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"LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD"

"Los demonios andan sueltos"

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LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD
01/09/2018 07:53

    El día de ayer, terminaba un proceso de retroalimentación positiva con un colaborador, el cual presenta una alta combatividad por lograr sus resultados, pero el reto está en sus reacciones emocionales.

    La justificación ante los hechos es que: ese es su temperamento y no lo puede cambiar, que así son sus padres, que en los momentos que grita no es porque quiere ofender, pero cuando algo le molesta así le sale la voz, y “es algo más fuerte yo”. “Es como si se metiera otra persona en mí, que me impulsa a actuar de una manera que luego me arrepiento”.

    Más me llama la atención su juicio de que, si buscamos ser positivos, debo aceptarlo como él es y no querer cambiarlo. Debo confesar que este es un juicio que va muy de la mano de los detractores del verdadero significado de la felicidad, ser feliz no es que nos pasen puras cosas buenas en la vida, ser feliz tampoco es que yo siempre tenga la razón, es un concepto más profundo, más significativo.

    La científica de la felicidad, la doctora Lyubomirsky, afirma que “aprender a ser optimista no quiere decir creer que uno vive en el mejor de los puntos posibles, o que mi pasado, presente y futuro son perfectos y sin ninguna complicación”.

    Uno de los grandes avances en el mundo de las intervenciones positivas, es el conocido como terapias conductuales de la tercera ola, entre las que se encuentra la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas en inglés) cuyo objetivo central es el de crear una vida rica y significativa, aceptando el dolor que inevitablemente viene con ella.

    Algo que despertó gran curiosidad en mí fue la historia de uno de sus creadores, Steven C Hayes, que padecía constantes ataques de pánico y pensamientos catastróficos, y cómo en la búsqueda de sus propias respuestas creó una intervención basada en metáforas, como una sencilla forma de cambiar el lenguaje del paciente.

    Más aún, esta terapia asegura que los terapeutas se comprometan en que, a través del lenguaje humano, están en el mismo barco que sus intervenidos, por lo que se elimina el falso concepto de “iluminado que todo lo tiene resuelto”.

    Si nos adentráramos a una conversación de intervención, sería casi mágico poder escuchar algo similar la traducción del fragmento de texto "Embracing Your Demons: an Overview of Acceptance and Commitment Therapy": No quiero que pienses que tengo toda mi vida en orden. Es más como si se tratara de ti escalando tu montaña allí y yo escalando la mía aquí. No es como si yo ya hubiera alcanzado la cumbre y estoy descansando. Es solo que desde donde yo estoy en mi montaña, puedo ver los obstáculos en tu montaña que tú no puedes ver. De modo que puedo señalártelos y tal vez mostrarte algún camino alternativo para sortearlos.

    Tratar de empatizar con el evaluado fue mi primer reto, cómo regalarle una mirada diferente, que hay muchas situaciones en nuestra vida que nos van regalando versiones erróneas en la interpretación de las cosas. Fue el momento de sacar la pregunta poderosa ¿Y tú cómo te sentirías si yo te gritara? Su respuesta corporal fue automática, y sus palabras marcaban el camino: “No hay nada que me moleste más que me griten sin razón”.

    Desde la montaña del evaluador observé cómo el refrán de mi madre sigue muy vigente: “Lo que te choca te checa”. Es decir: si te molesta que te griten ¿por qué tú lo haces? Su lenguaje me regaló otro aprendizaje: “Es que yo sólo me enojo cuando siento que hay una injusticia”. Mi pregunta fue detonadora: ¿Y cómo sabes que realmente es una injusticia? ¿Por qué no piensas que a lo mejor la otra persona tiene la razón? Y así iniciamos un proceso de indagaciones no de juicios, de hechos, de pruebas, de evidencia, para no caer en falsas interpretaciones.

    Sentí por primera vez, que su rostro se relajó y su escucha se activó, es el momento de aplicar una metáfora que nos permitiera avanzar en su retroalimentación.

    Para la columna es hacer una pausa, y desde la montaña del lector reflexionar qué leo en esta columna que me hace sentido con algunos de mis propios comportamientos. ¿Cuántas veces exijo lo que no soy capaz de dar? ¿En qué momentos se pierde la empatía y me traslado a un mundo que solo existe en las películas que mi cabeza ha elucubrado?

    La próxima columna les contaré cómo me fue con la aplicación de la metáfora y los aprendizajes que se detonaron, mientras vamos disfrutando el caminar juntos por la vida y desde el agradecimiento por compartir contigo este pequeño espacio de conexiones positivas.

    Seguimos en contacto en mi espacio en Facebook, Oscar Garcia Coach.