'Los hijos de la viuda'

ENTRE COLUMNAS
    omar_lizarraga@uas.edu.mx
    Una relación intergeneracional ocurre cuando personas de diferentes edades comparten charlas, vivencias y actividades de manera cotidiana. Estas relaciones traen múltiples beneficios para todos sus integrantes; por una parte, hay una transferencia de conocimiento, ya que los jóvenes reciben la experiencia y consejos de los mayores. Y por otra, los de mayor edad aprenden también de tecnología, modismos, y en general, sobre la forma de pensar de los jóvenes.

    “Los hijos de la viuda” es un equipo de básquetbol para el que juego actualmente en Mazatlán. Sus integrantes somos de distintas edades; desde jóvenes de 16 años que cursan la preparatoria, pasando por adultos de treinta y tantos, hasta llegar a mí, que soy el mayor con 43.

    Nuestra estrategia de juego nos ha llevado a las finales del actual torneo, pues dividimos el trabajo de equipo de acuerdo a las capacidades físicas de cada jugador. Los más jóvenes que tienen la velocidad y agilidad, son los “aleros” (o delanteros) que contraatacan velozmente la canasta del equipo contrario. Siendo los más delgados, fácilmente burlan la defensa contraria con una “pantalla” de las bases.

    Por otra parte, los de edad más avanzada y de cuerpo más robusto, hacemos el trabajo defensivo y abrimos el camino a los atacantes. También nos hacemos cargo de la elaboración de estrategia previa al juego, ya que conocemos a la mayoría de jugadores de los equipos contrarios; analizamos sus puntos débiles y sus fortalezas.

    Fuera de la cancha de juego, los jóvenes están llenos de vitalidad que nos contagian a los mayores. Antes y después del juego son los que ponen la alegría con bromas y chistes en la banca. Desde ahí también suelen ser bastante irreverentes con los árbitros cuando marcan o no, una falta.

    Previo a cada juego les enseñamos a ellos estrategias y jugadas. También les exigimos respetar a la autoridad que regula el partido y a moderar sus pasiones. Ya que nosotros somos los que tenemos un ingreso económico, nos hacemos cargo de los gastos de arbitraje y de los uniformes.

    Los de mayor edad estamos ahí, más que para ganar, para divertirnos; para mantener una actividad física y convivencia, pero los chicos nos han contagiado con su vitalidad y sed de triunfo. Esa división etaria del trabajo nos ha llevado a ganarle a equipos muy superiores.

    Pues bien, si usted ha leído hasta aquí, pensará qué tiene que ver esto con las ciencias sociales, que es sobre lo que acostumbro escribir en este espacio normalmente. Pues lo menciono sólo como ejemplo, de lo importante y beneficiosas que pueden ser las relaciones y equipos intergeneracionales.

    Una relación intergeneracional ocurre cuando personas de diferentes edades comparten charlas, vivencias y actividades de manera cotidiana. Estas relaciones traen múltiples beneficios para todos sus integrantes; por una parte, hay una transferencia de conocimiento, ya que los jóvenes reciben la experiencia y consejos de los mayores. Y por otra, los de mayor edad aprenden también de tecnología, modismos, y en general, sobre la forma de pensar de los jóvenes.

    En algunos países como Argentina, España y Estados Unidos (y seguramente en otros) se promueven formalmente las actividades intergeneracionales con el fin de transmitir valores y conocimientos entre personas de distintas edades. Por ejemplo, en Buenos Aires hay una iniciativa ciudadana en la que los adultos mayores enseñan y practican juegos del siglo pasado con niños de hoy. Mientras que los niños les enseñan a ellos, a usar y jugar con dispositivos tecnológicos modernos. Esas actividades han traído una mayor dignificación y respeto en ambas direcciones.

    Normalmente son pocas las ocasiones y lugares en los que socializamos con personas de generaciones distintas a la nuestra. La población económicamente activa, convive y trabaja con sus coetáneos; los niños con otros niños; y los jubilados con suerte, interactúan con otros jubilados. Pero, ¿qué tal si promovemos en nuestra sociedad más espacios y actividades intergeneracionales? Seguramente aprenderíamos mucho unos de otros, y seríamos más productivos en todos los ámbitos de la vida pública y privada.

    Yo por mi parte, lo que más disfruto de mi empleo como profesor universitario, es precisamente trabajar con jóvenes. Todos los días aprendo algo de ellas y ellos; me mantienen la mente joven. En otras palabras, mi trabajo (al igual que Los hijos de la viuda), me ayuda a mantenerme en “onda con la chaviza”.

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