La vocación del maestro

ÉTHOS
15/05/2021 04:10
    “’Maestro, antes que alguien que enseña algo, es un alguien ante el cual nos hemos sentido vivir en esa específica relación que no proviene tan solo del valor intelectual. La acción del maestro trasciende el pensamiento y lo envuelve, sus silencios valen a veces tanto como sus palabras y lo que insinúa puede ser más eficaz que lo que expone a las claras’”.

    El ministerio o servicio del maestro es uno de los más hermosos y gratificantes que existen. Decimos servicio porque se trata de una sublime vocación, más que de un simple oficio, empleo, profesión u ocupación. Manuel García Morente, quien escribió una introducción al estudio de la filosofía que fue muy popular en el nivel preparatoria en los años 70, señaló que el maestro debía tener tres grandes virtudes: “sabiduría, dedicación y abnegación”.

    La filósofa María Zambrano recordó con cariño a sus grandes maestros: José Ortega y Gasset y Xavier Zubiri, entre otros. Resaltó que la vocación del maestro es la mediación que ejerce ejemplarmente sobre el alumno a través de su presencia y su palabra, en un grado transmisor por excelencia: “Y el maestro ha de ser quien abra la posibilidad, la realidad de otro modo de vida, la de verdad. Una conversación es lo más justo que sea llamada la actitud del maestro”.

    El maestro, subrayó, no enseña solamente ciencia, sino vida: “Maestro, antes que alguien que enseña algo, es un alguien ante el cual nos hemos sentido vivir en esa específica relación que no proviene tan solo del valor intelectual. La acción del maestro trasciende el pensamiento y lo envuelve, sus silencios valen a veces tanto como sus palabras y lo que insinúa puede ser más eficaz que lo que expone a las claras”.

    Zambrano remarcó fuertemente la importancia del maestro: “No tener maestro es no tener ante quien preguntar y, más hondamente todavía, no tener ante quien preguntarse. Quedar encerrado dentro del laberinto primario que es la mente de todo hombre originariamente; quedar encerrado como el Minotauro, desbordante de ímpetu sin salida”.

    ¿Tuve maestros con auténtica vocación? ¿Ejercieron su servicio con sabiduría, dedicación y abnegación? ¿Transmitieron no sólo ciencia, sino vida?