Por supuesto que en México hubo marchas y protestas relevantes antes de 1968. La movilización política del henriquismo en 1952 contra un supuesto fraude electoral. Las protestas y marchas del navismo en San Luis Potosí a lo largo de los 50 y 60. Las luchas magisteriales encabezados por Othón Salazar en 1958. La huelga ferrocarrilera en cabezada por Demetrio Vallejo y Valentín Campa en 1959. Las luchas campesinas y la guerrilla campesina de Rubén Jaramillo en Morelos. La huelga de los médicos en 1964 en el Distrito Federal.
Los plantones y marchas de la Asociación Cívica Guerrerense en cabezada por Género Vázque Rojas en los sesenta, que, ante la represión, deviniera en guerrilla, al igual que los normalistas de Chihuahua encabezados por Arturo Gámiz que también se transformaron en guerrilla rural en 1965. Y así como estas que han sido las más conocidas y estudiadas, hubo otras movilizaciones sociales locales antes de 1968.
Todas, sin excepción, enfrentaron un Estado, gobernado por el PRI, autoritario y abiertamente represor. Casi todos los líderes de esos movimientos fueron asesinados o encarcelados por las fuerzas gubernamentales.
Al mismo tiempo, la libertad de expresión era casi inexistente, incluso, a principios de la década de los 70. Eran tan ridículamente autoritaria que, en 1972, durante la presidencia de Luis Echeverría, en un programa de televisión el cómico “Loco” Valdez bromeó :“¿Quién fue el Presidente bombero? Pues Bomberito Juárez. ¿Y quién lo ayudaba? Su esposa, Manguerita Maza de Juárez”, y pues eso le costó al comediante que lo llamara la Secretaría de Gobernación y suspendiera su programa por tres días. Cuatro años después, el 8 de julio de 1976, Luis Echeverría confirmaba el perfil represor del régimen cuando ordenó una maniobra para sacar a Julio Scherer y su equipo del diario Excélsior por el periodismo crítico que ejercían.
De manera paulatina, la lucha por las libertades democráticas, con frecuencia dolorosa y peligrosa porque muchos perdieron la vida en su búsqueda, se fue logrando, gracias a intensas y cada vez mayores y constantes movilizaciones sociales, políticas, jurídicas, culturales y electorales.
En esas décadas, quienes participaban en esas luchas sabían de los inmensos riesgos que significaba enfrentar a un régimen autoritario. El Estado y sus diferentes gobiernos, por lo menos hasta el año 2000, cuando el PRI pierde la presidencia por primera vez, era sumamente represor.
La anterior es un repaso sumamente esquemático de las diferentes etapas del autoritarismo del Estado mexicano, pero lo que empezamos a ver desde 2018 es una etapa en la que no encontramos aún los conceptos necesarios para entender más cabalmente lo que sucede desde entonces, y más particularmente lo que vemos bajo el gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum.
Para empezar, habría que decir que, en la actualidad no hay día, sobre todo en la Ciudad de México, sin protestas, plantones, bloqueos y/o marchas, y la inmensa mayoría de ellas, a pesar de que puedan ser 20 los manifestantes y cierren las principales arterias de la capital, no son ni siquiera contenidos y mucho menos reprimidos.
Incluso, cuando pequeños grupos de protestadores han dañado seriamente edificios y monumentos públicos, así como casas y negocios privados, las fuerzas gubernamentales prácticamente nunca actúan, no castigan, no reprimen, aún y cuando legal e, incluso, legítimamente podrían hacerlo.
Un Estado dictatorial no permite jamás manifestaciones de ese tipo, serían reprimidas inmediatamente. Es más, los estados democráticos también reprimen cualquier manifestación que dañe la propiedad privada o pública. Nombren ustedes el que quieran. Y es así porque están facultados legalmente para hacerlo porque es un consenso universal que el Estado (democrático) es el único que posee el legítimo poder del uso de la violencia. Si el Estado renuncia a esa facultad prácticamente está abdicando a serlo.
En México, pareciera que, frente a las protestas sociales, e incluso frente a la delincuencia, no hay Estado. Es más factible demostrar que en México hay un Estado débil y fallido que dictatorial.
Las actuales movilizaciones de los agricultores y transportistas en lo esencial son legítimas y auténticas, aunque los partidos políticos opositores a Morena las quieran utilizar, y a pesar de que han afectado a cientos de miles de personas y han provocado pérdidas de millones de pesos a otros trabajadores y empresarios, no les han tocado ni un pelo.
En la Argentina de Milei, en la Francia de Macron o en el Estados Unidos de Trump ya hubiesen sido contenidas y o reprimidas, al igual que en la Venezuela de Maduro, en Cuba, en Nicaragua, o en la Rusia de Putin.
Por otra parte, en efecto, hay varias reformas constitucionales que apuntan hacia un régimen con un Ejecutivo centralista y excluyente, y también hay tendencias autoritarias en varios gobernadores, como la de Campeche o Veracruz, pero no hay argumentos conceptuales y empíricos suficientemente sólidos para hablar que en México se está creando un régimen dictatorial.
Posdata: El lunes la talentosa pintora mazatleca Marsol Quiñonez inaugura el próximo lunes la exposición pictórica Mujer: Diosa de fuego y alas de mariposa. Salón Constituyentes de 1917 en el H. Congreso de Sinaloa, por los 16 días de activismo en contra de la violencia hacia las mujeres.
No se la pierdan, es magnífica.