Durante años, cuando se habla de ayudar, casi siempre pensamos en números: cuántas personas, cuántas despensas, cuántos kilos de alimento. Y claro que los números importan. Son necesarios. Nos permiten dimensionar el problema y medir el impacto.
Pero con el tiempo hemos aprendido algo fundamental: no basta con ayudar más, también hay que ayudar mejor.
En el Banco de Alimentos, el nuevo proyecto que buscamos aterrizar en 2026 nace justamente de esa convicción. Nuestro propósito es claro y, al mismo tiempo, retador: ayudar a más familias, pero hacerlo mejor. No se trata solo de ampliar la cobertura, sino de transformar la calidad de la ayuda que entregamos.
Ayudar más significa llegar a más hogares, a más niñas, niños, adultos mayores y familias que hoy viven con inseguridad alimentaria.
Significa no conformarnos con atender a los mismos de siempre, sino extender la mano a quienes aún no alcanzamos.
Pero ayudar mejor implica algo más profundo: preguntarnos si lo que entregamos realmente mejora la vida de las personas.
La alimentación no es solo llenar el estómago. Es salud, es desarrollo, es futuro. Una familia que se alimenta mejor tiene más energía, más posibilidades de aprender, de trabajar y de salir adelante.
Por eso, este nuevo enfoque pone al centro el valor nutricional de los alimentos. Queremos que los paquetes alimentarios no solo tengan cantidad, sino calidad.
Hablar de ayudar mejor es hablar de incluir alimentos que antes no siempre eran posibles: proteínas que fortalezcan la dieta, opciones más balanceadas, productos que realmente aporten al desarrollo físico y cognitivo de quienes los consumen. Es pasar de la lógica de “lo que haya” a la lógica de “lo que nutre”.
Este cambio no es sencillo. Implica nuevos retos logísticos, mayor inversión, alianzas estratégicas más sólidas y una operación más profesional.
Pero también implica una responsabilidad ética: si vamos a ayudar, hagámoslo bien. Si vamos a llegar a una mesa, que esa mesa tenga alimentos que dignifiquen.
Ayudar más y mejor también es un acto de respeto. Respeto por las familias que atendemos, por su derecho a una alimentación adecuada y por su esfuerzo diario para salir adelante. No son beneficiarios pasivos; son personas que merecen oportunidades reales.
Este lema no es solo una frase bonita. Es una forma de ver nuestro trabajo y de asumir el compromiso con el futuro. Porque el verdadero impacto no está solo en cuántos llegamos, sino en cómo transformamos vidas.
Ayudar más y mejor es, al final, la diferencia entre asistir y realmente cambiar realidades.