Meditaciones del Padre Ignacio Larrañaga para Semana Santa

07/04/2023 04:01
    ‘Todo lo que vive, vegetal, animal, hombre, tiene el instinto de conservación, pero un animal, una vez que entra en el proceso de extinción se deja morir, no se resiste; sólo en el hombre existe la agonía porque se resiste a la extinción, sólo el hombre muere; el animal se muere. La muerte es la región ignota y la mente teme siempre a lo ignorado... es la Gran Despedida, me voy y nadie puede venir conmigo’

    Se han entresacado algunas ideas fuerza del libro Muéstrame tu Rostro, del sacerdote español Ignacio Larrañaga, que puedan servir como puntos de meditación para esta Semana Santa:

    1. El Dios de la Biblia es un Dios liberador que nos arranca de nuestras inseguridades, ignorancias e injusticias, no eludiéndolas sino enfrentándolas y superándolas. Dios no engendra niños, sino adultos.

    A Dios ahora no hay que buscarlo en la montaña sino en el hombre. La cercanía con Dios se logra en primer lugar a través de la oración. Cuando menos se ora, Dios se va desdibujando en una borrosa lejanía.

    2. La fe, en sí misma, es oscuridad e incertidumbre. La vida de fe es lenta y exige constancia. Hoy se han aceptado como criterios de vida la inmediatez, la eficacia y la rapidez; se han desvalorizado criterios como el dominio de sí mismo, no tienen sentido la superación, las privaciones, la ascesis y no se sabe qué hacer con el silencio.

    3. Tanto en la Biblia, como en nuestra propia vida, nos encontramos frecuentemente con el silencio de Dios, las pruebas de Dios, la noche oscura. Pocos hombres de Dios se han librado de una fuerte prueba. Hoy la Iglesia está atravesando por un nuevo desierto.

    4. Decía Unamuno que Dios es aquel que siempre calla... he ahí el fondo de la tragedia, el silencio de Dios a quien siempre buscamos y nunca lo encontramos. Así, mientras estemos en este diario caminar, nunca tendremos la evidencia de “poseer” a Dios, ni siquiera de alcanzarlo intelectualmente. Solo la Eternidad nos permitirá descorrer ese velo.

    5. Dios es Misterio, es inaccesible a la potencia intelectual del hombre. A Dios se le asume en la fe, es objeto de contemplación. Dios es el innombrable porque ni en la Biblia los profetas se atrevieron a nombrar o definir a Dios. Solo se le define con expresiones como: In-finito, In-visible, In-menso, In-comprensible, In-comparable.

    Ante Moisés, Dios se expresó: Yo soy el que Soy, Yahvé. Yo soy.

    6. Hasta Jesús “sufrió” el silencio de Dios en su Pasión y en el momento de su muerte. Hasta que se entregó confiadamente al Padre sabiendo que lo esperaba con los brazos abiertos. Fue un final de gloria. Fue el gran momento de la salvación de la humanidad.

    7. Jesucristo es al mismo tiempo Hijo de Dios e Hijo del Hombre, sin confusión, ni división. Para Jesús, El Padre no es temor sino amor, no es justicia sino misericordia, es ternura, perdón, cariño... Más que llamarse Yahvé, se llama Padre.

    Jesús nos presenta la salvación como un vivir perpetuamente en la casa del Padre; la condenación es quedar perpetuamente fuera de la casa del Padre. El infierno es la ausencia del Padre, soledad, vacío y nostalgia irremediables. Todo el problema de la salvación o de la condenación gira en torno de la presencia o la ausencia del Padre.

    El cielo es el Padre y el Padre es el Cielo; y la muerte es un entrar en el gozo del Señor.

    8. Jesús de Nazaret fue el enviado para revelarnos al Padre y para tratar a todos como el Padre lo trataba a él.

    Jesús al encarnarse se privó del resplandor de la Gloria Divina; renunció a todas las ventajas de ser Dios y se sometió a todas las desventajas de ser hombre, hasta tomar el trago más amargo: la muerte y muerte de Cruz.

    9. Humanamente posible, ¿pudo Jesús evitar su muerte? Tal vez sí; pero entonces no habría habido salvación, que era la misión de Jesús.

    Todo lo que vive, vegetal, animal, hombre, tiene el instinto de conservación, pero un animal, una vez que entra en el proceso de extinción se deja morir, no se resiste; sólo en el hombre existe la agonía porque se resiste a la extinción, sólo el hombre muere; el animal se muere.

    La muerte es la región ignota y la mente teme siempre a lo ignorado... es la Gran Despedida, me voy y nadie puede venir conmigo.

    10. Todo lo vivió Jesús en su pasión, además del aspecto absurdo de salvar con sudor y sangre aquellos a quienes parecía no importarles nada la tal salvación, ni lo reconocen, ni lo agradecen; estamos en el colmo del ridículo; es un holocausto inútil. Aún sus apóstoles en Getsemaní, tranquilamente dormidos mientras Él se debatía en una trágica agonía.

    Finalmente, Jesús abandonó toda resistencia humana y se entregó como un hijo sumiso con el “hágase, Señor, tu voluntad”.

    Nunca alcanzó Jesús tanta grandeza como en ese momento. “Obediente hasta la muerte y muerte de cruz... y se entregó lleno de paz en los brazos del Padre”.

    Y la salvación se hizo. Amén.