Los periodismos mexicanos

Alejandro De la Garza
    Por fortuna, también se ha expandido el periodismo de investigación profesional y el surgimiento de organizaciones de periodistas y de medios independientes, portales digitales y mecanismos de difusión e información ajenos a las formas tradicionales de control y financiamiento gubernamentales.

    El sino del escorpión lo llevó a escuchar a un periodista para quien el ejercicio de la llamada “consulta sobre los ex presidentes” no está a la altura de su vida (o de su lucha por la verdad). “Son migajas”, dijo pedante antes de irse a dormir. El alacrán vota Sí porque su sino ha sido la crítica, ejercerla y recibirla, y para el caso del periodismo, o mejor, de los periodismos mexicanos, su visión es también hipercrítica al observar cómo en los casi tres años del nuevo gobierno, estos periodismos mexicanos han sumado una nueva crisis a su listado de problemas pendientes.

    Si bien contamos con una rica herencia periodística decimonónica y una tradición combativa de prensa revolucionaria, este oficio, piensa el escorpión, ha sido investido de romanticismo para disimular su dudoso ejercicio real en México durante el Siglo 20. El modelo mexicano de la prensa y los medios es señalado por haber sido no sólo cercano al poder, sino totalmente dependiente de él. En su parte oscura, la sombra de Carlos Denegri parece haber dominado de manera antiejemplar el ejercicio periodístico en México desde los años cuarenta del siglo viejo. Su “estilo personal” de chantajear a personajes, servir a políticos y estar inmiscuido en ámbitos mafiosos, lo llevaron a ser reconocido como “el padre de la extorsión informativa”, mientras a la prensa se le endilgó el intimidatorio título de “cuarto poder”.

    A mediados de los años setenta, el artero golpe a la cooperativa Excélsior, fraguado por el Presidente Luis Echeverría, creó conciencia y alentó le emergencia de nuevos medios, destacadamente la revista Proceso y el diario unomásuno, dispuestos a ejercer un “nuevo periodismo”. Y si bien el momento fue crucial y democratizó el ejercicio periodístico, también sofisticó los controles políticos. “¡No pago para que me peguen!”, dijo poco después un iracundo Presidente López Portillo, quien castigaba a los medios limitándoles recursos publicitarios.

    Todavía a finales de los años noventa y con una normalidad hoy insólita, el Gobierno federal y los gobiernos estatales pagaban a los reporteros los viajes, viáticos y hospedajes lujosos durante las giras de trabajo de sus funcionarios, además de distribuirles sobres con dinero en efectivo: el famoso “embute” o “chayote”. Fue hasta la administración del Presidente Zedillo cuando se terminó en definitiva con esa práctica inaudita.

    Las innovaciones del nuevo siglo transformaron el mercado y la industria periodística. Para subsistir, los grandes diarios se convirtieron en gigantescos corporativos empresariales de comunicación y medios electrónicos, además de acomodarse al poder para recibir más dinero en publicidad gubernamental. La convergencia tecnológica digital ha generado además el trastocamiento profundo del oficio y de los medios convencionales.

    Por fortuna, también se ha expandido el periodismo de investigación profesional y el surgimiento de organizaciones de periodistas y de medios independientes, portales digitales y mecanismos de difusión e información ajenos a las formas tradicionales de control y financiamiento gubernamentales. No obstante, la ominosa y creciente presencia del crimen organizado y la represión gubernamental han enlutado el ejercicio del periodismo crítico, pues del 2000 al 2020 han sido asesinados 147 periodistas y han desaparecido alrededor de 21, según informa la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

    El escorpión reconoce también otros periodismos ejercidos con ética en México a lo largo de los últimos treinta años: el periodismo comprometido con las luchas sindicales y obreras o con el movimiento social y campesino, incluso la cobertura informativa realizada por muchos del movimiento indígena y el surgimiento del neozapatismo fue ejemplar. Igualmente reconoce a los reporteros de las revistas y periódicos gremiales o independientes, y saluda la tarea de algunos medios públicos, preocupados por dar cobertura a informaciones ignoradas por la prensa corporativa y los medios electrónicos.

    En 2018, aún antes de la toma de posesión de López Obrador, la prevista reducción de dineros gubernamentales para los diarios ya había provocado despidos masivos en los corporativos mediáticos como Milenio-Multimedios, donde buena cantidad de periodistas, redactores y editores siguen peleando en tribunales el pago justo por su despido. Le siguieron “ajustes de personal” en Excélsior, El Universal y Reforma, además de reducciones presupuestarias en La Crónica y La Razón.

    En medio de estas crisis, la Presidencia de la República inició sus críticas públicas al periodismo tradicional o convencional, al cual ha desmentido y en muchas ocasiones cuestionado. Incluso ha dudado también del ejercicio de algunos periodistas y organizaciones independientes. Más recientemente, la improvisada sección “Quien es quien en las mentiras” ha venido a enfrentar mayormente a los periodistas de todo tipo (a los que son iguales y los que no lo son) con el Presidente, además de alentar cuestionables protagonismos periodísticos, excesivos y pedantes, en los cuales el venenoso de plano no cree. Para el escorpión, la prensa y los periodismos mexicanos necesitan, justamente, mayor crítica y autocrítica.

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