Las cuatro estaciones

    Antonio Lucio Vivaldi nació en Venecia el 4 de marzo de 1678. Tocando el violín junto con su padre viajó con él por el territorio de la entonces República de Venecia. Ingresó al Seminario a los 15 años, y después de un tiempo, le fue autorizado desempeñarse como ostiario, exorcista, acólito y diácono antes de ordenarse como sacerdote a los 25 años. En su paso como maestro de música en el Ospedalle de la Piettá (un Orfanato para niños de la calle o de bajos recursos), logró que sus alumnos obtuvieran importantes reconocimientos por su avanzado desempeño musical. De afición musical prevaleciente sobre las obligaciones religiosas. Se cuenta que componía música aún cuando oficiaba misa.

    Alrededor de 1737, siendo maestro de capilla en la Corte de Hesse Darmstadt, Gobernador de Mantua, desarrolló una relación muy cercana a su musa y principal corista Anna Tessieri Giró. Ahí inspirado además por la belleza de la campiña, compuso Las Cuatro Estaciones que en su tiempo fue considerada una revolución musical.

    Las conclusiones de los estudios realizados acerca de la obra de Vivaldi, concuerdan en describirlo como un compositor innovador a quien le atribuye una forma de estructura musical rítmica que busca contrastes armónicos en medio de alta formalidad, generando piezas llamativas y llenas de vitalidad. Vivaldi alardeaba sobre la facilidad con la que era capaz de componer sus piezas, jactándose que era más rápido que los copistas de partituras, labor que se realizaba a mano con pluma de tinta y largos pliegos.

    La magia de Las Cuatro Estaciones es que su compositor logra plasmar en cada uno de los movimientos, escenas musicales apropiadas para cada estación del año.

    Como Vivaldi, estamos a punto de repetir las últimas cuatro estaciones que iniciamos en la primavera del año pasado por la pandemia. Al inicio nos vimos forzados a adaptar formas de vida, tanto estudiantil como hogareña o laboral. Focalizados en el reordenamiento del tiempo, y espacio, ... pasó un año... transcurrieron las cuatro estaciones, cada una mostrando su belleza y esplendor natural al exterior, pero la vida se percibe bajo una realidad y perspectiva distinta.

    La sana distancia y las medidas sanitarias deberán permanecer a pesar de la vacuna y los vacunados. La primera no elimina del todo la posibilidad de contraer el virus, y los segundos por su parte, pueden ser portadores asintomáticos del mismo. Desde nuestra nueva conciencia al revalorar la vida, transcurrirán de nuevo cuatro estaciones.

    En medio de lo que es realmente posible, ¿cómo replantearé mis metas personales o laborales durante este segundo año?

    ¿Qué aspectos, prioridades de mi vida o trabajo puedo dejar pospuestos por no ser prioridad?

    ¿Qué aspectos de mi vida dejé olvidados o descuidados y requiero traerlos sin tomar de pretexto la pandemia?

    ¿Qué tengo que hacer para mantener la congruencia en medio de una nueva forma de vida, para que el pensar, sentir y hacer signifiquen un mismo actuar?

    En la actividad diaria, ¿hasta dónde las aplicaciones digitales son una ayuda o una amenaza real que desdibuja lo verdaderamente importante?.

    Suficientes cuestionamientos para reflexionar... Tenemos cuatro nuevas estaciones para hacerlo. El mundo llama a continuar creciendo.

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