@rodolfodiazf
Es común que al enfrentarnos a problemas y situaciones difíciles sintamos que nuestras fuerzas flaquean, pero lo esencial es que no nos declaremos vencidos ni derrotados. No debemos permitir que el cansancio y desaliento tomen el timón de nuestra vida; al contrario, es necesario levantar la moral y enfilar la nave hacia nuevos puertos.
En muchas ocasiones se concibe la moral solamente como un código de prohibiciones o un catálogo de deberes que se tienen que cumplir.
Sin embargo, como señaló Adela Cortina, “hoy la moral es un artículo de primera necesidad precisamente porque nuestras “sociedades avanzadas”, con todo su avance, están profundamente desmoralizadas: cualquier reto nos desborda”.
El enfado de Ortega y Gasset cuando se reducía la moral a mandamientos era superlativo. Lo importante para él era levantar la moral, no erigir un muro de contención. “Me irrita este vocablo, ‘moral’.
Me irrita porque en su uso y abuso tradicionales se entiende por moral no sé qué añadido de ornamento puesto a la vida y ser de un hombre o de un pueblo. Por eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, no en la contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que adquiere cuando de alguien se dice que está desmoralizado.
“Entonces se advierte que la moral no es una performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad y por ello no vive su vida, y por ello no crea, ni fecunda, no hinche su destino”.
¿Levanto mi moral? ¿Me doblego ante la dificultad?