Magnicidios americanos

    Los magnicidios no son un tema exclusivo de nuestra modernidad, desde lejanos siglos, atentar contra personas en jerarquías gubernamentales o en vías de serlo es parte de la historia. Se considera magnicidio, al acto violento que termina con la vida de actores políticos preponderantes en la vida pública de una sociedad. De naturaleza y motivación distinta, todo acto que busque acabar súbitamente con la existencia de un líder tendrá siempre una repercusión política.

    América tiene un álbum negro de asesinatos políticos, desde candidatos presidenciales de oposición, hasta ejecuciones de mandatarios en funciones. La siguiente columna, retoma algunos de los magnicidios que han conmocionado al continente y han marcado un cambio de rumbo en la historia de las naciones que albergaron estas aberraciones en las luchas por el poder.

    México enlista dos sucesos en la historia que han sido condenados como magnicidios, el primero sucedido en 1928, en el proceso que buscaba la estabilización del país después del periodo revolucionario. El Presidente Álvaro Obregón fue asesinado en la capital del país en circunstancias que apuntaban en principio, a un acto de “reivindicación religiosa”, pero que, resolvían de manera violenta conflictos políticos entre las élites que se disputaban el poder. En 1994, el asesinato en pleno evento proselitista en Tijuana del candidato oficialista Luis Donaldo Colosio abrió un periodo de cambios en la vida pública nacional. El magnicidio del sucesor presidencial, demostró que dentro de la democracia mexicana existen intereses que se podrían abrir camino a sangre y fuego.

    Colombia vivió momentos amargos en el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán en el municipio de Soacha, Cundinamarca en agosto de 1989. Al terminar su discurso, justo antes de bajar del templete, sicarios acertaron varios disparos contra el abanderado del movimiento “Nuevo Liberalismo”. Este atentado marcó un cambio político en Colombia y escribió nuevas reglas en las instituciones del país.

    En 2021, el Presidente de Haití Jovenel Moise fue atacado por un grupo de mercenarios colombianos que tomaron por asalto la residencia oficial en donde vivía con su familia. El asesinato del Mandatario en funciones, ordenado por sus detractores, desató una crisis política que sumada a las penurias económica de la isla caribeña, llevaron al éxodo a decenas de miles de haitianos que desde entonces buscan refugio en países de toda la región.

    Luis Miguel Sánchez Cerro Presidente del Perú es ejecutado en funciones a manos de un asesino solitario en 1933, años antes como General de división había dado un golpe militar contra su antecesor Agusto Leguía. En 1946 una muchedumbre enardecida lincha, golpea y apuñala al Jefe de Estado General Gualberto Villaroel en Bolivia. En Venezuela en el año de 1950 opositores al régimen secuestran y asesinan a Carlos Delgado Chalbaud. En Nicaragua el dictador Anastasio Somoza García fue ultimado en 1956 y su heredero Anastasio Somoza Debayle fue ejecutado en Paraguay en 1980 por un grupo armado que lo siguió hasta su exilio. Años antes, en 1951 el dictador dominicano Leónidas Trujillo fue emboscado y asesinado en carretera.

    En 1955 asesinaron al Presidente de Panamá, José Antonio Remón mientras presenciaba una carrera de caballos en un hipódromo, y en 1957 en Guatemala mataron al primer Mandatario Carlos Castillo Armas en su domicilio. En noviembre de 1963 un magnicidio sacude a los Estados Unidos, John F. Kennedy fue asesinado en Dallas por un francotirador. El móvil del crimen presidencial nunca fue aclarado. No puede quedar fuera de esta oprobiosa lista, lo ocurrido en Chile en 1973, cuando militares abaten al Presidente Salvador Allende en un golpe de Estado.

    Lo ourrido el pasado miércoles en Ecuador con la ejecución del candidato presidencial Fernando Villavicencio será, penosamente, una más en la larga lista de políticos asesinados en América. Cuando de poder hablamos, nada salva a nadie de la tentación para jalar el gatillo y quitar de en medio, a quienes estorban en los proyectos de los perversos. ¿Quién podría asegurar que México está exento de tan siniestras apetencias? Luego le seguimos...

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