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"Usted lo dice"

"Más allá de la pandemia"

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    Ramón Peraza Vizcarra

    Como si no fuera suficiente tener la vida siempre amenazada por accidentes de todo tipo y acechada por múltiples enfermedades, surgió vía zoonosis a fines del 2019, un nuevo coronavirus altamente contagioso que en unas pocas semanas se esparció por todo el mundo desde la ciudad China de Wuhan.
    Como si se tambaleara el planeta por efectos de asteroides, así se cimbraron los países por la llegada de ese virus conocido como SARS-CoV-2 (Síndrome Respiratorio Agudo Severo-Coronavirus 2); la enfermedad que causa se le denomina Covid-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease 2019). Hasta la fecha no existen tratamientos para su cura ni vacunas que inmunicen la enfermedad, lo que hay son varios tipos de vacunas en fase experimental, por lo que la prevención es la mejor estrategia actual para combatirla y mitigarla.
    Como la transmisión del virus es principalmente interpersonal y por vía aérea sobre todo en espacios cerrados, las estrategias preventivas consisten básicamente en tratar de evitar los contactos personales manteniendo la llamada sana distancia de 2 metros, usar cubreboca cuando se sale a la calle, a lugares públicos, comercios y uso de transporte colectivo; se debe observar siempre una higiene rigurosa, someterse a confinamiento y avisar a contactos cuando se manifiesten síntomas de Covid, previa consulta inmediata al médico.
    Como vivimos en una sociedad basada en el contacto personal, cuyas ciudades funcionan masivamente y están interconectadas entre sí, el combate a la epidemia y la implementación de estrategias preventivas han causado repercusiones económicas severas en todos los países, sobre todo durante el confinamiento poblacional por la suspensión de las actividades no esenciales durante los meses iniciales de la pandemia.
    Todavía en la mayoría de las naciones existe una disminución de la actividad comercial, son comunes los trabajos de oficina en casa, están suspendidas las actividades escolares presenciales en todos los niveles educativos, también la asistencia a estadios y eventos masivos, salones de fiestas, bares; existen restricciones de circulación entre países y una disminución drástica de la actividad turística, restaurantera e industrias conexas; todo lo anterior ha originado el cierre de infinidad de empresas y fuentes de empleo. Además de la problemática económica están los conflictos sociales y psicológicos que generan el desempleo y el aumento de la pobreza, así como las medidas preventivas aislacionistas, el alejamiento y desconfianza del otro, la cobertura del rostro, el temor siempre latente de contraer la enfermedad, la incertidumbre de no saber cuándo y cómo terminará la pandemia, entre otras causas.
    Como México no hay dos, y a pesar de las medidas implementadas por el gobierno, somos una de las naciones más afectadas por la pandemia ya que después de seis meses de que se presentó el primer caso en el país, ocupamos a nivel mundial el cuarto lugar en número de muertos, el octavo en infectados y según los últimos datos somos el País con más personal de salud muertos por la enfermedad. El mapa mundial oficial del coronavirus a principios de septiembre, muestra más de 26.9 millones de casos y más de 880,000 muertos en todo el mundo. Los contagios y muertos seguirán creciendo, no se sabe cuántos y hasta cuándo.
    Como un dolor eterno que sienten los deudos de muertos por Covid-19, así es la emoción. Las cifras citadas a diario por las autoridades con voz impersonal, solo son números, no dicen nada de sus vidas únicas e irrepetibles, cegadas sin razón.
    ¿Cómo llegamos a estos escenarios distópicos? Sobre esto, el periodista científico David Quammen en su excelente libro publicado recientemente “Contagio: la evolución de las pandemias”, presenta algunas ideas y datos interesantes que transcribo a continuación: “Una de las causas fundamentales de la crisis ecológica planetaria, es de tipo ideológico al considerarse que la humanidad está más allá de su ambiente. La naturaleza se ha considerado siempre como una fuente inagotable de recursos y un escenario al servicio del hombre y su desarrollo, sin importar el deterioro que causa; la cuestión es que los seres humanos somos inseparables del mundo natural, de hecho, no hay tal mundo natural; se trata de un término artificial y pobre. Lo único que hay es el mundo y la humanidad forma parte de él como los demás animales, vegetales, bacterias, virus, hongos, etc.
    Si deterioramos al mundo afectamos nuestro desarrollo y atentamos contra nuestra supervivencia.
    Como la humanidad ha tenido éxito desde su aparición como especie, ha habido un aumento explosivo de su población en un tiempo relativamente corto, en especial durante el último par de siglos. De un punto de vista ecológico este fenómeno se denomina proliferación anormal. Desde el momento de nuestra surgimiento como especie Homo Sapiens (hace alrededor de 200,000 años) hasta el año de 1804, la población humana aumentó en mil millones; entre 1804 y 1927, aumentó en otros mil millones; llegamos a 3000 millones en 1960. A partir de ese año el crecimiento se aceleró todavía más, de tal manera que en octubre del 2011 llegamos a la marca de 7000 millones. Actualmente somos cerca de 7,700 millones y se calcula que para el año 2100 existirán más de 11,000 millones de habitantes en el mundo.
    La dinámica de las proliferaciones anormales en algunas especies de animales estudiadas, es que llega un momento en que interrumpen su crecimiento y mueren. En algunos casos tardan muchos años, en otros llegan bastante pronto a su fin. Un posible factor son las enfermedades infecciosas. Resulta que, en particular, los virus desempeñan el papel de exterminadores entre proliferaciones anormales, como sucede en algunos tipos de poblaciones de insectos forestales.
    Gracias a los registros fósiles sabemos, a falta de pruebas que los desmientan, que ningún animal de gran tamaño ha sido ni remotamente tan abundante como los humanos lo son ahora; por no hablar de nuestra capacidad de acaparar recursos. Una consecuencia de esta abundancia, de esta capacidad y de los consiguientes trastornos ecológicos, es el aumento de los intercambios víricos: primero de animal a humano, y a continuación de humano a humano, hasta alcanzar en ocasiones una escala pandémica. Invadimos los bosques tropicales y otros espacios salvajes que albergan una enorme cantidad de especies de animales y plantas; y, en el seno de esas criaturas, multitud de virus desconocidos. Talamos árboles, matamos animales o los enjaulamos para enviarlos a los mercados. Alteramos ecosistemas y provocamos que los virus escapen de sus huéspedes naturales. Cuando esto ocurre, los virus necesitan un nuevo huésped. A menudo ese huésped somos nosotros.”
    De acuerdo con expertos en problemas ambientales, además de la propagación pandémica de enfermedades infecciosas, existen otros fenómenos vigentes que pueden poner en riesgo el desarrollo, la estabilidad y la sobrevivencia humana; ellos son: el cambio climático, la depredación de recursos naturales, la proliferación de armas nucleares y la desigualdad.
    La respuesta global que en los próximos meses le den los países a la crisis actual del Covid-19, puede servir para diseñar e implementar estrategias conjuntas que neutralicen las amenazas citadas y que conduzcan a la humanidad a un futuro esperanzador. Para problemas mundiales, soluciones globales, no hay de otra.

     

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