En el mensaje que brindó el 25 de diciembre, el Papa León XIV exhortó a todos los seres humanos a convertirse en mensajeros de paz: “Prorrumpan en gritos de alegría” (Is 52,9), clama el mensajero de paz a quienes encuentra entre las ruinas de una ciudad que debe ser totalmente reconstruida”.
Recordó que Jesús, el niño cuyo nacimiento hemos celebrado, nos trajo una paz muy diferente a la paz congelada que ofrece el mundo. Precisó que ese divino “Verbo” nos asegura que la Palabra de Dios nunca queda sin efecto.
Sin embargo, el gran drama del mundo radica en que ese Verbo vino a los suyos y los suyos no lo recibieron: “Nos sorprende porque nos expone al rechazo, nos atrae porque nos arrebata de la indiferencia. Llegar a ser hijos de Dios es un verdadero poder; un poder que queda enterrado mientras permanecemos indiferentes al llanto de los niños y a la fragilidad de los ancianos, al silencio impotente de las víctimas y a la melancolía resignada del que hace el mal que no quiere”.
A continuación, citó las palabras del Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura”.
Por eso, invitó a ser mensajeros de paz en este mundo probado por tantas guerras y violencia, que dejan multitud de escombros y heridas abiertas.
¿Siembro la paz?