Mis vacaciones de verano siendo un papá ‘viejoven’

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    Esta edad psicológica (o subjetiva) inferior a la edad cronológica, suele darse actualmente en hombres y mujeres en todas las culturas del mundo. Y es que, para algunas personas, nos es difícil aceptar el paso del tiempo, y nos negamos a admitir que la mejor etapa de la vida ha terminado. Y nos gusta pensar que la edad sólo es un número en la mente

    Estoy a unos días de soplar cuarenta y tres velitas en un pastel. Para algunas personas esta edad biológica representa ya, una edad avanzada. Para otras, es tan sólo el inicio de la edad madura; otros pensarán que estoy en la flor de la juventud. Todo depende desde el punto de vista en que se mire.

    Físicamente estoy sano, aún me gusta lo que veo en el espejo (aunque hay algunas arrugas y cabellos blancos que no estaban ahí hace un par de años). Soy esposo y padre de familia. De acuerdo a las costumbres y convicciones culturales establecidas por la sociedad, estoy en una edad social, en la que debería estar dedicado exclusivamente al trabajo, al hogar y al cuidado de mis hijas. Desde el imaginario colectivo ese es el rol de un “cuarentón” en la sociedad.

    Pero sucede que por dentro aún siento esa vitalidad y energías de hacer cosas nuevas, de mantenerme activo físicamente, de conocer gente, de salir de fiesta, de practicar deportes extremos; actividades que se supone, son exclusivas de jovencitos. Es decir, tengo una edad psicológica aún en plena juventud.

    Esta edad psicológica (o subjetiva) inferior a la edad cronológica, suele darse actualmente en hombres y mujeres en todas las culturas del mundo. Y es que, para algunas personas, nos es difícil aceptar el paso del tiempo, y nos negamos a admitir que la mejor etapa de la vida ha terminado. Y nos gusta pensar que la edad sólo es un número en la mente.

    Es por eso que, aunado al término de “chavorruco” ha surgido en la cultura popular, el término de “viejoven” para referirse a esas personas de edad avanzada que se comportan como jovencitos. Ya sea en su forma de vestir, de pensar o de hablar.

    Al acercarse las vacaciones, a los “viejóvenes” como yo, nos gusta fantasear con un tiempo de ocio y tiempo libre. Salir de la rutina laboral y dedicarlo a lo que más nos gusta (o nos gustaba de jóvenes) hacer.

    En mi caso, como mazatleco, todo el verano lo pasaba en la playa surfeando, tomando cerveza con los amigos, llegaba a casa después de la puesta de sol, solo para bañarme y salir al “antro”. Me levantaba tarde al día siguiente, para reposar y planear con calma la actividad de la jornada. Es durante el verano particularmente, cuando se construyen esos imaginarios de libertad; el clima cálido permite usar ropas ligeras y suspender temporalmente las normas convencionales.

    Pero resulta que ahora, mis vacaciones empatan con las vacaciones de mis dos pequeñas hijas. Y siendo que mi esposa trabaja casi todo el día, aquella expectativa que tenía para el verano, se ha convertido en más trabajos domésticos y atenciones de tiempo completo para las niñas.

    También sucede que mi circulo social a esta edad es cada vez más reducido, y el tiempo para socializar con ellas o ellos, es cada vez menor. Los pocos amigos que mantengo, solo es posible verlos personalmente en algún espacio libre de algún fin de semana. Y al preguntarles, sucede lo mismo con ellos; que tienen que cuidar a sus hijos que están de vacaciones.

    Si bien, la edad psicológica me dice que soy aún un joven, la edad social pesa más, de tal manera que me he dado cuenta que las vacaciones ahora sólo significan más trabajo en casa.

    Pero entiendo que mis hijas crecerán y, ya tendré tiempo de tirarme de nuevo en la arena frente al mar, o simplemente tener un día completo de relajación. Mientras tanto, seguiré disfrutando del caos y atesorando recuerdos de aquella etapa de mi vida.

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