A principios de diciembre se reunieron un grupo de prominentes empresarios con la Presidenta de la República y funcionarios de su gabinete.
El objetivo ostensible fue el de coordinarse para que, a través de 38 proyectos de inversión, la economía nacional sea más dinámica, sobre todo ante el contexto de las tensiones comerciales globales.
La creación del Consejo Nacional de Inversiones que se anunció producto de la reunión, podría ser una herramienta útil para que gobierno y empresarios se coordinen en la canalización efectiva de inversión privada hacia proyectos estratégicos dentro del marco del Plan México.
Es una buena noticia también que el mecanismo de diálogo se haya diseñado como continuo y permanente, con reuniones periódicas para dar seguimiento al desarrollo de los proyectos anunciados.
En este sentido, fue muy buena idea el que se haya abierto la posibilidad de incluir a nuevos empresarios en las reuniones. Esto es positivo que el gobierno promueva una instancia con el propósito deliberado de inducir la inversión en grandes proyectos y la creación de mecanismo para inhibir obstáculos y dar fluidez a la materialización de proyectos estratégicos.
Aunque este esfuerzo es loable, el mayor talón de Aquiles de la estrategia es que no se estén sentando las bases estructurales para aumentar la confianza de inversionistas. Quizás sabedor de que habría que trabajar en ese sentido, el grupo empresarial-gubernamental le ha dado importancia a la simplificación de trámites, con el fin de reducir y superar los obstáculos burocráticos.
El reto a nivel sistémico para detonar más proyectos de gran calado, pero también inversiones medianas de alcance regional, es crear las condiciones de lo que los historiadores de los negocios denominan la longevidad de las empresas.
Varios estudios muestran que las acciones gubernamentales, la situación política y de seguridad tienen un papel fundamental en el éxito de los emprendimientos y la permanencia de las empresas.
Un enfoque que podríamos llamar “de longevidad” es lo que hace falta en los nuevos planes, y para ello, el elemento central es la certidumbre y la confianza en el estado de derecho.
Hoy en día, emprendedores y empresas de todas las escalas y sectores, se mueven con cautela en sus decisiones de inversión, por la manera en que múltiples políticas y acciones gubernamentales están creando un clima de negocios más bien hostil a la actividad emprendedora.
No es saludable para la creación empresas, la generación de riqueza y la oferta de empleos bien remunerados, que la retórica y decisiones oficialistas, sigan basándose en la idea de que la clase empresarial es uno de los enemigos jurados del régimen.
El gobierno debe escuchar con empatía los señalamientos de las diversas representaciones empresariales, y no solo de los mecanismos afines al régimen, incluso cuando señalen con agudeza y exigencia, que determinado proceder oficial, amenaza la longevidad de las empresas.