Los multimillonarios y el cambio climático

14/11/2025 04:01
    El desafío no es el hambre ni la pobreza en sí, son los millonarios que, con sus estilos de vida e inversiones económicas en industrias altamente contaminantes, agravan las desigualdades y la crisis ambiental, afectando a millones en el mundo.

    En semanas recientes circuló una carta de Bill Gates en la que, en pocas palabras, señaló que el verdadero problema no era el cambio climático, sino el hambre y la pobreza. Dijo textualmente: “Esta es una oportunidad para volver a centrarse en la métrica que debería contar incluso más que las emisiones y el cambio de temperatura: mejorar vidas. Nuestro objetivo principal debe ser prevenir el sufrimiento, particularmente para aquellos en las condiciones más difíciles que viven en los países más pobres del mundo”.

    Estas aseveraciones de Gates llegan en un contexto de reindustrialización del Sur Global y de grandes inversiones en el modelo fósil, particularmente con el mal llamado gas “natural”, un gas de transición porque no libera tanto CO2 como el carbón o el petróleo, pero que está compuesto mayormente por metano, un compuesto que tiene 30 veces más capacidad de calentamiento que el propio CO2. Entonces, si la pobreza es el principal problema, la “solución” sería mayor desarrollo económico, lo que implica extraer grandes cantidades de energía fósil, que a su vez generarán más gases de efecto invernadero, agravando los impactos del cambio climático en las poblaciones más vulnerables.

    Y es que las diferentes crisis que atraviesa el mundo están interconectadas por un modelo económico que profundiza las desigualdades. En el reciente informe de Oxfam, “El saqueo climático: cómo una poderosa minoría está llevando al mundo al desastre”, se explica que desde 1990, el 0.1 por ciento más rico produce más contaminación por carbono en un solo día que alguien del 50 por ciento más pobre durante todo un año.

    La investigación también resalta que las emisiones del 1 por ciento más rico son suficientes para causar 1.3 millones de muertes relacionadas con el cambio climático a finales de siglo, lo que representa 44 billones de dólares de daños económicos a los países de ingresos bajos y medios-bajos para 2050. Asimismo, este informe señala que los multimillonarios no sólo consumen enormes cantidades de carbono, sino que también tienen alrededor del 60 por ciento de sus inversiones en industrias extractivas altamente contaminantes, como el petróleo y la minería.

    Basta con sólo mirar algunas noticias en todo el mundo. Por ejemplo, la muerte de delfines en la Amazonía causada por las altas temperaturas o que ya estamos cruzando el séptimo limite planetario, lo que significa la acidificación de los océanos que no sólo deteriora la biodiversidad marina, sino también la capacidad de los océanos para regular el clima. Tener océanos más calientes propicia el desarrollo de huracanes de alta intensidad como el reciente huracán Melissa, que impactó gravemente a República Dominicana, o el tifón que hizo evacuar a más de un millón de personas en Filipinas, son pruebas de que los países más vulnerables son los que sufren con mayor fuerza los impactos.

    En México ya tenemos a la primera comunidad entera que ha sido desplazada por cambio climático. En semanas pasadas, las inundaciones causaron estragos en Veracruz, donde 40 municipios y 10 mil comercios resultaron afectados.

    Y podríamos seguir enlistando las catástrofes relacionadas con el cambio climático, pero no hay suficiente espacio en este texto para mencionarlas todas. Estos ejemplos reflejan que el desafío no es el hambre ni la pobreza en sí, son los millonarios que, con sus estilos de vida e inversiones económicas en industrias altamente contaminantes, agravan las desigualdades y la crisis ambiental, afectando a millones en el mundo. Frente a un planeta cada vez más desigual, el reto es reconocer e impulsar transformaciones profundas para que el poder, la riqueza y las decisiones dejen de estar concentrados en manos de unos cuantos.