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"Actividades, aficiones y ocupaciones parte 19"

"Memorias de Mario Arturo Huerta Sánchez"

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24/05/2017

    Mario Arturo Huerta Sánchez

    1949

    Febrero 6 a marzo 23, Prácticas de quinto año a Estados Unidos

     

    Publicadas en Noroeste todos los jueves a partir del jueves 12 de mayo de 2016 hasta el jueves 13 de octubre de 2016.  

     

    Esta serie de artículos fue publicada en la revista Horizontes de la Escuela Nacional de Ingenieros, escritos por los entonces alumnos Antonio Sanz Ibarra, Juan Valera Adam y Mario Arturo Huerta Sánchez. Este último fungía como director de la publicación.

     

    La Generación 44-48, indudablemente una de las más vigorosas y unidas de las que han desfilado por nuestra maravillosa escuela, se despide de ella. Cinco años que fueron como un sueño, cinco años en que se han vivido tantas cosas, tan despreocupadamente, tan alegremente, otras veces tan seriamente, que su recuerdo constituye la página más brillante de nuestra juventud; y luego para finalizar, para sentir por última vez la amigable compañía de tantos compañeros que hemos sido tan amigos, un viaje a Estados Unidos. Grandes preparativos, ansiedad por el alza del dólar, y por fin, se fija la salida para las 9 de la mañana del día 16 de Febrero de 1949.

     

    La caravana queda constituida de la siguiente manera:

    El precioso camión rojo y blanco, en que viajamos en núcleo de los practicantes y que será en adelante el Cuartel General de Juan Valera y sus asistentes la “Toña” Silva y la “Marialuisa” Bazán, jefes de la expedición. Viajan en él, la Brigada 1, los “Solfas“, o sean el “Melenudo” Ruíz, el “Charles Atlixco” Zurita, el “Peyotes” Huerta, el “Chango” Penilla y el “Pescado” Navarro que dictatorialmente se ha constituido en su jefe. La Brigada 2, cuyo jefe el famoso Marqués de la Espina, ha sido elegido únicamente para encargarse de las finanzas, pero que no tiene ni voz ni voto; son constituyentes de ella: el “Sapo” Castillo, que como de costumbre se dedica a repartir veneno a diestra y siniestra; la “Viperina” Gamboa, sonriendo todo el tiempo como gato cínico; el “enano Mustafa”  Ruíz C., y el famoso “Narigudo” Sánz, festejando siempre a grandes carcajadas todo lo que dice su bagre el “Sapo” . La Brigada 3, encabezada por “Adelaido” Rosete, y que más tarde cayera del poder después de un cuartelazo que le preparan sus compañeros; lo secundan el “Seboso” Hernández Cabrera, que durante el viaje recibió el apelativo de “Nerón”; el “Doctor” Castañedo, famoso por sus prácticas ginecológicas ilícitas; el famosos  “Don Juan” de la Brena, más tarde el “Buitrón”, y, finalmente “Orificio”  Hoyo Monroy. La última Brigada del camión la constituyen el “Senior” Mayer, el “Mercurio” Reyes Reyes, Mundo Valle , el “Odioso” Sánchez Salido, el “Hindú” Olivia Purata, famoso tahúr , y el “Prodigio” Colín que desgraciadamente tuvo la fortuna de colarse con nosotros. Guían el camión el señor Villalpando y el señor Meza, magníficos conductores y grandes amigos.

    Completan la caravana cinco automóviles: El de “Diamantino” Suberbie, con “Cacama” Gándara, cuyo interés por el viaje estriba en visitar a sus parientes los “Cherokes”, Rafa Ortíz y el “Indio Nazi” Pholenz. El del “Navegante” Cadena, con McBolaños y el “Ochenta”, indudablemente la nota crapulosa de la expedición; nadie se explicaba por qué lo llamaban “el carro de los duraznos”. El de “Volpone”  Carregha. Con Ricardo García Rendón y los hermanos Pacheco, famosos paracaidistas. El del “Licenciado” (aprendiz de paracaidista), gran amigo del “Cerillo” Bravo que viaja con él y con Mc Aldape; y por último, el de Gayón, con el “Chimpancé” Castillo, cuya personalidad aumenta escandalosamente con sus camisas a cuadros, el “Crapuloso” Correa, “Mutt” de Hoyos héroes de los muñequitos y “Lady Llerson” Sánchez Torres.

    La salida fijada originalmente a las nueve horas, se realiza hasta las 12:15 horas; enfermeras vacunando, el “Peyotes” entre las maletas escondiéndose; mariachis, porras, nuestro estimado Director el ingeniero Alberto J. Flores y gran número de familiares y amigos nos despiden efusivamente y presencian la partida de este viaje que constituirá una de las páginas más bellas de la historia de nuestra generación, por lo que aprendimos, por lo que vimos y sobre todo, por lo que gozamos.

    Este día viajamos de Valles a Ciudad Mante a desayunar, después sobre la llanura ondulada que se extiende de la Sierra Madre al mar, hasta Ciudad Victoria, donde la “Murga” ya bien organizada empezó a entrar en calor; constituyeron la “Murga”: el “Peyotes” Huerta, acordeonista y alma del conjunto; el “Solfas” Ruíz, con la conga; “Adelaido” Rosete con los Bongós; “Don Juan” de la Brena con el güiro; el “Pescado” Navarro con las maracas y el “Sapo” Castillo con las claves. De Ciudad Victoria a Linares a comer, y de esta última población a Monterrey. Llegamos a ésta ciudad de noche, al hotel a bañarse y después al paseo por la Plaza Zaragoza. Las regiomontanas, guapas, elegantes y apretadas, y, “Adelaido” y “Nerón” tristísimos por su poco éxito con ellas.

    El viernes 18 de febrero, se viajó de Monterrey a Laredo en la mañana. El ansia de llegar a la frontera nos hizo parecer interminable y aburrido el camino. Cruzamos la frontera al anochecer y comimos por primera vez en suelo extranjero, algo cohibidos aunque seguros de nuestros conocimientos en el idioma inglés.

    De nuevo Laredo, el mismo viernes 18 de febrero, viajamos por la carretera 83 hasta Cristal City, población que se distingue porque en su plaza existe una estatua a un héroe legendario norteamericano, Popeye, dormimos en un Hotel de película del lejano oeste.

    Adelante hasta Alpine, pueblecillo risueño donde pasamos nuestra segunda noche en Estados Unidos.

    El domingo 20 de febrero, oímos misa en Alpine; en el café donde desayunamos nos atendió un estudiante de leyes de la Universidad de California,  no es sorprendente el hecho de por sí pero da idea de la mentalidad tan libre de prejuicios del pueblo norteamericano. 

    De Alpine a El Paso por las mismas llanuras ganaderas del Sur del Estado de Texas. Cerca de El Paso nos encontramos con las grandes supercarreteras para seis vías en ambos sentidos, llenas completamente de automóviles.

    El Paso, ciudad de más de medio millón de habitantes, no es sino un pueblo grande.

    Por la noche, visitamos el centro de la ciudad, grandes almacenes y soldados en estado de embriaguez; el “enano” Omar confundió en este lugar, seguramente impresionado por el viaje, un espejo en la esquina de un edificio, con un paso a desnivel. Varios muchachos cruzaron la frontera a Ciudad Juárez a distraerse.

     

    Lunes 21 de febrero

    Los jefes de Brigada de acuerdo con las Marialuisas han decidido pasar por Tucson, Arizona, con objeto de que se puedan comprar ropa aquellos que les pareció molesto traer mucho equipaje. Al anochecer legamos a Tucson, ciudad con aspecto de pueblo grande y gran cantidad de “Courts”.

    Conforme a lo decidido y de acuerdo con el programa de prácticas, pasamos unas horas del martes 22 de febrero en Tucson

    A Phoenix en una pequeña jornada hasta las 4 de la tarde; de Tucson a Phoenix, el paisaje desértico ha desaparecido, en su lugar grandes extensiones de terrenos sembrados, dan un aspecto encantador al paisaje, eso si la civilización se ve por todos lados gran cantidad de maquinaria agrícola, las líneas de corriente eléctrica por todos lados, las carreteras, los ferrocarriles, los grandes puentes, en fin, que nos encontramos en un país en la cúspide de su grandeza.

    Phoenix, es la “Ciudad de los Courts, supongo que del total de la superficie de la población, tres cuartas partes están cubiertas por éstos alojamientos para turistas, y es que la “Población Rodante” en Norteamérica es extraordinaria.

    La  mañana del miércoles 23 de febrero, en Phoenix, los expedicionarios después de visitar al Cónsul de México fueron de comprar.

    Después de comer, nueva entrevista con el Cónsul, reporteros de los diarios de la ciudad, el “Chimpancé” tratando de robar cámara desesperadamente y un rato después en la carretera hacia el oeste hasta Wickenburg y luego hacía el norte con rumbo al Cañón del Colorado.

    Al atardecer dejamos atrás las extensas planicies del Estado de Arizona y empieza la ascensión de las montañas. Gran excitación dentro del camión, al aparecer los primeros manchones de nieve a la orilla de la carretera y, a la hora de cenar en Prescott, se realiza la primera escaramuza con bolas de nieve bajo un frío que arrecia por momentos.

    La noche del 23 de febrero, en Williams, a 60 millas del Gran Cañón, la expedición duerme cerca de 9,000 pies de altura, el cambio de temperatura en seis horas ha sido demasiado brusco los primeros catarros empiezan a aparecer.

    El jueves 24 de febrero, una patrulla de la carretera, nos guió por entre campos de nieve blanquísima de más de un metro de espesor, hacia arriba, al Gran Cañón.

    Aquí el espectáculo es impresionante, más que impresionante, indescriptible, se pierde ante la inmensidad de la anchura de esta magna obra de la naturaleza, la noción de la profundidad  y el río colorado que corre allá abajo serpenteando con una anchura de más de 300 metros, no es sino un arroyuelo insignificante. El colorido es magnífico , la gran cantidad de ácidos minerales que contiene el suelo de la región han teñido los enormes furallones de un color rojo obscuro, que contrasta admirablemente con las vetas blanquizcas de las más recientes formaciones geológicas y con la blancura intensa de la nieve que se encuentra en la parte superior. 

    La erosión del río; los norteamericanos dicen que el Cañón se formó cuando el Río Colorado se abrió paso a través de la montaña y no por una descomunal falla geológica, la erosión del río, decía, ha formado gran cantidad de figuras caprichosas, que asemejan templos Hindúes y que se identifican perfectamente desde observatorios situados convenientemente.

    Explicación detallada en inglés por parte de los encargados del Parque, acerca de formación geológica del Gran Cañón, casi nadie entendió, pero eso sí, la expresión del semblante no delataba que nadie dejara de entender una sola palabra o un solo giro de la explicación. Con una patrulla de la Carretera precediéndonos, visitamos los puntos más bellos del Gran Cañón, la temperatura empezó a descender más y más, y un rato después con rumbo a Flagstaff, la mayoría de nosotros vio nevar por primera vez en la vida.

    En Flagstaff, la temperatura es insoportable por el frío que hace, a pesar de todo la “Murga de Peyotes” levanta la moral del grupo con una audición especial al patrullero, que tan gentilmente nos ha acompañado. 

    La mañana del viernes 25 de febrero, a pesar del frío abrumador, fue una de las más tórridas del viaje, había que ver en el campo de esquiar cercano a Flagstaff, a los valientes practicantes deslizándose cuesta abajo en las posiciones más inverosímiles, el “Solfas” Ruíz, con su gran melena flotando al aire y en traje de etiqueta , muy propio para deporte, ofrecía una figura fantástica propia de historieta cómica , aunque en honor a la verdad fue el mejor esquiando; el “Sapo” Castillo y el “Mercurio” Reyes rodando aparatosamente; el Marqués sólo cayo una vez…pero ya no se levantó; el Caperuzo abriendo cepas en la nieve con la nariz y “Nerón”, el famoso “Nerón Nereidas” con su insubstituible arpa en la mano, danzando ágilmente en la nieve y provocando pequeños incendios para estar a tono.

    La visita oficial a la Presa Boulder se efectuó el sábado 26; el grupo se queda maravillado no sólo ante el alarde de técnica y de poderío económico que significa tal obra, sino ante la gran voracidad de los norteamericanos de explorar turísticamente hasta la temperatura de fraguado del concreto de la Presa. No cabe duda  que es una construcción formidable, hay que ver la esbelta cortina de arco-gravedad de concreto, de más de 200 metros de altura, perforada en su interior por túneles de inspección que más bien parecen pasillos de un teatro de lujo; las enormes salas de generadores, limpias, precisas, desarrollando tanta energía eléctrica como se produce en toda la República Mexicana, y luego las enormes tuberías a presión, las torres de toma y los preciosos vertederos, uno den el lado de Arizona, otro en la margen correspondiente a Nevada, y luego la enorme subestación elevadora de voltaje y las enormes torres de transmisión de energía eléctrica.

    De regreso en Boulder City, se planeó una visita nocturna a Las Vegas, famoso lugar internacionalmente conocido, por la cantidad de casinos que se agrupan en una ciudad dedicada  exclusivamente al juego de azar.

    La “Valerina” nos concedió un plazo hasta las 11:30 de la noche para disfrutar del lugar.

    La entrada a Las Vegas, se hizo triunfalmente por la “calle más iluminada del mundo” con la “Murga de peyotes” tocando como nunca, una vuelta por la ciudad en plan de conocer y enseguida, al “Flamingo”. ¡Qué derroche de lujo y de dinero! Insensiblemente, el ambiente transformaba en tahúres aún a los más calmados. “Nerón Nereidas” en las mesas de “Crap”, sosteniendo en una mano el arpa y lanzando los dados con la otra, con una suerte tan desmesurada como su diámetro horizontal; Mundo Valle calmado y jugando magníficamente al “21” y los demás, perdiéndose entre la multitud de jugadores, mujeres elegantes y tantos tipos como pueden encontrarse en un lugar como este. A la hora fijada por Juan Valera para partir, el ambiente se había compenetrado tanto en algunos, que fue necesario sacarlos casi a la fuerza, entre otros a los “Solfas”, que jugando en compañía, veían en los ojos desorbitados como el croupier barría sistemáticamente sus apuestas en el tapete verde. La “Murga de Peyotes”, tan necesaria en estos casos, pronto suavizó los ánimos dentro del camión, y de regreso a Boulder City se comentó animadamente el “ambientazo” de Las Vegas, como dicen “Las Leandras”.

    El domingo 27 de febrero rumbo a Sequoia, Parque Nacional. Desde nuestra salida de Boulder City empezó a llover, pasamos de nuevo por Las Vegas, el aspecto fastuoso que ofrece ésta ciudad de noche, desaparece con la luz del día, a pasear de todo se sigue jugando.

    Viajamos todo el día por llanuras semidesérticas hasta Lindsay; delante de Bakersfield, en el Estado de California ahora la carretera corre entre campos sembrados de árboles frutales. 

    El lunes 28 muy temprano hacia Sequoia Park por estos campos de árboles frutales y las colinas de un verde intenso, que ofrecen un aspecto agradabilísimo; pronto estuvimos en la zona del parque, son necesarias cadenas para que el camión pueda subir y alquiladas estas, pronto enfilamos hacia arriba desde el fondo templado del valle, hasta la zona de nieve y neblina, para encontrarnos en el bosque de árboles, más descomunal que jamás hemos visto en nuestra vida. El paisaje es inolvidable, una capa de más de metro y medio de nieve cubriendo la tierra, blanquísima, destacándose el verde intenso de las ramas de los formidables sequoia y arriba, levantando mucho la cabeza, un cielo de color azul intensísimo.

    Los árboles están cubiertos de capas de nieve y a cada momento, las ramas vencidas por el peso de esta, se doblegan y entonces se produce una lluvia de finísima nieve, que al depositarse sobre la capa que cubre el suelo, adquiere el aspecto de algodón.

    Los árboles “General Grant” y “General  Sherman”, fueron testigos ahora de una batalla campal librada con bolas de nieve, en la que al final el “Peyotes Huerta y el “Solfas” Ruíz dejaron sepultados entre la nieve a la Brigada 2. Había que ver como corrían el “Caperuzo” y la “Comadre”, y como el Marqués hábilmente se escudaba entre su gabardina sebosa; el que corrió con mejor suerte fue el “enano Mustafa” que se escondió entre las orejeras de su cachucha.

    Hacia las ocho de la noche del lunes 28 de febrero, el autobús rojo y blanco de la Escuela Nacional de Ingenieros pasaba por Fresno. Valerina dio órdenes precisas para no dormir en éste lugar y tomando la carretera hacia Yosemite Park, nos alojamos a unos 15 kilómetos de Fresno. Desde mediodía se empezaba a rumorar que el “Hindú” instalaría un casino, con la técnica observada en Las Vegas y en efecto, en compañía del “Doctor” Castañedo, su socio pillo, esa misma coche desplumaba a más y mejor a los incautos que tuvieron la osadía de legar hasta su cuarto.

    El martes 1 de marzo, sin desayunar, el grupo partía hacia Yosemite Park. Las expresiones de disgusto no se hicieron esperar y, al rato, Juan Valera tuvo que ordenar un alto, a fin de devolver el buen humor a sus “subordinados” mediante la gracia de dejarlos alimentarse. 

    Entrando al Yosemite Park corrió la noticia de que había un lugar para esquiar.“Nerón Nereida” encabezó un pequeño motín y “Valerina” accedió a desviar la ruta unas millas con la condición de que no nos entretuviéramos mucho tiempo para poder llegar a San Francisco.

    Pocos practicaron por segunda vez el peligroso deporte; la temperatura estaba bajo cero y los golpes a la orden del día, los que tuvieron la audacia de volver a calzarse las enormes botas y las delgadas tablillas, sirvieron de solaz a los turistas norteamericanos que se halaban en el lugar; a pesar de todo, regresaron con una evidente sonrisa de satisfacción y adjudicándose cada uno el título de “Campeón”.

    A las 21 horas del día 1 de marzo de 1949, el autobús rojo y blanco de la ESCUELA Nacional de Ingenieros, cruzaba la Bahía de San Francisco, lugar que había de ser la culminación de éste gran viaje.

     

    Miércoles 2 de marzo, en San Francisco. 

    Ha continuado la lluvia, a pesar de esto, se visita al Cónsul de México en San Francisco, persona amabilísima que pone a nuestro jefe en contacto con Mrs. Jenkins, funcionario del Departamento de Estado de los Estados Unidos que se deberá encargar de organizar nuestras visitas y además, distribuye gran cantidad de correspondencia de México, la mayoría de la cual va a parar a manos del “Mercurio” Reyes Reyes y de “Don Juan” de la Brena que pasan ahora el día más feliz del viaje leyendo noticias de su “noviecita santa”.

    El programa elaborado por Mrs. Jenkins empieza a regir desde mañana, en consecuencia, se dispone del día para ver lo que sea posible en San Francisco.

    San Francisco en la única ciudad con aspecto de gran ciudad que habíamos de encontrar en el viaje, probablemente por su sello tradicional, o por el aspecto de sus habitantes, o bien por la arquitectura de sus edificios, en fin que en general todos quedamos encantados de ella. Sus calles inclinadas con los “carros de cable” anacrónicos, pero insustituibles, sus grandes avenidas, el Barrio Chino, la enorme Bahía fueron objeto de la admiración de los ex estudiantes en prácticas.

    El jueves 3 de marzo y conforme al programa de Mrs. Jenkins, fuimos recibidos en la Universidad de California en Berkeley, por el Rector y varios catedráticos. En un salón de la Escuela de Ingeniería se nos dio la bienvenida y después de una larga exposición de los planes de estudio de esa rama fuimos llevados a visitar los magníficos laboratorios. 

    La mayoría sentimos envidia ante la magnificencia de sus instalaciones, más no por esos nos humillamos. Como pudimos comprobar durante ésa visita y en las siguientes a otros planteles similares en Norteamérica, nuestra preparación no está debajo de la de ningún estudiante norteamericano de Ingeniería, e inclusive, en varios aspectos estamos mejor preparados.

    Pues bien, en primer lugar visitamos el Laboratorio de Ensayo de Materiales, con la máquina de probar materiales a compresión “más grande del mundo”  luego el Laboratorio de Fotoelasticidad, donde a nuestra visita se realizaron varias pruebas; enseguida el Laboratorio de Mecánica de Suelos, donde el distinguido catedrático se quedó maravillado con las preguntas muy atinadas hechas por algunos compañeros al respecto. Laboratorio de Concreto, de Ingeniería Sanitaria, de Máquinas Hidráulicas, preguntas en inglés traducciones de las explicaciones de los maestros, fotógrafos de la prensa y a mediodía, el “lunch” en la Casa Internacional. Fuimos recibidos por los estudiantes latinos y estuvieron con nosotros varios maestros y el Rector de la Universidad. Discursos al finalizar, de parte del Director de la Casa Internacional, con frases sobadas de “Buena Vecindad”, contestado por Juan Valera, muy a tono. 

    Con puntualidad característica yanqui, nos esperaban impacientes los ingenieros de la planta de tratamiento de aguas de la ciudad; viajamos unas diez millas al norte de Berkeley para recibir explicaciones acerca de la “Planta de Tratamiento de Aguas más grande del mundo”, cuyo funcionamiento no representa ninguna novedad. De regreso visitamos un túnel de camino carretero con una novísima instalación para graduar la intensidad de la luz en los portales de entrada y los grandes ventiladores para sacar los gases de dentro del túnel.

    Apresuradamente, el grupo cruzó Oakland para llegar a tiempo a la cita con los ingenieros del Puente Oakland-San Francisco, magnífica Obra de Ingeniería, que en dos descomunales saltos, primero en Oakland a la Isla Yerbabuena y de ésta a San Francisco, cruza la Bahía. Como de costumbre se hicieron preguntas acerca de todo y afortunadamente nadie “metió la pata” cruzando el puente; visitamos los grandes machones de anclaje, moles gigantescas de concreto, que por su propio peso son capaces de resistir las enormes tensiones que mandan los cables de la parte colgante del puente, producidas por su peso propio, dos pisos de seis vías de circulación cada uno y demás efectos que fueron necesarios considerar para el proyecto de ésta obra admirable. 

    De regreso al Hotel Stewart, ya entrada la noche y ya fuera del programa de Mrs. Jenkins por este día, las actividades de “Las Leandras” se dirigieron hacia el Burlesque (¡Quien lo dijera!), mientras que los  “Lobos” iniciaban su cacería nocturna, infructuosa como de costumbre, menos el viejo “Peyotes”, que gracias a sus amistades clericales y con valiosísimas cartas de recomendación del “Abate Melchor”  Parrao, consiguió una novia que traía de cabeza entre otros al “Sapo.

     

    Continuará...

     

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