reservorio para la paz, la inteligencia y el diálogo que le queda a la tierra de los once ríos, cada vez más mancillada por la barbarie. Allí aprendimos, y lo harán las actuales y próximas generaciones, que la fuerza del raciocinio ha de estar siempre por encima de las tentaciones del salvajismo.

    Quizá por la indefensión en que está el periodismo, como lo patentizan los crímenes perpetrados contra Humberto Millán, Javier Valdez, Óscar Rivera, Gregorio Rodríguez, Luis Enrique Ramírez y una larga lista de inmolados, es que se vuelve fácil azuzar contra la prensa profesional cuando ésta da a conocer hechos de los cuales la delincuencia y corrupción organizadas no quieren que la sociedad se entere.

    Sólo así se entendería que para periodistas de Ríodoce y Espejo el peligro haya escalado a lo inadmisible. Para el semanario ya hubo la consecuencia de uno de sus reporteros agredido y amenazado por empleados de seguridad de la UAS, el 8 de junio durante el acto de informe del Rector Jesús Madueña, y el reciente 23 de agosto uno de los locutores universitarios, haciendo uso de recursos comunicacionales institucionales, advirtió al mismo medio de “vamos a seguir a Ríodoce. Lo vamos a seguir”, señalando a quien daba cobertura para dicha tribuna de la audiencia judicial.

    Ese miércoles también prendió la incitación dictada contra la prensa cuando la directora de Becas al Desempeño Académico de la UAS, Rosa Duarte Quintero, se apersonó en la fila de ingreso a la sala del Juzgado que ventila el caso Fiscalía-UAS, increpando a periodistas a qué medio representaban y al conocer la respuesta determinó que “todos son unos vendidos”. En el caso del reportero de Espejo le reclamó que se había dormido en la audiencia anterior, generándose la aclaración de que el aludido no asistió al Tribunal el día que se vinculó a proceso a Jesús Madueña por el supuesto delito de abuso de autoridad.

    Todo pudo quedar así, en un altercado originado por la satanización a medios de comunicación que se impulsa desde el aparato de gobierno de la Universidad, a no ser que Duarte Quintero publicó en su muro de Facebook señalamientos falsos contra el periodista de Espejo y, lo más grave, difundió imágenes del rostro de éste evidenciando que la UAS está registrando fotográficamente a los reporteros que cubren las audiencias, y que sus funcionarios usan las redes sociales para crear un clima de peligro para medios y comunicadores, unos dándole forma a la agresión y otros difundiéndolas aún sabiendo que el Código Penal de Sinaloa determina de seis meses a cuatro años de prisión a quien utilizando violencia evite se ejerza la actividad periodística o de personas defensoras de derechos humanos, u obstaculice, impida o reprima la libertad de expresión o la actividad realizada por estos gremios.

    El micrófono, el pódium y las redes sociales son como armas que tantos quisieran colocar en la sien de los trabajadores de la información. Con facilidad se piensa que nada resulta alterado si se le apunta con índice de fuego al periodismo, sin embargo, en la incitación va implícita la posibilidad de que alguien, por órdenes o motu proprio, decida consumar el ataque creyendo que tal arrojo le será reconocido por los sujetos que están bajo el escrutinio de la ley.

    Proponer la aniquilación del que piensa diferente, en este caso los que tienen la obligación de informarle a la sociedad sean cuales sean los intereses que se sientan afectados, no es cosa que deba plantear o permitir la Universidad porque denota el deterioro de sus cimientos de civilidad. En lo que respecta a Espejo, presentamos la queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos como en su momento lo hizo Ríodoce al estar en riesgo uno de sus reporteros durante la cobertura al segundo informe del Rector.

    Los peligros de la intransigencia escalarán a más alto riesgo conforme entre a sus etapas cruciales el proceso legal en curso contra funcionarios de la UAS. Ojalá que esto lo perciban a tiempo la CEDH y el Instituto para la Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, ubicando a observadores en torno a los estrados judiciales antes de que en los próximos años, en estas fechas, estemos deplorando otras acciones criminales contra el periodismo como aquella que hace doce años inmoló a Humberto Millán y mató también a los sistemas de procuración e impartición de justicia.

    Reverso

    ¿Podrás águila rosalina,

    Salvaguardarnos bajo tus alas,

    Y con tu canto que conmina,

    A civilidad en vez de balas?

    Castañeda debía irse

    Según los criterios de la Secretaría de la Defensa Nacional no deben durar mucho tiempo en sus cargos los militares asignados a los estados del País para desempeñar cargos de seguridad pública, porque al enquistarse en los aparatos de gobierno podría la delincuencia someterlos a sus intereses ilícitos. Con casi 5 años al frente de la SSP de Sinaloa, atravesando incluso la barrera política de cambio de Gobernador, ya no está a discusión si el Teniente Cristóbal Castañeda dio buenos o malos resultados. Debía irse antes de que el narco lo abdujera por completo.

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