Centro de Investigación e Innovación Educativa de Sistema Educativo Valladolid
Sin embargo, el pasado 30 de mayo el presidente de los Estados Unidos de América, dio a conocer que impondría, a partir del 10 de junio, un arancel del 5% a todos los bienes que ingresarían a ese país provenientes desde México, y que la tarifa aumentaría gradualmente hasta que se resolviera el tema migratorio.
Esta inconveniente decisión era el inicio de la tormenta perfecta; tal es así, que la amenaza de Trump provocó la devaluación del peso y la caída de la bolsa mexicana; las calificadoras Fitch y Moody’s, degradaron nuevamente la nota de la petrolera mexicana PEMEX; y peor aún, en un apresurado e incoherente pronunciamiento pusieron en perspectiva negativa la nota soberana de México.
El tsunami provocado no solamente afectó a México, las empresas estadounidenses como General Motors, Ford, American Axle & Manufacturing, Kansas City Southern, Union Pacific Corp., y CSX Corp., reportaron pérdidas, y muchos más sufrieron afectaciones, entre ellos España, y hasta Japón.
En este sentido, cabría preguntarse, ¿qué relación se puede establecer entre la amenaza imperial y las necesarias efemérides ambientales?
La relación es directa e inseparable, no solamente por el hecho de que las “bravuconadas” de Trump propiciaron que las efemérides ambientales se pasaran por alto en muchos espacios ante el peligro externo e inminente a la nación; sino, porque la degradación ambiental es uno de los principales problemas que afectan a la región y a la humanidad. El cambio climático, la deforestación, la contaminación, la pérdida de la biodiversidad, exigen el análisis del medio ambiente desde una mirada que interrelacione a la migración humana con la degradación ambiental.
Y es que las personas, no sólo migran por la violencia, y buscando mejores perspectivas de vida; sino, que también migran por la devastación de sus condiciones ambientales de subsistencia.
Cada vez son más las poblaciones enteras que abandonan sus comunidades de residencia debido a las inhumanas condiciones de vida. Estas personas se conocen comúnmente como migrantes económicos y pocas veces se identifican como migrantes ambientales. Esta última designación se plantea desde el análisis de que la miseria y el hambre que se sufre en la región tiene un doble impacto ambiental. El primero de ellos, relacionado con el auto desalojo de las comunidades rurales, lo que provoca éxodos internos hacia ciudades que no cuentan con la infraestructura necesaria para atender sus necesidades; o éxodos externos, atravesando esencialmente a México en busca del sueño americano.
El segundo impacto se vincula con el dilema de supervivencia o muerte que enfrentan todos aquellos que deciden permanecer en sus comunidades originarias; en otras palabras, aquellos que no migran tienen muy pocas opciones de vida; por lo cual, ante la falta de recursos y apoyos, se ven obligados a sobrevivir provocando la depredación ambiental y afectando la biodiversidad.
Según el diagnóstico realizado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la región atraviesa una explosión de la urbanización y padece de manera crónica de las repetidas temporadas de sequías e inundaciones, que causan estragos en los ingresos de los campesinos y provocan escasez de alimentos. Por lo cual: “hay que redoblar las acciones para efectuar la transición hacia economías bajas en carbono, reducir la intensidad energética e hídrica por unidad de producción y potenciar agroecología”, según ha planteado Alicia Bárcena Ibarra, titular de la CEPAL.
Ante estas realidades, el PLAN DE DESARROLLO PARA EL SUR DE MÉXICO Y CENTROAMÉRICA, propuesto por el gobierno nacional y defendido durante las negociaciones desarrolladas con el gobierno estadounidense para evitar la imposición unilateral de los aranceles, no sólo tiene un enfoque humanista, sino un fuerte carácter ambiental.
Con este plan de desarrollo se propone impulsar el desarrollo económico de la zona, fomentar el bienestar social, la gestión integral del ciclo migratorio, la seguridad de las personas, todo ello vinculado con el desarrollo ambiental.
En este sentido, el plan presentado integra alrededor de 30 estrategias, las cuales ambicionan integrar la región y potenciar el desarrollo económico, con el fin de que las personas encuentren oportunidades de empleo en sus respectivos países, y junto a ello mitigar el impacto de los desastres naturales, resguardar la biodiversidad y potenciar la agroecología.
El programa insigne de este plan ha sido hasta el momento el “Sembrando Vida”, el que incentivará el establecimiento de sistemas productivos agroforestales, el cual combina la producción de los cultivos tradicionales en conjunto con árboles frutícolas y maderables, con lo que se contribuirá a generar empleos, se incentivará la autosuficiencia alimentaria, se mejorarán los ingresos de las y los pobladores y se recuperará la cobertura forestal de un millón de hectáreas o más, en el país.
Creemos firmemente que los programas que conforman el Plan de Desarrollo Integral para el Sur de México y Centroamérica, van encaminados a implementar soluciones reales a las causas que provocan la devastación ambiental, y con ello la migración. Las sanciones de cualquier índole y magnitud terminarían agravando el deterioro ambiental y humano. ¿Podrá Trump percatarse de ello?