Las estatuas (masculinas) de Mazatlán

ENTRE COLUMNAS

    Durante un convivio familiar y disfrutando de una carne asada, platicábamos mi familia y yo, sobre un artículo recientemente publicado por la socióloga nayarita Lourdes Pacheco, titulado: “Violencia urbana: la estatuaria masculina en Nayarit”. En éste texto Lourdes hace una crítica al conjunto de monumentos y estatuas que existen en aquella entidad; que en su gran mayoría hacen honor a personajes masculinos de la historia nayarita. Sólo una estatua existe en todo el estado en honor a una mujer.

    Como ejercicio inmediato hicimos la reflexión sobre el estatuario mazatleco. Al instante nos vino a la mente, por supuesto, la estatua de Lola Beltrán; ubicada en la calle del mismo nombre en cruce con la avenida del mar. Haciendo un esfuerzo, recordamos el busto en honor a Romanita de la Peña; filántropa mazatleca del Siglo 19, ubicado en un jardín de la plazuela Machado, pero éste fue retirado en el año 2015. Y ¿después?

    Haciendo un recuento de los monumentos antropomorfos, tan sólo en la franja turística, tenemos estatuas en honor a personajes masculinos ilustres, sobre todo en el ámbito artístico, como a Pedro Infante, José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, José Alfredo Jiménez, Fernando Valadés y Cruz Lizárraga. Tenemos el monumento a Benito Juárez en la explanada Sánchez Taboada, que nos recuerda al ilustre político, y el monumento de “Los peloteros” en el malecón que hace referencia al icónico equipo de béisbol, Los Venados de Mazatlán.

    Existen esculturas con siluetas femeninas que no se refieren a mujeres específicas con nombre y apellido, como “La mujer delfín” y “La Sirenita y el amor”, ambas ubicadas en la Carpa Olivera. O el de “La mujer mazatleca” y el de la “Bella Lola” ambas en Olas Altas, que representan a todas las novias o esposas de los marinos que cuando éstos regresan, los reciben con un cálido abrazo.

    Tenemos esculturas de parejas, como el de “Continuidad de la vida”, ubicado también en Olas Altas. O el de “Alegoría marina” (mejor conocida como Monos Bichis) y el monumento a “La Familia”; ambos en la avenida del mar.

    Otros monumentos sin figuras humanas son el de la “Pulmonía”, el de los “Lobos Marinos”, los dos monumentos al “Venadito”, y más recientemente el monumento a “La Perla del Pacífico”.

    Sin duda alguna, los monumentos de hombres ilustres lo tienen bien merecido, además del mérito artístico de sus creadores. Pero, ¿acaso en la historia de Mazatlán no hay mujeres ilustres?

    Por supuesto que en nuestra ciudad ha habido mujeres en el campo cultural e intelectual que bien merecen ser inmortalizadas en un monumento. Por la amplia ignorancia de quien esto escribe, sólo mencionaré a cuatro.

    Una de ellas, fue Haydeé Escobar, intelectual del Siglo 19 quien colaboraba con textos literarios para El Correo de la Tarde con el seudónimo de “Cecilia Zadi”, esta mujer destacó como poetisa que escribió Versos a un Ángel; una colección de poemas. También contribuyó con su hábil y creativa pluma a la revista Bohemia Sinaloense, editada en Culiacán desde 1897. Colaboró con poemas y textos en prosa, y en 1897 resultó ganadora en el concurso de poesía convocado por dicha revista.

    Otro espacio laboral con presencia femenina en el siglo decimonónico fue el educativo. En 1863, la señora María de los Ángeles Arce, se negó a estar recluida en el hogar, y emprendió iniciativas como fundar un instituto de enseñanza primaria y secundaria para niñas.

    Lo mismo haría varias décadas después –justo en el cierre del siglo y la apertura del Siglo 20- la profesora normalista Locadia Padilla, quien regresó a Mazatlán; su tierra natal, después de su labor docente en Guadalajara y Hermosillo. En Mazatlán ella echó a andar el Colegio Progreso.

    No muy lejos de Mazatlán, en la ciudad de Concordia hay un monumento a una mujer, que bien merece ser replicado en el puerto, me refiero al de la “Nana Chon”. Ella fue una mujer que dejó huella en la historia de Sinaloa tras su valiente enfrentamiento con representantes del ejército francés en las épocas de la intervención francesa en el sur de Sinaloa. En su memoria, pero con dedicación a todas las madres, hoy celebran su día.

    Los monumentos, estatuas y bustos de una ciudad hablan mucho de su gente; de su historia y de su cultura. Terminamos mi familia y yo, aquella tarde, con la conclusión de que en cada ciudad siempre han existido mujeres destacadas en todas las áreas, que talvez han trabajado en el anonimato o bajo pseudónimos masculinos. Que el estatuario, tanto en Nayarit, como en Sinaloa -y tal vez en todo México- es el reflejo de la hegemonía masculina de nuestra sociedad actual, que bien podríamos etiquetar como machista.

    Finalmente, mi familia y yo brindamos aquella tarde, con la idea de que en la actualidad hay muchas mujeres sinaloenses que seguramente serán inmortalizadas a la postre en monumentos, más allá de la representación en siluetas erotizadas o imagen de esposas y madres abnegadas. Sino en símbolos de mujeres empoderadas; emprendedoras, intelectuales, científicas y tecnólogas.

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