Aprender de nuestra historia no sólo es importante, es necesario. La historia es el relato que inventamos como humanidad para rastrear de dónde venimos, cómo llegamos hasta aquí, y hacia dónde vamos. Conocerla nos permite la posibilidad de hacer una revisión de aquello que sin duda no deberíamos repetir.
Pero, ¿por qué no es así? Una revisión a la misma, nos enseña que una y otra vez solo en distintos contextos, vamos repitiendo capítulos oscuros, guerras, conquistas, caos, pandemias, rechazo a lo diferente, miedo y odio a los otros, como si estuvieramos condenados en nuestra programación a repetirla.
¿Será falta de educación histórica?, es decir; nos encantan las historias simples, de buenos y malos, de blanco y negro, un relato construido por los vencedores, sin matiz alguno que permita esbosar en detalle que fue lo que ocurrió. ¿Y por qué modificamos la historia? ¿Poder, ambición? Las luchas por el poder, control y riqueza a costa de repetir los ciclos dañinos. O tal vez sea la inmediatez, esta idea en la que siempre pensamos en la urgencia aquello que tenemos enfrente, pensando en los beneficios inmediatos e ignorando las consecuencias a largo plazo.
También he pensado en la negación y el olvido voluntarios, en las que se decide abiertamente ignorar el pasado porque enfrentarlo nos resulta doloroso, o simplemente no nos es conveniente. Esto nos lleva a una especie de “amnesia historica” donde se minimizan o jusitifican errores pasados. ¿O cómo explicaríamos que el idiota más adinerado del mundo haga un saludo nazi y se justifique diciendo que era “romano” como si el primero no dependiera del segundo?
Y por supuesto las estructuras económicas, sociales y culturales, que están tan arraigadas como el machismo, el colonialismo, el racismo y las desigualdades estructurales que parecen inquebrantables y que cambiarlos depende del esfuerzo de generaciones enteras que tendrían que sostenerse en un compromiso casi utópico.
Tal vez sean todas las anteriores, pero ¿cómo rompemos ese ciclo? Que acaso somos incapaces darnos cuenta que conocer a detalle nuestra historia nos permitiría no repetir estos errores, nos dota de herramientas que permitan adaptarnos a un mejor presente y construir un mejor futuro, nos regala una visión más humana y justa del mundo, porque podemos entender las luchas de los otros, y sobre todo puede funcionar como una brújula, para construir un futuro más consciente, sostenible y pacífico.
¿Cuántas guerras faltan para entender que la Tierra es una isla? Una isla de la que no saldremos navegando pronto. Una isla cuya comunidad está destinanda a la autodestrucción si seguimos con esta incapacidad de aprender. Aprender de aquello que fuimos y construir eso que queremos ser.
Gracias por leer hasta aquí.
Es cuánto.