Lo que bien se aprende...

    Eso es lo que le pasa al Presidente. Por más que lo niegue, se parece más a quienes lo criaron en la política de lo que jamás reconocería públicamente. Se parece a los priistas de los años 70 -cuando se afilió a ese partido- y su caudal semiautoritario

    Es natural, solemos parecernos a quienes nos criaron: adoptamos sus valores, replicamos sus comportamientos, imitamos sus actitudes. Sean estos “virtudes” o “defectos”. A veces, incluso, los magnificamos. Quizá los superamos. Aprender bien, dicen, es recordar lo aprendido y, lo que bien se aprende nunca se olvida.

    Eso es lo que le pasa al Presidente. Por más que lo niegue, se parece más a quienes lo criaron en la política de lo que jamás reconocería públicamente. Se parece a los priistas de los años 70 -cuando se afilió a ese partido- y su caudal semiautoritario.

    El PRI fue hegemónico y López Obrador ha hecho todo por serlo. El PRI nombraba gobernadores y AMLO lo sigue haciendo. El PRI fue clientelar y él lo lleva tatuado. El PRI asignaba obras y compras gubernamentales a los cuates y usaba discrecionalmente el poder y él replica la conducta. El PRI cooptaba instituciones, desviaba recursos públicos, mostraba desprecio por la legalidad seguro de salir impune y AMLO lo reproduce con maestría. Todo esto aprendió AMLO de su partido matriz.

    Pero las personas también solemos ser selectivas y escogemos qué replicar. Lástima que no se hayan retomado otras enseñanzas del PRI que, por necesidad o por visión, fueron positivas.

    Lo que no imitó quien hoy nos gobierna, lo que no aprendió, fueron las muchas otras cosas que definieron al PRI y que con todas sus insuficiencias modernizaron a México, lo fortalecieron a través de la creación de instituciones, de órganos autónomos y de un aparato burocrático relativamente eficiente y ayudaron a democratizarlo. No aprendió a ser flexible, a adaptarse a las circunstancias y a cambiar cuando así lo exigía la realidad o lo reclamaban la ciudadanía, la oposición y las tendencias internacionales. No aprendió lo que, quizá no voluntariamente pero sí a fuerza de golpes de realidad, hizo que el PRI de los años 80 y las dos décadas subsiguientes cambiara: que la democracia requiere de negociación continua, que la independencia de los órganos autónomos se respeta, que la técnica y el expertise son indispensables, que aunque la concentración de poder es una tentación a veces hay que ceder a las demandas de los ciudadanos como cuando exigieron la transparencia como obligación de la función pública, que la sociedad civil tiene algo que aportar, que el sector de las clases medias debe ampliarse, que las políticas públicas resultan de diagnósticos precisos y no de caprichos e improvisaciones.

    Con todo esto, lejos estoy de cantar las loas a los gobiernos del PRI y a sus funcionarios. Por seguir con sus vicios, desperdiciaron de manera inexplicable la oportunidad que les volvió a dar el votante en 2018.

    Quizá lo más sorprendente de esta administración es lo que hoy en día hace respecto a la legalidad electoral. Una legalidad que ellos impusieron para conseguir lo que antes de llegar al poder llamaron “piso disparejo” y “elección de Estado”. Me refiero a los candados -muchos de los cuales yo expulsaría del marco jurídico- que diseñaron cuando eran oposición con el fin de detener el entrometimiento del aparato del Estado en las elecciones y que ahora ellos practican impunemente.

    Ya no se conforman con la intervención abierta del ´Presidente en las elecciones, con el uso clientelar de los recursos del gobierno y con los intentos de debilitamiento de las autoridades electorales. Ahora, alentados desde la Presidencia y con su aval, violan abiertamente la legalidad electoral.

    Son ya muchas las reuniones disfrazadas de asuntos partidistas de Morena o de gobiernos estatales, que se han convertido en pasarelas para las corcholatas preferidas del Presidente. En ellas participan, sin motivo alguno, desde generales como el mismísimo comandante de la Guardia Nacional, pasando por distinguidos integrantes del gabinete y la Jefa de Gobierno de la CDMX. Aun Monreal, coordinador de los morenistas en el Senado, y quien hasta el domingo 26 en Coahuila se había mantenido al margen, cayó en el garlito. Para orgullo y reconocimiento de muchos, el Senador había fijado una postura firme y acertada respecto al “Evento de Unidad de Morena” del pasado 12 de junio en Toluca en el que se dieron cita el Secretario de Gobernación, el de Relaciones Exteriores y la Jefa de Gobierno. Al respecto nos recordó Monreal que la ley y sentencias del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación indican qué son los actos anticipados e ilegales de campaña, en los que podrían haber incurrido sus compañeros de partido y que “de acuerdo con la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, los actos anticipados de campaña son todo tipo de expresiones que se realizan fuera de la etapa de campañas y que contengan llamados en contra de partidos, candidatos o en favor de un movimiento o partido”. Tenía y sigue teniendo la razón. Pero, en fin. Lo que bien se aprende...

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