El miércoles 1 de octubre se cumplieron 36 años del fallecimiento de dos líderes socio políticos de Sinaloa, el ingeniero Manuel Clouthier del Rincón y Javier Calvo Manrique, cuando presurosos viajaban rumbo a Mazatlán, ellos creían que iban a recibir a Ernesto Rufo, triunfador a la Gubernatura de Baja California, pero realmente “iban presurosos a recibir al Señor Dios su creador”.
Manuel Clouthier, “Maquío”, como popularmente se le conocía, había dado una tremenda pelea por la Presidencia de la República contra el partido en el poder en aquél tiempo, el PRI, el cual controlaba todo el ámbito socio político de México cuando parecía invencible, pues ejercía un férreo control con acciones fuera de la ley, al margen de la ley o contra la ley, ante lo cual no había recurso alguno, excepto tal vez, en aquél tiempo un levantamiento social nacional para exigir los derechos ciudadanos de democracia y buen gobierno, pero ni el PAN, ni el líder Maquío creían que la solución fuera un “levantamiento armado” que sólo traería más daño y dolor que seguir insistiendo en la participación democrática, una y otra vez, como finalmente se demostró.
Maquío fue un líder versátil como estudiante, como empresario, agricultor y como político, pero en este trabajo se procurará enfocar sus características de liderazgo, en primer lugar, de Maquío, pero también de Javier Calvo, que en el momento de su muerte era el presidente estatal del PAN en Sinaloa y Diputado local.
Maquío tenía las cualidades que se reconocían en los buenos líderes: congruencia, lealtad, honestidad, perseverancia, generosidad, compañerismo, conocimiento, etc., algunas de las cuales no se observan en los líderes actuales.
Maquío era un líder “de empuje y de jalón”, es decir, empujaba hasta lograr algún objetivo, y sabía cómo “jalar” a su gente para que hiciera equipo y se “empapara” del ideal, pues como decía: “si hablo con alguien lo puedo convencer”.
Javier Calvo, quien tenía muy poco tiempo en el partido, era igualmente un “líder de empuje” y su capacidad de liderazgo se estaba gestando con celeridad, en aquellos momentos en que el PAN y sus líderes estaban “empujando” al PRI a ponerse a la defensiva en Sinaloa, en las campañas electorales por las presidencias municipales y diputaciones.
Para la precampaña de 1988 por la Presidencia de la República, Maquío se impregnó de la Declaración de Principios del PAN, lo que agregado a los conocimientos que ya tenía sobre lo que debía ser un “gobierno dedicado al Bien Común”, le permitió ganar la elección interna por la candidatura porque supo conquistar al panismo; demostró “el por qué y para qué” quería ser el candidato y posteriormente supo plantear el “con quien” desarrollar la campaña y llegar a gobernar.
Los líderes de la Oposición de ahora pareciera que sólo quieren llegar al poder sin plantear claramente por qué y para qué, cuando mucho plantean el “con quién”, pues invitan a sus amigos, sus parientes y a quienes les financian las campañas, que por cierto no son las personas preparadas para dirigir al País.
Maquío comentaba que “a él en lo personal le inquietaba la parábola de los talentos”, aquella en la que Dios exigía a los cristianos a que aprovecharon los talentos que Dios les había proporcionado, los que la familia les había inculcado, los que habían aprendido en las escuelas y los que la sociedad les había compartido, y aclaraba que esos talentos sólo se aprovechaban cuando se ponían al servicio de los demás, de los ciudadanos. Si se estudia a fondo la vida de Maquío, se verá que el ideal “del servicio” estuvo siempre en su vida y en sus acciones.
Tanto Maquío como Calvo no andaban con envidias en candidaturas y en los cargos públicos, menos en cuanto a obtener beneficios personales; eran de una generosidad bien demostrada y estaban entregados en cuerpo y alma en la búsqueda constante del Bien Común, en la solidaridad y la subsidiaridad, en la dignidad de la persona humana, los derechos humanos, la democracia, la libertad y la honestidad en la función pública.
Ambos, Maquío y Javier, dieron su vida por sus ideales; el PAN, Sinaloa y México, deben estar muy orgullosos de haber contado con líderes de este calibre, que han dejado una huella imborrable, ejemplo para hoy y para mañana.