A todos nos llegará el momento de partir, no será antes ni después, pero permanece en la penumbra el cuándo. Podremos, tal vez, anticipar un poco el momento de acuerdo a los síntomas, análisis y achaques que experimentemos. Por ejemplo, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford hacen estudios en los que miden los niveles de 373 proteínas en la sangre, con lo que han conseguido fijar que el primer pico de envejecimiento tiene lugar a los 34 años, el segundo a los 60 y el tercero a los 78.
Sin embargo, no contamos con una bolita de cristal que nos permita vislumbrar el instante crucial de nuestra muerte, aunque eso no es lo más importante. Lo fundamental es cómo vivamos el tiempo que todavía es nuestro. Por desgracia, hay personas que nos despiden prematuramente y nos hacen morir antes de morir, como escribió Ivo Andric:
“Desde siempre hemos sabido que envejecemos, y de que morimos a pesar de que nos hemos ido acostumbrando a esa idea despacio resignándonos con dificultad. Pero con los años aparecen en nosotros aun antes de la muerte, incluso antes del mismo envejecimiento, nuevas ideas que no podemos aceptar y que nos empujan hacia una vejez prematura y una verdadera muerte antes de morir”.
Añadió: “Se trata de la clara e implacable conciencia de que participamos cada vez menos y con menor frecuencia en todo lo que es productivo, alegre y progresista en el mundo, de que hay cada vez más entusiasmos que no sentimos y hazañas en las que no tomamos parte y de que el mundo se marchita y muerte frente a nuestros ojos y nosotros, aún vivos, pero fuera de la vida, lo observamos impotentes, sin palabra ni movimiento”.
¿Muero antes de morir?
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