Llega narcoguerra al norte de Sinaloa
Que venga García Harfuch a explicar

OBSERVATORIO
06/05/2025 04:02
    Los hechos de ayer en el centro-norte del estado no dejan lugar a dudas de que la acción sostenida de la delincuencia avanza prácticamente a todo Sinaloa.

    Tendría que echarse la vuelta a Sinaloa de vez en cuando el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, para levantar aquella expectativa de paz que generó por allá en diciembre de 2024 al ponerse frente al operativo de la contraofensiva federal a la guerra que libran los hijos de Ismael “El Mayo” Zambada y los de Joaquín “El Chapo” Guzmán, que ahora amplían las hostilidades hacia el norte del estado donde también se ha roto la pax narca.

    Lo sucedido el sábado en la comunidad San Joaquín del Municipio de Sinaloa, con la muerte de un militar y tres más heridos al chocar con un grupo de civiles armados, y la movilización ayer de convoyes de sicarios en Guamúchil y Mocorito, son suficientes motivos para encender los focos de alarma porque el conflicto intracártel en lugar de apagarse arde más con las ascuas de la violencia incontenible y terrible. Ya van varios sucesos de nota roja en la franja del norte que advierten de la disolución de pactos y acuerdos que sostenían la pacificación con hilos de sangre.

    Poco a poco los municipios de Salvador Alvarado, Mocorito, Choix, El Fuerte, Ahome, Guasave y Sinaloa se agregan a los campos de batalla del narco y de la arremetida militar y policial contra la conflagración doméstica en el Cártel de Sinaloa. Los días recientes dan cuenta del asedio delincuencial a familias de la región serrana de Choix que huyen de la amenaza del uso de drones con explosivos; las balaceras en El Fuerte que sacan a relucir los enormes arsenales del narco; la colisión violenta que ha llegado a plazas comerciales del centro de Los Mochis, y los convoyes de sicarios que se desplazan a sus anchas en Guasave.

    Los hechos de ayer en el centro-norte del estado no dejan lugar a dudas de que la acción sostenida de la delincuencia avanza prácticamente a todo Sinaloa. De proseguir esto así la tierra de los once ríos resistirá poco en los esfuerzos por recuperar lo que se pueda de la convivencia armónica alterada por el miedo; la economía que ensaya simulacros de salvamento, la gobernabilidad intentando situarse encima de poderes de facto, y la fuerza pública recibiendo bajas en sus filas. Ninguna sociedad, así sea la sinaloense que sale avante en cada crisis, es capaz de poner el pecho por tanto tiempo y con tantas vidas humanas afectadas.

    Apremia un mayor apoyo federal para cuidar a la población y sus bienes que en dos semanas llegará a los ocho meses de narcoguerra, y al mismo tiempo atajar los enfrentamientos por la disputa del control del CDS que alcanzan al ribete norte, desde Salvador Alvarado a El Fuerte y de Ahome a Choix. Nada legítimo podrá prosperar, ningún asomo de seguridad será perdurable, si el llamado Segundo Piso de la Cuarta Transformación no hace más de lo que realiza para la tranquilidad apuntalada en la legalidad.

    García Harfuch, que vino a Sinaloa cinco meses después de que “El Mayo” fue desactivado el 25 de julio como factor de acuerdo entre las organizaciones del narco, ha regresado muy a lo largo a alzarle la confianza a un pueblo que sufre por lo duro y tupido de la violencia. A diferencia de la enorme capacidad del crimen para infundir miedo aquí cerca de las familias, la acción que desde la Ciudad de México sostiene que estamos más seguros se parece bastante a los amores que al ser de lejos no prosperan porque el tiempo los vuelve complejos.

    Después de más de mil 200 homicidios dolosos, mil 300 personas desaparecidas, 4 mil 600 vehículos robados, centenas de empresas desde micro a grandes cerradas, el escalamiento de la delincuencia a métodos de guerra de tipo terrorista, bloqueos a vías de comunicación con ponchallantas o vehículos incendiados, hace falta que las altas autoridades del País regresen a decirnos qué hacen en Sinaloa para mantener viva la fe en la seguridad pública y traigan al menos alforjas repletas de esperanza.

    A Sinaloa le es de vida o muerte que la Presidenta Claudia Sheinbaum y el titular de la SSyPC, Omar García Harfuch, hagan acto de presencia trayendo consigo las estrategias o al menos el discurso para saber que el Estado va ganando la guerra y que no entraremos a bucles de violencia eterna como los que afectan a otras entidades. Mínimamente que vuelva el zar mexicano de la seguridad pública a reciclar la fe en las instituciones que cada día está en desgaste frente a la saña criminal.

    Y no necesitamos que García Harfuch se venga a vivir en Sinaloa ni que descuide a otros estados también diezmados por la violencia. Al tratarse de delitos del fuero federal, lo estamos esperando para que nos indique dónde está la salida del túnel de la narcoviolencia. Ya urge escucharlo y nos convenza de que Sinaloa dejará de ser el epicentro de la narcoguerra que abarca al menos a una tercera parte del mapa nacional.

    Reverso

    Que ya regresen los emisarios,

    De la pacificación nacional,

    Y oírlos, entre novenarios,

    De caídos en la guerra letal.

    Bríos extraordinarios

    Los culiacanenses volvieron a sacar la casta de pueblo capaz de emerger desde las cenizas de dificultades y adversidades que vengan, al darle forma comerciantes y empresarios al Megabazar que convirtió un buen tramo de la Avenida Álvaro Obregón en pregón y esperanza de este sector de la economía golpeado por la violencia. A lo largo de un kilómetro 10 mil consumidores y 500 emprendedores lograron que a la capital le volviera a latir el corazón marchante. Gran logro del chef y activista Miguel Taniyama; de Óscar Sánchez, dirigente de la Unión de Comerciantes de Culiacán; de la periodista María Luisa Mercado organizadora de grandes eventos, y de las líderes de los bazares participantes que se unificaron en torno a esta causa.