La vida eterna

ÉTHOS
16/08/2025 04:00
    El agnóstico escrito Javier Cercas aceptó el reto de viajar con el Papa Francisco a Mongolia, como lo constatamos en las últimas columnas, para ofrecer a su madre una certeza de la vida eterna.

    Si el agnóstico Javier Cercas aceptó el reto de viajar con el Papa Francisco a Mongolia, como lo constatamos en las últimas columnas, fue para ofrecer a su madre una certeza de la vida eterna.

    En el capítulo 7 de su libro, se preguntó si el Cardenal Ravasi dio a entender que no estaba seguro de la vida eterna y que esta pregunta causaba angustia y desasosiego; o, si por el contrario, prefirió evadir la respuesta y afirmar que la resurrección de la carne y la vida eterna deben tomarse de manera simbólica; o, al menos, que su fe no era tan grande y sencilla como la de su mamá, o la clásica fe del carbonero (la fe de una persona sencilla y culturalmente asumida; una fe aprendida, heredada, no razonada, según la expresión que hizo popular Miguel de Unamuno).

    Señaló que todas las personas a las que consultó sobre la escritura del libro aseguraron que Francisco respondería “con una evasiva, (una metáfora, un circunloquio, una cita evangélica, la glosa de un pasaje bíblico), que el Papa no diría que no creía que mi madre no volvería a ver a mi padre después de muerta, porque no podía decirlo, pero tampoco que sí lo creía, porque no se atrevería a decírselo a un maldito intelectual ateo”.

    Sin embargo, el mismo Cercas admitió que lo que define al cristianismo es su creencia en la vida eterna, como predicó Pablo de Tarso: “Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana su fe” (1 Co 15,14). Éste, reafirmó, es el deseo de todos los deseos.

    En otras palabras, refirió, «El hombre no cree en la inmortalidad porque cree en Dios, sino que cree en Dios porque cree en la inmortalidad”.

    ¿Creo en la vida eterna?