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"Opinión"

"Morena, Cotos e Institucionalización"

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    ‘Contra casos, como el de la familia de la Diputada federal Merary Villegas, que en 2016 alcanzó dos diputaciones locales; en 2018 una representación federal y dos locales... esto solo puede suceder porque no hubo ningún tipo de control partidario...’
     
    Ernesto Hernández Norzagaray
     
    Escribo desde la experiencia de Sinaloa, lo cual me impide hacer generalizaciones de lo que ocurre en otros estados de la República donde también ganó ampliamente Morena.
     
    Sin embargo, la juventud de Morena me lleva a sospechar que lo que ocurre con este partido en mi estado podría estar sucediendo en otras entidades federativas.
     
    Y es que Morena Sinaloa desde 2016 no ha tenido una estructura partidaria, como lo marca la ley de partidos, es decir una dirigencia estatal y municipales y esto que es una condición indispensable en cualquier partido político se subsana por la figura de los delegados, una designación eminentemente administrativa que debería influir en las nominaciones de candidatos de las pasadas elecciones concurrentes.
     
    Sin embargo, estaríamos en vías de la desaparición de los delegados de partido cuando el 19 de este mes se celebre el Congreso Nacional Extraordinario en Azcapotzalco.
     
    Será ahí donde se modificarán los estatutos y los procedimientos para la renovación de los órganos de dirección, así como las comisiones de Honestidad y Justicia y la Comisión Nacional de Elecciones.
     
    Esta ausencia de estructura partidaria, al menos en Sinaloa, ha provocado que hasta ahora las decisiones no se tomen en instancias estatales sino en las instancias partidarias centrales, donde las asumen personas específicas, con una influencia igualmente específica en estados y municipios.
     
    O sea, si así ocurren las cosas, serían personajes que tienen influencia sea porque se “es muy cercano a AMLO” o, en el mejor de los casos, quienes integran la llamada Comisión Nacional de Elecciones a través de encuestas y sondeos de opinión.
     
    Bien lo decía Jesús Reyes Heroles, en política no hay vacíos. La ausencia de una estructura formal no es impedimento para que lo hagan otras instancias del partido y ello tiene evidentemente consecuencias que no vemos en partidos institucionalizados, es decir, aquellos que tienen un sistema de reglas que permiten elegir con absoluta transparencia a sus dirigentes y candidatos a cargos de elección popular.
     
    ¿Cuáles son estas consecuencias? Bueno, en primera instancia, quien toma las decisiones políticas más allá de las administrativas. En Sinaloa, existe un pequeño núcleo que viene acompañando a AMLO desde antes de existir Morena, la mayoría de ellos son lopezobradoristas, sin una militancia previa en la izquierda histórica, son gente que se convenció con el discurso regenerador y han seguido leales a AMLO a través de los años.
     
    Son sus principales interlocutores y gracias a ello influyen, por ejemplo, en la campaña para Gobernador de 2016 se realizó una encuesta y el candidato de Morena no fue el mejor posicionado, en las encuestas salió en tercer lugar. Cuando en una asamblea de militantes se cuestionó la designación de Jesús Estrada Ferreiro como candidato a Gobernador recordemos que AMLO salió en su defensa acusando a los que cuestionaban como “malovistas” y “millanistas”.
     
    La Comisión de Honestidad y Justicia de Morena luego de ese desaguisado destituyó a la dirigencia estatal dejándola acéfala hasta el día de hoy. Se va Jaime Palacios, un histórico de la izquierda sinaloense que se desempeñaba como dirigente estatal de Morena y con él se fueron tres decenas de jóvenes, la mayoría de ellos universitarios. Hoy, en medio de la euforia nadie quiere ser aguafiestas, todos, incluidos la mayoría de aquellos jóvenes molestos con AMLO, están de vuelta, como si no hubiera pasado nada. La memoria es corta y no se ven en la necesidad de dar explicaciones.
     
    Pero, el punto es en qué ha derivado la ausencia de una estructura partidaria, la despedida de aquella dirigencia definidamente de izquierda. Hay un empoderamiento del núcleo duro de Morena, más el de otros de nuevo ingreso al partido que no salen de las luchas ciudadanas, o sectoriales, sino de grupos emergentes sin otra identidad que no sea el lopezobradorismo, es decir, una figura política que es mezcla de un liderazgo personalista y un discurso nacional revolucionario.
     
    La ausencia ha generado una estructura informal que ahora con el tsunami electoral alcanzan visibilidad pública tanto sus personajes, como sus excesos. Y es que, a como está Morena en el estado, no hay a quién rendir cuentas localmente, salvo que las pidan los órganos centrales del partido o el mismísimo López Obrador, que con la carga de trabajo que se le viene, lejos, muy lejos, estará de las decisiones que tome el partido en los conflictos que se susciten en los estados y municipios, por eso es urgente el Congreso Nacional de Morena.
     
    Es claro que tienen que separarse las funciones de gobierno y las del partido, de lo contrario puede suceder que ganen el gobierno y pierdan el partido, o mejor, que la construcción del partido se quede en el camino.
     
    Hoy, muchos morenistas de nuevo y viejo cuño están a la espera de lo que viene en la integración de los órganos del partido, el gobierno de la federación, estados y municipios, cuando ello pase y haya quienes se sientan afectados se va a sentir la ausencia de una estructura partidaria democrática, muchos de ellos, especialmente en la nominación de candidatos a cargos de elección popular, saldrán a exigir e irán seguramente a los tribunales a reclamar la salvaguarda de sus derechos políticos.
     
    Contra casos, como el de la familia de la Diputada federal Merary Villegas, que en 2016 alcanzó dos diputaciones locales, en 2018 una representación federal y dos locales, y de hecho aspiraban cuatro con una regidora en el Cabildo de Culiacán, pero se frustró porque el PAS la peleó y ganó, esto solo puede suceder porque no hubo ningún tipo de control partidario que permitiera que alguien con legalidad les dijera: ¡Esperen, esto no es lo que queremos, no es lo que ofertamos, ni está en las normas internas! Pero Merary, como primera Diputada local morenista, seguramente tenía mano para la promoción familiar.
     
    Esto revela que ante la ausencia de una democracia interna, se generaron cotos de poder, que sus personeros ocupan los vacíos que deja la ausencia de procesos internos institucionalizados; lo de las tómbolas, ya se vio, no es impermeable al nefasto acarreo para que voten en una dirección definida de antemano.
     
    Morena tiene por delante la urgencia de ser un partido democrático e institucionalizado, de lo contrario, lo visto en Sinaloa y probablemente en otros nueve estados de la República donde existe una situación similar, podría terminar favoreciendo cacicazgos y cotos de poder que se sabe cuándo empiezan, pero no dónde terminan.
     
    La buena noticia es que el próximo Congreso Nacional Extraordinario habrá de definir procedimientos para elegir democráticamente a sus órganos de dirección y los candidatos en futuros comicios. Que así sea.

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