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"Opinión"

"Mazatlán, ni juguete ni botín"

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17/08/2018

    Joel Díaz Fonseca

    Se ha comentado hasta la saciedad que las obras de remozamiento de Mazatlán para que presentara una cara bonita a los asistentes al Tianguis Turístico, celebrado hace justamente cuatro meses, fueron flor de un día.
     
    Mal terminó el mencionado evento, han empezado a caerse a pedazos en muchos frentes -empezando por las palmeras- por la mala calidad y el mal acabado de las mismas.
     
    Muchas palmeras secándose y cayéndose; algunas obras en el Centro Histórico evidenciando mala calidad de los materiales o la falta de cosas como las luminarias de piso. Ahora nos salen con que la Avenida del Mar tendrá que ser cerrada a la circulación nuevamente porque le faltó reparar el piso y reponer el drenaje.
     
    Todo esto se asemeja a los escenarios de los estudios de filmación. Puras fachadas, que es lo que captan las cámaras, y se le presentan al espectador como si fueran construcciones reales. Lo dije hace algunas semanas, nos jugaron el dedo en la boca.
     
    Pero siendo parejos, hay que advertir que esto ha ocurrido toda la vida, todos los gobiernos, unos más que otros, han hecho con nuestra ciudad lo que han querido.
     
    En su editorial del 20 de febrero de 2009, titulado Contratos y responsabilidades, Noroeste expuso este problema eterno:
     
    “En la administración pública, principalmente en el ámbito de los ayuntamientos, está ocurriendo cada vez con mayor frecuencia que los bienes y servicios adquiridos o contratados, sea o no mediante licitación pública, dejen mucho qué desear, que se incumplan las especificaciones o compromisos pactados, o que incluso se deterioren, fallen o se averíen prematuramente”.
     
    En la actual administración estatal esto ha sido mucho más notorio. Desde su despacho en el tercer piso del Palacio de Gobierno, en Culiacán, se ha determinado lo que debe hacerse en Mazatlán. Los dos alcaldes, Fernando Pucheta, que afortunadamente ya no regresó, y el interino, José Joel Bouciéguez, han simplemente asentido con la cabeza a todo lo que desde allá se ha decidido.
     
    Ahora resulta que a uno de los invitados al Tianguis Turístico, el Presidente Peña Nieto, no le pareció el estado del piso de la remodelada Avenida del Mar, y le dijo al Gobernador que tiene que ser revestida con cemento hidráulico. Ciertamente la inversión (casi 20 millones de pesos) correrá a cargo del Gobierno federal, pero al final de cuentas será dinero salido de nuestros bolsillos por la vía de los impuestos.
     
    Qué bueno que el Presidente se preocupa por Mazatlán (¿será porque le gusta venir a vacacionar a Estrella de Mar?), y qué bueno que soltará el dinero para el reencarpetado de la avenida, pero antes de proceder con cualquier obra o proyecto las autoridades de todos los niveles se deben poner de acuerdo y, sobre todo, revisar bien lo que mandata el Plan director del Desarrollo de Mazatlán.
     
    No se pueden estar haciendo pegotes al gusto de quienes gobiernan, que quieren dejar su sello propio y los colores de su partido en todo. Hay un plan rector que debe respetarse.
     
    Carlos Felton eliminó muchas cosas de las que había hecho Alejandro Higuera, aun siendo del mismo partido. Llegó Fernando Pucheta y empezó a tumbar cosas que había hecho Felton. Y ahora nos sale el Alcalde electo, el químico Luis Guillermo Benítez con que va a darle para atrás a no pocas cosas de las realizadas en este trienio priista.
     
    ¿Acaso la opinión de la sociedad mazatleca no cuenta? Es mucho el dinero que va a la basura por simples caprichos de gobernantes que no entienden que la autoridad que les es conferida no es para que hagan lo que quieran ni para que beneficien a sus amigos y socios con obras que no son necesarias o urgentes.
     
    El citado editorial de Noroeste, publicado hace nueve años concluía con una recomendación que las autoridades se la siguen pasando por el arco del dedo gordo del pie:
     
    “Por ello es urgente, sobre todo en momentos económicos y financieros tan difíciles como los actuales, que las autoridades de todos los niveles actúen de manera más responsable, no solo al momento de decidir a quienes o a qué empresas contratan para que les provean de algún bien o servicio, sino sobre todo, que dejen de ser tan omisas en lo que se refiere a la supervisión de los mismos”.
     
    Mazatlán no puede seguir siendo juguete ni botín de nadie. Si quienes gobiernan, ahora sí que de todos los colores, siguen haciendo mal uso de la autoridad que les es conferida en las urnas, es porque nosotros, la sociedad, no les paramos el alto y los llamamos a cuentas.
     
     

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